XXVII

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Lando

Me estiré en la cama con pereza y sonreí al notar el cuerpo del madrileño a mi lado. Rodé por la cama y me abrace a su cuerpo antes de notar como se movía.

—Buenos días. —Sonreí sobre sus labios y le di un beso en estos antes de sentir como me correspondía.

—Buenos días, precioso. —Abrió sus ojos y conectamos miradas. —¿Te acabas de despertar? —Asentí y puso una mano en mi cintura para atraerme a él.

Me volvió a besar y parecía que estaba hechizado por sus labios, por su tracto, por él.

Unos golpes en la puerta hicieron que nos separamos y cubriéramos nuestros cuerpos desnudos con las sábanas.

—Buenos días señores, me paso a informar que ya esta el desayuno.

—Gracias, en seguida bajamos. —Carlos y yo nos miramos y nos dimos un último beso antes de levantarnos.

Nos dimos una ducha juntos, para ahorrar agua y tiempo, y nos preparamos en quince minutos. Queríamos ir un poco arreglados para desayunar y escuchar los planes que mi madre nos habrá puesto para todo el día de hoy.

—Cariño, ¿cuánto te queda?

—Ve bajando si quieres, ahora bajo yo. —Asentí y salí de la habitación antes de bajar las escaleras.

Fui directo al comedor y me decepcione al verlo casi vacío, solamente estaba una persona.

—Buenos días. —Me saludó y yo le devolví una mueca de asco antes de sentarme en mi sitio esperando a que me trajeran el desayuno. —¿Qué tal has dormido?

—¿Podemos simplemente estar en silencio? No quiero hablar contigo. —Le contesté con dureza y le vi rodar los ojos antes de darle un sorbo a su café.

—Si eso es lo que quieres. —Lance se puso a mirarme en silencio y yo suspire viendo que me había dejado el móvil arriba.

—¿Puedes no mirarme? Finge que yo no estoy aquí.

—¿Qué te ha pasado? —Se levantó y rodeó la gran mesa para sentarse a mi lado y agarrarme de la barbilla. —¿Y esas marcas?

—Quítame la puta mano de encima o te la corto. Primer y único aviso, ¿me entiendes así? —Le mire con tanta rabia que comprendió que yo no estaba con la labor de mantener aun que sea una conversación formal con él.

—Buenos días. —Cisca entró por la puerta agarrando la mano de Charles y Lance se levantó para sentarse en frente.

—Hola chicos, ¿qué tal? —A ellos si les sonreí amable.

—¿Dónde esta Carlos? —El monegasco preguntó sentándose en una silla.

—¿Me llamabas? —Carlos entró por la puerta seguido por Max y Daniel antes de que el español se sentara a mi lado y paso uno de sus brazos por mis hombros.

—Hijo de puta, por tu culpa no he dormido mis ocho horas de sueño seguidas.

—Yo ayer te di hasta dos opciones, no es mi problema que tú no me hicieras caso. —Se excusó cruzándose de brazos.

Atrolondrado || CarlandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora