Capítulo 12: Oxford IV

46 7 4
                                    

Vanessa no se podía concentrar en las clases

اوووه! هذه الصورة لا تتبع إرشادات المحتوى الخاصة بنا. لمتابعة النشر، يرجى إزالتها أو تحميل صورة أخرى.

Vanessa no se podía concentrar en las clases. Después de lo sucedido la noche anterior se sentía realmente confusa y decidió ir a la biblioteca para poder aclarar sus ideas con su carpeta de cuero bajo el brazo ¿Era aquello lo que ella quería realmente? ¿Y qué hay de los sentimientos de William? ¿La amaba? ¿Cómo iba a poder seguir con sus planes si iniciaban una relación?

Ella quería estudiar, licenciarse. El tener un lío con su compañero de cuarto iba a acabar por complicar las cosas mucho más de lo que estaban de por sí, con tantos nuevos enemigos acechando. Las miradas que le dirigía últimamente Gordo Joe le helaban la sangre.

Era mediodía, y los dos jóvenes que compartían alguna de las clases durante la jornada coincidieron en el pasillo después de salir del aula y se saludaron cuando se encontraron con una tímida sonrisa.

— ¿Vienes a la biblioteca? — le preguntó ella.

William asintió y decidió acompañarla en silencio algo azorado e inquieto. También él se sentía confuso. No podía parar de pensar en lo sucedido. Pese a que la noche anterior había sido estupenda, se había dado cuenta de que sus sentimientos por Vanessa no iban más allá de la amistad. No quería arriesgar lo que tenía y había compartido con ella por iniciar una relación tan complicada. Y si bien era cierto era que su cuerpo reaccionaba a su cercanía y que la joven tenía un cuerpo hermoso, lo que había sucedido le había dejado una extraña sensación de vacío.

Ella hablaba a su lado, mucho, como siempre. Pero el muchacho no podía prestarle atención.

Habían sido generosos en extremo y habían experimentado el placer de explorar sensaciones que hasta aquel momento eran desconocidas para ambos. No obstante, en su corazón no la amaba. Él estaba convencido de que le faltaba algo... y no sabía explicarlo, pero su alma le decía que la dejara ir. Que no era la indicada, aunque su cerebro, le decía que era excepcional y que ella sería una opción más que acertada para compartir con él su futuro y que la tía Elroy la iba a encontrar más que encantadora.

No obstante, algo en su interior le impedía quererla como se merecía. ¿Cómo se lo iba a decir sin herirla? Apreciaba enormemente su compañía y ciertamente, gracias a ella sus días universitarios se habían vuelto más soportables. Ya formaba parte de su vida y la sentía como la querida hermana que había perdido hacía ya tanto tiempo: su Rosemary.

Por esta causa entre otras quería protegerla a toda costa de cualquier mal. Aunque veía que durante las sesiones de entrenamiento que ambos compartían con Georges por las tardes después de las clases que ella era increíblemente ágil y que avanzaba en su conocimiento del Jiu Jitsu. Pero creía que aquello no iba a ser del todo suficiente para poder defenderse de sus enemigos.

Georges, por su parte opinaba que la muchacha tenía talento y no dejaba de admirarla desde una discreta distancia. Le caía bien y la apreciaba porque sentía que era una buena influencia para su protegido.

William estaba convencido de que Arthur Mc Bride tramaba algo. Le había visto aquella mañana entregándole un sobre sospechoso al Señor Palmer, el conserje y con creciente aprensión empezó a imaginarse cuáles eran los planes de aquel matón prepotente de mirada vacía y modales hoscos. Tal y como se habían desarrollado las cosas durante los últimos meses estaba empezando a crecer en él, el temor que se avecinaba algo muy turbio, algo siniestro y cruel. Y que sobre todo que iba a salpicarlos a ellos dos.

Así que, por la tarde, después de clase y durante los entrenamientos habló con Georges y le expuso sus sospechas y sus planes al respecto. A partir de ya mismo iba a cambiar su lugar de residencia en la Universidad por la casa que había alquilado la tía Elroy. Era absolutamente indispensable que no llegase a oídos de la matriarca que en realidad iba a compartir vivienda con una muchacha que era compañera suya en la universidad. De suceder algo semejante iba a acabar por perjudicar seriamente la reputación de la joven. Y William absolutamente no quería que ella sufriera los prejuicios que la alta sociedad tenía para con las mujeres.

Arthur Mc Bride estaba satisfecho. Aquella misma tarde había conseguido que el conserje le pasara la copia de la llave maestra que abría todas las habitaciones de los estudiantes. Estaba dispuesto a descubrir y a exponer ante todo el mundo la relación antinatural de aquellos dos sodomitas de Layard y Higgins. Y que para colmo habían tenido la desfachatez de enfrentarse a él y a sus secuaces.

Él era el rey del campus y nadie tenía derecho a plantarle cara.

Pronto volvería a tener el control de todos y cada uno de aquellos petimetres y les haría saber quién mandaba y cómo se las gastaban los Mc Bride con aquellos que osaban a enfrentarse a ellos.

Pronto se podrían colar en el cuartucho que compartían aquellos dos y sorprender a aquel par de maricas haciendo aquellas cosas antinaturales e inenarrables que hacían los de su calaña. Pronto podrían recabar pruebas incriminatorias de su delito.

Arthur se relamía anticipándose a su venganza y a su gran triunfo. Ya se lo había dicho a su padre Oberon Mc Bride, quien orgulloso del ingenio y la iniciativa de su hijo le había dicho:

—Bravo, Arthur. Así es como obra un auténtico Mc Bride... nadie nos puede disputar nuestra posición de liderazgo. Y la universidad es un buen lugar para hacerles entender a los demás, que con los Mc Bride no se juega — le dio una fuerte palmada en la espalda, la forma habitual con la que mostraba su afecto, cuando lo hacía. 

Y el muchacho se hinchó de orgullo.

—Además, conozco a un funcionario de prisiones que ciertamente les podrá enseñar cómo se castigan a los pervertidos y a los sodomitas...— dijo el hombretón riéndose entre dientes mientras fumaba un caro habano en la biblioteca de la mansión Mc Bride.

Observó la rubia cabeza de William inclinada sobre un libro en la biblioteca de la Universidad y a Víctor sentado cerca suyo. Ambos absortos en sus estudios. Gordo Joe se rio por lo bajo y le dio un codazo.

—Pronto me las pagaréis todas juntas... par de degenerados. — murmuró Arthur mirándolos con odio.

— Yo tengo otra teoría...— empezó a decirle Gordo Joe a su amigo al oído. 

Entonces, los ojos de su amigo fríos como el acero brillaron cuando entendió lo que aquella revelación significaba.

Y ¡Oh! Aquello de ser cierto era mejor, infinitamente mejor. Quedaron en que llevarían a cabo su plan a la noche siguiente y la maligna sonrisa que se dirigieron los dos amigos, habría helado la sangre de cualquiera.

 Quedaron en que llevarían a cabo su plan a la noche siguiente y la maligna sonrisa que se dirigieron los dos amigos, habría helado la sangre de cualquiera

اوووه! هذه الصورة لا تتبع إرشادات المحتوى الخاصة بنا. لمتابعة النشر، يرجى إزالتها أو تحميل صورة أخرى.
Amor Cautivoحيث تعيش القصص. اكتشف الآن