Era un martes cualquiera, pero llegaste a casa de buen humor. Lo sé porque siempre que tenías un buen día encendías los tocadiscos que habíamos comprado las anteriores navidades y elegías un vinilo del pequeño repertorio que cada vez hacíamos más grande. Mi gran noche, de Raphael, inundó el salón y sonreí, porque a mí me encantaba esa canción y tú siempre te burlabas. Solían gustarte más los grupos extranjeros, esos que se escuchaban menos por la radio, aunque Nino Bravo era tu debilidad. Me tendiste la mano y me diste una vuelta antes de pegarme a ti y empezar a cantarme al oído.
― «¿Qué pasará, qué misterio habrá? Puede ser mi gran noche».
― ¿Qué mosca te ha picado hoy?― preguntó.
― «Caminaré, abrazado a mi amor, por las calles sin rumbo».
― Jungkook, tengo el arroz al fuego.― me reí.
― Pues será mejor que lo apaguemos, porque esto es importante.― me soltaste y fuiste a la cocina a toda prisa mientras la canción seguía sonando. Después de me pediste que me sentase en el sofá tapizado que tú mismo habías hecho en el taller de tu padre para nosotros, creo que esto te va a gustar. Lo vi el otro día colgado en la pared de anuncios de la universidad, lo consultó con Martínez y dice que es una buena opción.
― Me estás poniendo nervioso.
Te sacaste un papel doblado del bolsillo del pantalón y me lo tendiste. Parecía entusiasmado. Mientras esperabas mi reacción, sonreías con los ojos. Lo leí. «Curso de taquigrafía y mecanografía». Parpadeé confundido antes de alzar la vista.
- ¿Qué te parece? Pensé que te gustaría.
― Pero… Jungkook, no puedo hacer esto.
― ¿Por qué no?― frunciste el ceño.
― ¿Te burlas de mí?― me levanté, sofocado ― ¡No tengo estudios! Hasta que te conocí a ti, apenas sabía leer ni mucho menos escribir. ¿Y ahora quieres que haga esto?― agité el papel del anuncio en la mano, alterado mientras tú me mirabas sin saber qué decir.
Cuando conseguiste reaccionar, te levantaste también y me rodeaste la cintura con los brazos. Yo intenté zafarme, pero me pediste que me calmase y respiré hondo.
―Confío en ti, Namjoon. Y sabía que te gustaría. Te encanta el mundo de las letras, de las palabras, y es algo que tiene demanda. Podrías trabajar como asistente en algún despacho de abogados, o en los juzgados, o en muchos otros sitios. ¿No era eso lo que querías, cariño? Dime qué es lo que necesitas, porque te juro que me voy a volver loco si sigo viéndote así, tan apagado cada día. Sabes que también sufro, ¿verdad?― susurraste con la mirada brillante, enfrentándome mientras los dos respirábamos agitados ― Necesito que lo sepas. Que también me duele todo esto. Y que estoy a punto de derrumbarme…
Tú, el chico valiente e idealista que siempre tenía una sonrisa para mí, estabas «a punto de derrumbarse». Hubo algo en esa frase que se me clavó en el alma. O quizás fue por lo que encontré en tus ojos, la inseguridad, esa incertidumbre que ya no sabías disimular.
Me limpié las lágrimas con el dorso de la mano.
― Me da miedo no ser capaz. Decepcionarte.
― A mí nunca podrías decepcionarte, cariño.
― No te merezco.― escondí el rostro en tu pecho.
― No vuelvas a decir eso. Espera un segundo.― fuiste hasta los tocadiscos, quitaste el vinilo de Raphael y pusiste el de Nino Bravo, tu preferido. Te quiero, te quiero empezó a sonar y yo sonreí, aunque aún estaba llorando. Era una de tus preferidas. Esa que me cantabas al oído los fines de semana, cuando las horas del sábado se deshacían entre música y los ratos que pasábamos juntos ― Deberíamos salir a celebrarlo. Ir al cine, por ejemplo.
―Sueña bien. Por cierto, eres consciente de que mi padre intentará matarte, ¿verdad? Consentir que su hijo estudie y nada menos que para conseguir un empleo…
― ¿Parezco preocupado?― te burlaste antes de inclinarte y que tus labios me rozasen la oreja ― «Te quiero, vida mía. Te quiero noche y día, no he querido nunca así. Te quiero con ternura, con miedo, con locura, solo vivo para ti. Yo te seré siempre fiel, pues para mí quiero en flor ese clavel de tu piel y de tu amor. Mi voz igual que un niño, te pide con cariño, ven a mí, abrázame».
Yo me reí al tiempo que nos mecíamos juntos, con mis manos alrededor de tu cuello y tu aliento haciéndome cosquillas en la mejilla. Ese día, cuando nos acostamos, me di cuenta de que aún tenía miedo, Jungkook. Temía no estar al nivel de los demás en el curso, quedarme atrás, no conseguirlo, porque ahora tenía un reto por delante. Pero, cuando me di la vuelta tras darte un beso de buenas noches, dibujé una sonrisa en la almohada.
Y sentí un cosquilleo en la tripa.
Era emoción. Era ilusión.
Estoy tan enamorada de esta pareja por favor necesito algo así en mi vida
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El chico que pintaba constelaciones
General FictionEl amor es más fuerte que el paso de los años ESTA HISTORIA NO ME PERTENECE LE PERTENECE A "EUFORIAS"GRACIAS POR ADAPTAR ESTA GENIALIDAD LA TRAIGO A USTEDES PARA QUE AL IGUAL QUE YO DISFRUTEN.