Capítulo 36: Viaje

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—Es extraño... —dijo Leo, cortándole el cuello al líder de los cazafortunas. Ya los habían acabado a todos y había mantenido vivo a uno para interrogarlo.

—Tenían órdenes de matarnos a todos... Incluso a la princesa —añadió, frunciendo el ceño, confundido.

Himura se encogió de hombros.

—Juegos políticos... Lo de siempre —sugirió, pero Leo no estaba satisfecho.

—Agradece que solo eran una docena y no un centenar. Ahí tal vez hubiéramos tenido problemas —aclaró ella. —Vamos, sigamos, terminemos con esto —incitó al grupo a ponerse en marcha, y así fue.

...

El grupo avanzó día y noche. Nemes nunca estuvo más vigorizada tras chupar completamente a casi seis personas, así que no se negó a moverse durante el día.

En algún punto, superaron el bosque y se encontraron en unas enormes planicies, que Leo solo aclaró era la mitad del camino.

—¿Quiénes son? —preguntó Nemes, señalando a la distancia. Un enorme grupo de personas se movía a gran velocidad con musculosos caballos.

—¿Eh? ¿Quién? —respondió Leo, sin poder ver nada. Entrecerró los ojos y, cuando finalmente pudo ver, su rostro se volvió sombrío. —Son una tribu Kalastar...

—Vaya... —dijo Nemes, reconociéndolos. Sabía que los Kalastar eran varias tribus nómadas que vivían de la guerra. A veces eran mercenarios, otras saqueadores, y algunas veces chantajistas.

Podían ir a una ciudad o pueblo y pedirle tributo, si no, ellos la atacarían. Pero no eran estúpidos; no iban a ciudades que sabían que no podían vencer...

—¿Por qué están tan dentro de Intos? Generalmente están en las fronteras de las cuatro regiones... Vamos a tener que desviarnos. Temo que si nos ven nos querrán volver esclavos.

Todo el grupo aceptó en silencio. Ese desvío les sumó otros dos días de larga caminata y trote. Que el grupo hizo con cansancio.

...

Habían estado viajando otros 4 días, el viaje había hecho mella en ellos. Olían mal, estaban sucios, cansados y frustrados. 

Afortunadamente, no fue del todo malo:

Al tener un grupo "diverso": una princesa elfa, un descendiente de ángel, una foxkin oriental y una vampira con pensamientos contemporáneos, las discusiones y las pullas eran infinitas. Es más, en algún punto se acostumbraron a los insistentes ataques y empezaron a tomarlos más como bromas que como ofensas, formando una dinámica extraña.

El grupo se había vuelto tal vez una pizca más unido, especialmente entre Nemes, Misra y Leo, que siempre estaban abiertos a hablar. Himura parecía mantener una barrera social proactivamente contra ellos, solo parecía querer hablar con Nemes... Aun así, incluso ella se estaba abriendo poco a poco.

Estaban alrededor de una fogata improvisada, comiendo algunas liebres y aves que Nemes cazó con facilidad.

—De todas formas, ¿qué es ese poder extraño que usas? Hace poco invocaste la katana más larga que he visto en mi vida —dijo Himura, asombrada e intrigada.

—¿Te parece extraño? Quiero decir, Leo literalmente se teletransporta. Si lo comparas con hacer aparecer una espada, mi habilidad se queda corta... —dijo Nemes humildemente, y lo creía en serio, aunque no negaba que no cambiaría su habilidad por nada.

—Bueno... El chico maniaco seguramente es algo, pero lo tuyo es único —dijo Himura, mirándola de arriba a abajo, lo que le dio un extraño escalofrío. Afortunadamente alguien interrumpió la conversación:

—Nemes... —una voz baja la llamó desde el borde de la fogata. Allí, apoyada a un árbol, lucía Misra. —¿Tienes hambre...? —dijo suavemente mientras usaba el árbol para esconderse del grupo, pero Nemes pudo ver su larga oreja, que sobresalía totalmente roja. Estaba avergonzada.

La vampira, como seducida por una sirena, lanzo una pequeña sonrisa y fue hasta ella con paso suave, siguiéndola hasta que ambas se perdieron en las sombras.

Leo y Himura suspiraron al unísono al verlas irse, como hacían a menudo. En estos ocho días, la vampira y la elfa habían blanqueado un poco su situación simbiótica y su extraña relación. Por lo cual, ellos ya no plantearon más preguntas.

Es cierto decir que incluso Leo estaba sintiendo los efectos adictivos. Pero él no dejaba que se mostrara en su rostro ni en sus acciones. Tenía una voluntad mucho más grande de lo que aparentaba. Y, de todas formas, mañana su problema ya estaría solucionado...

...

—Llegamos...

Una enorme entrada en una enorme montaña, le hizo acordar a las mineshafts del juego cubico que tanto jugaba en la tierra...

—Las minas Jurisprudencias. En antaño, aqui se firmaban tratados entre todas las naciones del continente, se dice que sus infinitos pasadizos pueden llevarte a cualquier lugar que quieras, claro si no te pierdes en ellos.— Dijo adoptando su pose sabelotodo mientras entraba, el resto del grupo lo siguio, con curiosidad, como si estuvieran en una segura expedicion.

—No se alejen mucho de mi. Los enanos eran conocidos por poner raras trampas en todas sus construcciones.— Dijo haciendo una mueca, se notaba que habia sufrido por ellas. El tomo una de las viejas antorchas de las paredes y se la mostro a Nemes, para que la encendiera, cosa que hizo.

—Menos mal ya se extinguieron. — Rechisto por lo bajo. —De igual manera, el camino que tomamos es seguro, no es la primera vez que lo hago.

El grupo avanzo aun mas, pisando con silencio y cuidado.

 La cueva era, a los ojos de Nemes, horrible. En algunos sectores, no se veía la roca de la pared por la cantidad de telarañas que había en ella. Estaba todo totalmente oscuro, de vez en cuando veía rieles y vagonetas, abandonadas por supuesto, la gran mayoría vacías y sino con algunas pizcas de carbón, el ambiente era húmedo y polvoriento.

Costaba respirar y casi parecía toxico, un ambiente problemático claro. Pero no para un vampiro, veía perfectamente en la oscuridad y se sentía cómoda por algún motivo, exceptuando la horrible estética de la zona estaba en confort.

Como si fuera un murciélago se sentía en comodidad en interiores oscuros que en el exterior.

—Leo... Hay una enorme araña enfrente tuyo...— Dijo Nemes, un miedo olvidado volvia a surgir en ella, pero lo afronto.

—Hm? Es cierto— Dijo alumbrando al enorme insecto enfrente de el, era grande, lo suficientemente grande como para no poder matarla pisándola pero no mucho mas.

—Son venenosas, procuren que no les muerdan, tengo la cura pero es cara. Y no la dare gratis...— Dijo mientras enterraba la antorcha en la cara del bicho.

La araña chillo en sufrimiento y murió, penosamente. El grupo siguio, ahora cubirendo bien las paredes y el techo buscando arañas escondidas. Cada vez se adentraban mas en la cueva.

—Ya falta poco... Esten listas para la batalla...— Dijo mirandolas con seriedad, luego se detuvo en Misra. —Tu deberias esperar aqui... Solo tienes que tener cuidado de las arañas— Dijo entregandole la antorcha


...


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Renací Como Mi Personaje Vampiro!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora