Daila
Al llegar a mi apartamento, estaciono el coche en el parqueo del edificio y me encamino hacia la entrada principal. Una vez dentro, me dirijo al ascensor, que se abre rápidamente, ya que es tarde. Aprieto el botón del número 7 y, en cuestión de segundos, estoy frente a mi puerta, abriéndola con un ligero suspiro de alivio. Al pasar al interior, enciendo las luces y un escalofrío recorre mi espalda.-¡Buuu!- exclama una voz familiar. Mi corazón parece salirse por la boca y casi me desmayo del susto al ver a Eiden sentado en uno de mis sofás, muy tranquilamente, como si fuera lo más normal del mundo.
-¿Eres idiota o qué?- le espeto, cerrando la puerta con fuerza tras de mí.
-Estoy bien, gracias. ¿Y tú?- responde con una sonrisa burlona, disfrutando claramente de mi reacción.
-No estoy para tus juegos, Edien- le digo, sentándome en uno de los sofás frente a él, intentando recuperar la compostura. -¿Qué haces aquí?
-Viniendo a visitarte, ¿no es obvio?- dice, con un tono que mezcla sarcasmo y diversión.
-Te llamé para que me ayudaras y no fuiste capaz de enviar, aunque sea, a uno de mis hombres- lo miro fijamente, sintiendo que la tensión crece entre nosotros. -Ahora pretendes que "solo me visitas".
-No te ayudé porque sabía que ibas a salir ilesa y rápido- dice, haciendo una pausa mientras me examina de arriba abajo. -Y por lo que veo, no me equivoqué, porque te ves incluso más atractiva.
Ignorando el cumplido que nunca antes me había hecho, decido cambiar de tema rápidamente.
-No quieras saber quién me ayudó a salir- digo, sintiéndome incómoda.
-Espera, no me digas- se pone la mano derecha en la barbilla y finge pensar. -Mmm... ¿Derek?
-Pues no, querido, te equivocas- le respondo, cruzando los brazos.
-Entonces no sé- admite, visiblemente frustrado.
-Vittorio Corleone- su rostro cambia de color y se pone de pie de un salto-¿Te suena?
-¿Qué te dijo? ¿Te amenazó?-pregunta lleno de inquietud.
-No sé cómo supo que estaba en la cárcel, fue y me liberó. Luego me ofreció dejar que siga distribuyendo Necrotoxina en su zona a cambio de ganancias y que le creara una droga específicamente para él.
-Ese hijo de puta, ¿por qué no me sorprende? Claro, es lo que busca- dice, con rabia contenida.
-¿De dónde lo conoces?- le pregunto, tratando de entender su conexión con Vittorio.
-¿Eso a ti qué te importa?- espeta, su voz se eleva y me hace ponerme de pie también.
-¿Qué me importa?- doy un paso hacia él, sintiendo cómo la tensión en el aire crece. -Me importa mucho porque yo soy la creadora de la Necrotoxina, la droga que se estaba vendiendo en su zona sin que yo lo supiera. Y este hombre viene a amenazarme y decirme cosas de las que yo no soy culpable, sino tú.
Él se queda en silencio, así que prosigo, decidida.
-Así que sí, me importa, porque somos aliados en esto. Si te joden a ti, me joden a mí, y viceversa.
-Tú no me conoces ni sabes de mis alcances, Daila. Así que si te joden a ti, te jodes tú solita- dice, su tono despectivo me hiere, pero no me deja sin respuesta.
-Puede que sea así, pero asegúrate de que si me pasa algo, sea por mi culpa y no por la tuya. Porque si no...
-¿Porque si no qué?- se acerca, quedando a milímetros de mi rostro, su mirada intensa me desconcierta. -¿Si no me vas a matar en una de tus crisis o mejor dejarás la alianza conmigo, creyendo que eso me afectaría?- levanta mi rostro con su dedo para que lo mire. -Responde, Daila. ¿Qué vas a hacerme?
ESTÁS LEYENDO
Alianza Forzada (Borrador) ©
ActionEn un mundo donde los cuentos de hadas son oscurecidos por la realidad, las historias de chicos malos redimidos por el amor puro son tan comunes como las estrellas en el cielo nocturno. Pero no todas las constelaciones siguen el mismo patrón, y no t...