Con el alcohol todo luce mejor

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Autora: G. Popesku

Perfil: GabsEscribe

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—Lo lamento, señorita. Le repito que todavía no tengo autorización para servir bebidas alcohólicas.

Amanda inhaló profundo y sus dedos apretaron con fuerza su tabique, mientras luchaba por evitar fruncir el ceño. Era un día de mierda y aquel bartender acababa de convertirse en la cereza de su pastel.

—¿Acaso sabes quién soy yo? —murmuró—. Soy la que paga tu puto sueldo, así que si no me vas a dar la maldita copa, ¡hazte a un lado!

El bartender intentó amenazarla con que llamaría a la planificadora del evento; pero la rubia hizo caso omiso a sus palabras. Rodeó la barra y comenzó a destapar botellas, una tras otra sin pensar en cómo combinar tantas bebidas diferentes. Su objetivo era emborracharse, no degustar algo en especial.

—Yo quiero lo mismo, pero en las rocas.

Una voz ronca, grave y masculina logró captar su atención. Al alzar la mirada, sus ojos se encontraron con un hombre desgarbado, de cabello rapado y exagerado perfil romano. Vestía un estrafalario saco, unas cuantas tallas más grande de lo que necesitaba y el poco cabello que tenía, estaba teñido de un fucsia fosforescente.

《Otro de los extraños amiguitos de mamá》pensó la rubia. Sin mediar palabra, cumplió con los deseos del recién llegado y se sentó a su lado para beber su extraña creación.

—Vaya, debes tener un día de mierda para querer beber esta basura —masculló el hombre luego de darle un trago a la bebida—. Soy Sebastian...

—Amanda, y no, no estoy interesada.

Sebastian enarcó una ceja y una media sonrisa iluminó su rostro. Dejó la bebida a un lado y concentró toda su atención en la rubia.

—¿Interesada?

—Así es, no eres mi tipo. Si no te importa, me gustaría beber esta porquería tranquila y sin ninguna otra distracción.

—Y..., ¿quién dijo que tú sí eres mi tipo? —replicó con sorna.

Amanda puso los ojos en blanco, no estaba para jueguitos en esos momentos. Ya lo había visto en la fiesta un poco antes y sabía, que aquel hombre de excéntrica apariencia llevaba rato observándola, hasta el punto de llegar a seguirla al bar.

Decidida a no caer en su juego, quiso fulminarlo con la mirada apática que usaba para espantar hombres..., y ese fue su primer error.

Al percatarse de la perfecta sonrisa que Sebastian tenía en su rostro, algo se retorció en su interior. Efectivamente aquel hombre no era nada agraciado. Su nariz era más grande de lo que debería, sus ojos afilados como los de un felino estaban mal delineados con lápiz negro y era delgado, tanto, que algunos de sus huesos marcaban sus facciones.

Sin embargo, esa sonrisa de blancos dientes perfectos y ese peculiar brillo en sus ojos, tenían un curioso atisbo de confianza que de alguna manera lo hacían ver atractivo. Era el tipo de hombre que a pesar de no ser fisicamente agraciado, la seguridad que emanaba por cada uno de sus poros conseguía conquistar a cualquier mujer. Sin querer, Amanda se percató de los curiosos tatuajes que trepaban la piel del cuello de Sebastian, allí justo donde terminaba el saco y empezaba su prominente manzana de Adam.

—Ay, por favor. Llevas toda la tarde mirándome como un degenerado.

A pesar de los cosquilleos que danzaban en su pecho, la rubia no se amedrentó. Esa sonrisa soberbia en el rostro de Sebastian, la invitaba a responderle con todo el veneno que corriera por sus venas.., y vaya que ese día, Amanda sí que tenía veneno.

Con todos lo sentidos. RelatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora