Capítulo 5: Alianza Forzada

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Daila.

Eiden Miller, mi mente se niega a aceptar lo que mis oídos escuchan. La revelación de que Lucían tenía un hijo me ha dejado estupefacta, es un giro que no vi venir.

—¿Qué? —es lo único que logro articular, mi asombro es genuino.

—¿Acaso no oyes? —Eiden pregunta con una calma que contrasta con la gravedad de sus palabras—. Dijiste que si te enfadabas, las cosas se pondrían feas, pero aquí el enfadado soy yo.

—Él se lo buscó —replico con firmeza—. Le disparó a mi amiga —señalo a Eliza, quien muestra su pierna vendada.

—¿Y eso te da derecho a matarlo, Daila? —Eiden se acerca, su voz es un susurro cargado de veneno—. Según tengo entendido, arruinaste su mercancía.

—Sí, lo sé —digo, sin ceder—. Pero tuve mis razones, intenté explicárselo y él respondió disparando a mis hombres. No iba a dejarlo pasar.

—Entonces, yo tampoco puedo dejar pasar que lo hayas matado.

—Puede que fuera tu padre, pero no pienses que acabarás conmigo tan fácilmente —lo desafío con la mirada—. Ya lo dije, él se lo buscó. Era él o yo.

—Hubiera preferido que fueras tú —Eiden escupe las palabras con ira y dolor—. ¡Él era mi padre, mi modelo a seguir, mi todo!

Su sonrisa irónica vuelve a dibujarse en su rostro mientras continúa.

—No entiendo este teatro que montas —digo, dando un paso hacia él—. Así es este mundo, a veces sobrevives, otras no.

Me encojo de hombros, despreciando su amenaza.

—¡Cállate y aléjate! —Eiden retrocede, sacando su arma y apuntándome a la cabeza.

Si cree que me intimidará, está equivocado. Imito su acción y saco mi arma, apuntándole también. Adam, Eliza y mis tres hombres libres hacen lo mismo con los de Eiden.

—Esto no será fácil, Miller —digo, manteniendo mi arma en alto—. Ya he perdido mucho en mi negocio como para perder mi vida por un dolido.

—No me conoces, Daila. Puedo convertirme en tu peor pesadilla —sus ojos se oscurecen con cada palabra—. No me provoques.

—Creo que ya te he provocado suficiente —respondo con una sonrisa burlona—. “Matando a tu padre”.

Eso es todo lo que hace falta para que su ira explote y dispare. Por suerte, esquivo la bala lo suficiente como para que solo roce mi hombro, dejando una herida superficial.

Al ver la sangre correr por mi brazo, me lanzo sobre él, desarmándolo con una patada bien colocada. Caído en el suelo, lo apunto con ambas armas.

—¡No! —le digo a Adam y a los demás que intentan disparar—. No todavía.

Miro a Eiden, aún en el suelo con esa sonrisa que no se borra, y le apunto con las armas.

—No te odio porque mis negocios no eran contigo. Ni siquiera sabía de tu existencia —digo, caminando a su alrededor sin dejar de apuntarle—. Pero no me hagas enojar, porque entonces serás tú quien sufra las consecuencias.

—Eres tan ridícula que das pena —dice, soltando otra risa.

—Cállate —exijo—. Ordena a tus hombres que liberen a los míos y lárgate.

—Está bien —responde, sorprendiéndome—. Señores, dejen a esos inútiles en paz.

Sus hombres liberan a los míos, pero antes de que pueda reaccionar, uno de los hombres de Eiden dispara a uno de mis hombres.

Alianza Forzada (Borrador) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora