Capítulo 11:"Deseos prohibidos"

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Daila


Al llegar a mi apartamento, estaciono el coche en el parqueo del edificio y me encamino hacia la entrada principal. Una vez dentro, me dirijo al ascensor, que se abre rápidamente, ya que es tarde. Aprieto el botón del número 7 y, en cuestión de segundos, estoy frente a mi puerta, abriéndola con un ligero suspiro de alivio. Al pasar al interior, enciendo las luces y un escalofrío recorre mi espalda.

-¡Buuu!- exclama una voz familiar. Mi corazón parece salirse por la boca y casi me desmayo del susto al ver a Eiden sentado en uno de mis sofás, muy tranquilamente, como si fuera lo más normal del mundo.

-¿Eres idiota o qué?- le espeto, cerrando la puerta con fuerza tras de mí.

-Estoy bien, gracias. ¿Y tú?- responde con una sonrisa burlona, disfrutando claramente de mi reacción.

-No estoy para tus juegos, Edien- le digo, sentándome en uno de los sofás frente a él, intentando recuperar la compostura. -¿Qué haces aquí?

-Viniendo a visitarte, ¿no es obvio?- dice, con un tono que mezcla sarcasmo y diversión.

-Te llamé para que me ayudaras y no fuiste capaz de enviar, aunque sea, a uno de mis hombres- lo miro fijamente, sintiendo que la tensión crece entre nosotros. -Ahora pretendes que "solo me visitas".

-No te ayudé porque sabía que ibas a salir ilesa y rápido- dice, haciendo una pausa mientras me examina de arriba abajo. -Y por lo que veo, no me equivoqué, porque te ves incluso más atractiva.

Ignorando el cumplido que nunca antes me había hecho, decido cambiar de tema rápidamente.

-No quieras saber quién me ayudó a salir- digo, sintiéndome incómoda.

-Espera, no me digas- se pone la mano derecha en la barbilla y finge pensar. -Mmm... ¿Derek?

-Pues no, querido, te equivocas- le respondo, cruzando los brazos.

-Entonces no sé- admite, visiblemente frustrado.

-Vittorio Corleone- su rostro cambia de color y se pone de pie de un salto-¿Te suena?

-¿Qué te dijo? ¿Te amenazó?-pregunta lleno de inquietud.

-No sé cómo supo que estaba en la cárcel, fue y me liberó. Luego me ofreció dejar que siga distribuyendo Necrotoxina en su zona a cambio de ganancias y que le creara una droga específicamente para él.

-Ese hijo de puta, ¿por qué no me sorprende? Claro, es lo que busca- dice, con rabia contenida.

-¿De dónde lo conoces?- le pregunto, tratando de entender su conexión con Vittorio.

-¿Eso a ti qué te importa?- espeta, su voz se eleva y me hace ponerme de pie también.

-¿Qué me importa?- doy un paso hacia él, sintiendo cómo la tensión en el aire crece. -Me importa mucho porque yo soy la creadora de la Necrotoxina, la droga que se estaba vendiendo en su zona sin que yo lo supiera. Y este hombre viene a amenazarme y decirme cosas de las que yo no soy culpable, sino tú.

Él se queda en silencio, así que prosigo, decidida.

-Así que sí, me importa, porque somos aliados en esto. Si te joden a ti, me joden a mí, y viceversa.

-Tú no me conoces ni sabes de mis alcances, Daila. Así que si te joden a ti, te jodes tú solita- dice, su tono despectivo me hiere, pero no me deja sin respuesta.

-Puede que sea así, pero asegúrate de que si me pasa algo, sea por mi culpa y no por la tuya. Porque si no...

-¿Porque si no qué?- se acerca, quedando a milímetros de mi rostro, su mirada intensa me desconcierta. -¿Si no me vas a matar en una de tus crisis o mejor dejarás la alianza conmigo, creyendo que eso me afectaría?- levanta mi rostro con su dedo para que lo mire. -Responde, Daila. ¿Qué vas a hacerme?

Alianza Forzada (Borrador) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora