Capitulo 23

13 4 0
                                    


    Un mes después, justo cuando me llegó la primera tanda de cartas, descubrí que estaba embarazado. Y al mirar atrás, reconozco que fue un momento raro. Oh, más bien, inoportuno. Los dos queríamos tener más hijos, pero de nuevo ocurría justo cuando por fin despegaba laboralmente. Ya había sacrificado aquella parte de mi vida años atrás, porque fue imposible aceptar el empleo que me ofrecieron estando de ocho meses, y justo en aquel instante estaba tan centrado en el proyecto que tenía entre manos que la noticia fue como el zumbido de una abeja. Que no esperas y que te hace despertar. Quería otro bebé, lo quería…

    Pero también quería lo otro.

    Y entonces me sentí culpable.

    - No hagas eso, Joon. Escúchame, esta vez será diferente, ¿de acuerdo? Porque trabajas desde casa y puedes seguir haciendo. Yo te ayudaré. Intentaremos compaginarnos. Puedo cambiar el horario de tardes para recoger a Jiha del colegio. Nos apañaremos.

    Asentí, con un nudo en la garganta.

    Un nudo que desapareció semanas y meses después, conforme Sukho crecía dentro de mí. De hecho, fue un embarazo diferente, uno que pasó mejor que el de Jiha. Simplemente, en algún momento, conéctate con él. Quizás porque, por primera vez en años, estaba a solas cada mañana tan solo acompañado por la máquina de escribir y por las patas que Sukho me daba sin parar. Compartíamos aquella rutina. El segundo café con leche descafeinado. Los momentos en los que me quedaban pensativo mirando por la ventana. Las cartas que llevábamos a correos. La satisfacción cada vez que sentía que estaba haciendo algo útil, algo que me llenaba, hablando con omegas de todas partes. También con alfas, aunque pocos. Yo siempre he creído que nosotros somos mucho más comunicativos, que nos gusta compartir, dar, abrirnos, que nos implicamos en todo de una forma más emocional.

    Me reuní en dos ocasiones con Samuel y en ambos fuimos a comer. Él quería discutir conmigo algunas de las propuestas que había seleccionado del «buzón de sugerencias». Lo bueno de Samuel era que, al contrario que su padre, era alguien dispuesto a escuchar. No te miraba por encima del hombro y no se reía si decías algo tonto frente a su experiencia. Al revés, se lo tomó todo muy en serio, hasta el comentario más insignificante. Me gustaba que se preocupase por la revista y por los contenidos que ofrecían. Yo estaba convencido de que el problema no eran los temas, sino que la revista se dirigía a un público joven ya esa generación nos interesaban otras cosas. Cuando me propuso que hiciese algunas pruebas para ver si podía participar de vez en cuando en alguna sección, me negué.

    ― Ni siquiera doy abasto respondiendo las cartas de los lectores. Hay demasiados. No puedo hacerme carga de algo más, Samuel. Y menos ahora.

    ― Podemos contratar a alguien para que te ayude.

    ― ¿Estás seguro?― preguntó indeciso.

    -Claro. Se ha corrido la voz de que tenemos en cuenta la opinión de los lectores, entre otras cosas, y las ventas han ido mejor este último trimestre. No me quiero precipitar, pero creo que vamos por el buen camino. Todo se reduce a darle al cliente lo que quiere, ¿no es cierto? Y, mírate, ¿quién va a saberlo mejor que tú, Namjoon? Eres justo el tipo de omega que nos lee, ¿qué edad tienes?

    —Treinta y uno.

    —Lo que decía.

    Suspiré y lo pensé.

    ― Tengo una buena amiga que estudió conmigo ya la que le encantó la idea de responder las cartas. Se llama Clara, es lista y aprende muy rápido.

    -Perfecto. Pues no hay más que hablar.

    Así fue como Clara comenzó a formar parte de aquel proyecto. A menudo trabajábamos juntos. Venía a casa, preparábamos algo para almorzar y contestábamos cartas, algunas entre los dos cuando trataban temas difíciles, en otras ocasiones nos centrábamos cada uno en lo suyo y apenas hablábamos hasta terminar.

El chico que pintaba constelaciones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora