26. La cobardía del valiente.

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Ha llegado el día. Ha llegado el día en que las cosas pueden salir de dos formas: puede que logremos nuestro objetivo, o puede que termine con una bala en la frente. Y no sé porqué, ninguna de las posibilidades me disgusta.

Hoy, como es lógico, no he entrenado. Ayer pasé toda la tarde ayudando a Conway a pulir las cualidades de los alumnos, y he de decir que hay una mejora notable. Están preparados.

Me he despertado una hora antes de los nervios, y no han mejorado a lo largo del día. Tengo náuseas y estoy más inquieta que nunca. Estoy en el vestíbulo esperando a que alguien venga a buscarme. Sentada en una de las sillas, lo único que suena a mi alrededor es el repiqueteo de mi zapato en el suelo. Lo miro atentamente, concentrándome al máximo para no vomitar.

—¿Todo bien? —su usual pregunta interrumpe en mis pensamientos.

Levanto la cabeza y, de alguna forma, verle por fin la cara a alguien me tranquiliza. Sus ojos negros me miran a través de los vidrios oscuros, a la espera de mi respuesta.

—Sí, todo bien —contesto. Él aparta la mirada con aparente desinterés.

—Acompáñame —dice, y empieza a caminar confiando en que le siga.

Respiro hondo y hago el intento de tragarme la ansiedad antes de ponerme de pie y seguir los pasos de Freddy. Le sigo unos cuantos metros por detrás hasta que se mete en una sala. Yo hago lo mismo, con el corazón en la garganta.

Cuando entro, me encuentro con una sala bastante similar a una oficina. Sin ventanas. Lo veo rebuscar en un armario que parece de primeros auxilios. Saca unos guantes de látex, un kit de suturas y un botiquín blanco. Lo deja todo sobre la mesa y rebusca en su bolsillo. Saca un pequeño sobrecito y lo deja junto al resto de cosas.

—Sientate en la mesa, mejor —me pide, mientras se quita las gafas de sol y se desabrocha los guantes.

Me quito la chaqueta que tengo puesta y me siento sobre la mesa. Él termina de quitarse los guantes y se pone los de látex. Abre el botiquín y saca gasas, para después dirijirse al sobrecito y sacar una plaquita negra muy fina. Deja las gasas y el pequeño artefacto a mi lado y abre el kit de suturas. De él saca el bisturí y abre una cuchilla desechable nueva. La coloca y deja el bisturí sobre la mesa. Tras sacar un algodón y empaparlo en alcohol se acerca a mí.

Se posiciona justo enfrente de mí y me mira con una cara que no logro descifrar. Sólo sé que hacer esto no le hace mucha gracia.

—¿Puedo? —pregunta señalando mi pantalón corto.

Yo asiento, y con la mano que tiene libre remanga mi pantalón. Me limpia con el algodón una pequeña superficie en el muslo y deja el algodón apartado. Coje el bisturí y las gasas. Me mira, esperando a que le avise cuando esté lista. Respiro hondo antes de asentir. Noto la fría cuchilla sobre mi piel antes de hundirse en ella. Tan solo es un pequeño corte, pero la situación en sí es bastante agobiante.

Lo noto tragar antes de ir a por unas pinzas al kit de suturas. Con las pinzas coje el pequeño chip, y se acerca otra vez a mí. Noto las pinzas meterse en el corte, hundiendo lo más lejos posible el chip. Hago un sonido de molestia cuando empieza a doler. Freddy empuja un poco más el microchip y saca las pinzas rápidamente.

—Lo siento —dice, disculpándose por haberme hecho daño.

Agarra las gasas y limpia la gotita de sangre que empieza a formar un camino sobre mi pierna. Luego, con otra gasa, la deja apretando el pequeño corte.

—Sujeta fuerte —me pide. Mi mano sustituye la suya, apretando la herida.

Freddy no pasa desapercibido el temblor de mis manos, y se queda un par de segundos mirándome con el ceño fruncido antes de ponerse a recoger todo lo que ha sacado. Cuando ha terminado, lo último que hace es quitarse los guantes de látex y tirarlos a la basura.

A million little times [ꜰʀᴇᴅᴅʏ ᴛʀᴜᴄᴀᴢᴏ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora