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Después de que Myeong-han regresó a casa, Do-yeong entró sosteniendo la caja del napchae mientras tocaba distraídamente la tela de seda roja con la que había sido envuelta. Los padres intercambiaron miradas, observaron a su hijo y lo siguieron incluso cuando se sentó en el sofá y miró el paquete por un rato que se sintió honestamente abrumante.
No fue extraño que pusiera los ojos en blanco cuando su padre separó los labios y le pidió que lo abriera de una maldita vez.

"¡¡Querido!! Deja de molestarlo, por Dios. Él lo abrirá cuando esté listo."

Pero para ser honesto, no tenía ni la más remota idea de qué hacer con lo que le había dado el hermano del tigre.

Entre los familiares que conocía, ninguno de los gatos había decidido alguna vez comprometerse o casarse por cuenta propia y cada uno de ellos se preparó, creció y tuvo charlas matrimoniales de sus padres o de sus abuelos para luego comparar las condiciones de cada familia y seleccionar una buena línea paterna, de raza felina, con la que poder aparearse. ¡De verdad era la primera vez en su vida, y en el pueblo de los gatos, que alguien había hecho un Napchae para ellos! No pensó que pudiera ser verdad y mucho menos que pudiera pasarle a alguien como él.

Papá volvió a presionarlo:

"Tienes que darle una respuesta rapida. ¿¡Por qué te quedas allí parado cómo si fueras un tonto!?"

Incapaz de soportar el silencio de Doyeong, su padre finalmente abrió la boca y le dijo que "dejara de jugar con un asunto tal delicado", pero mamá lo frenó con una mano y se dirigió a su hijo con un tono mucho más tierno que con el que le hablaba a su esposo:

"¿Qué vas a hacer con esto, hijo?"

"La verdad es que, no lo sé. Tengo que pensarlo con más cuidado, supongo".

"¿¡Y qué hay que pensar!? ¡Ah! ¡Deja de pegarme de una vez, mujer!"

El padre de Doyeong, que estaba desesperado por verlo actuar tan "pasivamente", recibió un golpe de su mujer mucho antes de ponerse a regañarlo como si pensara que lo que había pasado con él en la mansión no hubiese sido la gran cosa.
Y aunque ella normalmente no le gritaba o se enojaba tan fácil, hoy lo miró de pies a cabeza hasta que al fin consiguió hacer que cerrara la boca:

"No te preocupes por los bebés, hijo. Tienes que decidir pensando sólo en ti, no en que ellos necesitan un padre en sus vidas, o una tontería de esas que todo el mundo suele utilizar hoy en día. Mamá estará a tu lado incluso aunque vivas soltero ¿De acuerdo? ¡Y te digo de una vez que te apoyaré incluso si otros te señalan con el dedo como si hubieras hecho algo malo!"

"..."

"Mamá te seguirá con un cartel para todos lados que diga: <Mi hijo se negó a casarse con ese bastardo incluso aunque le rogó de rodillas, ¡Así que mantén la boca cerrada con cosas que no conoces!>"

Doyeong dejó escapar una risa muy pequeña ante las reconfortantes palabras de su madre. Luego se levantó, agradeció por la presencia de los dos, y dijo que "iría a su habitación porque necesitaba un momento a solas". Allí cerró la puerta, se sentó en la cama, y miró fijamente la seda que le habían dado con el napchae. Luego, como si estuviera reuniendo todo su coraje para hacer esto, desenredó el empaque y abrió la caja para sacar precisamente el documento que solicitaba el matrimonio junto con una notita escrita con el puño y letra de Lee Seohan. Decía:

<Si aceptas casarte conmigo, me gustaría volver al punto de partida y empezar desde cero. Estar los dos juntos, en el momento en el que todavía no experimentabas nada desagradable o hiriente, cuando me preocupaba por ti, y cuando quería hacer lo mejor que pudiera para nosotros.
Sin embargo, sé que la persona que soy ahora no es la que era entonces, y que la persona que soy ahora no es con quién te imaginas un futuro o teniendo un hogar.
Déjame mostrarte que puedo remediarlo. Déjame mostrarte, que de verdad soy digno de ti.>

Un gato viviendo en la guarida de un tigre.Where stories live. Discover now