Capitulo 5

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Días más tarde, mientras caminábamos hacia allí, me contaste que la casa en la que se celebraba el guateque era de un conocido de unos amigos con el que habías coincidido solo un par de veces, pero, al parecer, la gracia de aquello era precisamente Eso, poder reunirme en un lugar, bailar, comer y hablar para conocer gente. Lo entendí en cuanto traspasamos el umbral de la puerta y el sonido de la música llegó hasta mí desde el otro lado de la estancia. Saludaste a un par de chicos antes de que el anfitrión nos preguntase si queríamos beber un refresco. Nos lo terminamos casi sin hablar, tan solo apoyados en una pared algo alejada del resto y mirándonos por encima del vaso. Cuando sonó Black Is Black, tú me cogiste de la mano sin dudar y empezamos a movernos al ritmo de la música.

    Llevaba la misma camisa de color verde musgo que había usado el primer domingo y algunas omegas que estaban reunidas más allá en un grupito parecían cuchichear sobre nosotros mientras te miraban con descaro, pero pronto todo eso dejó de importarme. Porque cuando nuestros ojos se encontraban no había nada más. Comencé a relajarme. Y a sonreír. Bailamos hasta cansarnos y nos marchamos un poco antes de mi toque de queda.

    El viento de la calle era húmedo pero agradable.

    Tú te encendiste un cigarro. Me pediste que nos sentásemos un momento cuando pasamos por una pequeña plaza y te sacaste un libro del bolsillo interior de la chaqueta. Estaba gastado, casi doblado, con las hojas amarillentas y la cubierta cuarteada. Me lo diste.

    ― ¿Lo conoces?― expulsaste el humo.

    Era de un tal Jack London. Negué con la cabeza.

    ― Quédatelo. Te gustará.― te sentaste a mi lado.

    ― Tardaría años en terminármelo.― murmuré mientras lo abría y pasaba las páginas. Me di cuenta de que dentro había anotaciones y deduje que esa caligrafía curvada y bonita era tuya. Te envidié por un momento, porque mi letra era terrible, propia de un niño.

    ― Entonces podríamos leerlo juntos, quizás.

    ― ¿Lo dices en serio?― te miré ilusionado.

    -Claro. Lo llevaré siempre encima, cada vez que te vea. Y no solo este.― te dejaste el cigarro en los labios y me quitaste el libro de las manos ― Leeremos más. Todos los que tú quieras. Bastará con unas pocas páginas al día al encontrarnos de camino al mercado…

    Tragué saliva, con las manos en el regazo. Alcé la barbilla hacia ti y te quedaste callado, pero tus ojos descendieron hasta posarse en mis labios. Tiraste el cigarro.

    ― ¿Por qué haces todo esto por mí?― te preguntó.

    ―Es evidente, ¿no? Voy a casarme contigo, Namjoon.

    Me eché a reír, aunque el corazón me latía tan rápido que pensé que tú también podrías oírlo. Pero luego, tras los nervios, fruncí el ceño y me puse serio. No entendía cómo podías ser así, tan… directo, tan… todo. Tampoco entendía el miedo que me dabas. La inseguridad. Lo que sabía que no sentido habría si el chico que me hubiera pedido salir fuese el vecino de enfrente de mi casa, ese con el que mi padre decía que haría buena pareja y que a mí me parecía soporífero porque solo sabía hablar de caza, de los conejos que conseguía cada fin de semana que iban al campo, ya mí no podría haberme interesado menos.

    ― No te burles de mí.― susurré bajito.

    ― No me rompas tú a mí el corazón.

    Y mientras tu voz aún me envolvía, me sujetaste la barbilla con los dedos, te inclinaste y tus labios rozaron los míos. Cerré los ojos, temblando. «Jungkook», tu nombre se deslizó por mi piel como si buscase quedarse grabado en cada línea y cada lunar, pero no lo dije en voz alta, porque en esos momentos solo podía pensar en la calidez de tu boca sobre la mía, en que aquel beso era como encender una cerilla que prende con fuerza, de golpe. No sabía qué hacer con las manos, no seguiría moverme, pero sí entendí lo que me hacías sentir; esa calidez que trepaba por mi tripa y quemaba cada vez más, hasta que te apartaste despacio y te quedaste mirándome, esperando a que abriese los ojos. Tenía la respiración agitada.

    Nos sonreímos bajo la luna llena de aquella noche.



Le exijo a la vida mi amor de juventud así como este.
Es un capítulo cortito pero super bonito espero lo disfruten mucho

El chico que pintaba constelaciones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora