Capítulo 8

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Jake

Las sombras de la noche envuelven el dormitorio mientras cierro los ojos, tratando de encontrar algo de paz. Sin embargo, el sueño me atrapa en una pesadilla que no puedo evitar. Estoy en una casa que parece familiar pero desmoronada, con ecos de voces distantes resonando en el aire.

Recuerdo claramente el momento en que abrí la puerta de mi habitación, hace diez años. El frío en el aire es palpable, y la luz de la mañana apenas se filtra a través de las cortinas. Mi madre está allí, en la cama, inmóvil. El tiempo parece detenerse mientras mi corazón se acelera, y la escena se repite una y otra vez. Sus ojos están cerrados, y el silencio que llena la habitación es abrumador. Intento gritar, pero no sale ningún sonido. El miedo y la desesperación me ahogan mientras la imagen de su rostro sin vida permanece grabada en mi mente.

Despertar de la pesadilla es un proceso aterrador. Me encuentro en mi cama, temblando y sudando, con el corazón latiendo desbocado. El recuerdo de ese trágico día se siente tan vívido como si hubiera ocurrido ayer. Mi respiración es irregular y pesada, y el temor se mezcla con una sensación de impotencia.

El ruido del despertar también ha sacudido a Noah, que está sentado en la cama con una expresión confundida y preocupada.

-Jake ¿Estás bien? -pregunta con voz somnolienta-. ¿Qué pasa?

No respondo de inmediato. El temblor en mis manos y el sudor frío en mi frente son demasiado abrumadores. Decido que necesito salir, alejarme de la habitación y del espacio que se ha vuelto claustrofóbico. Me levanto rápidamente, tratando de controlar mi respiración y evitando la mirada de Noah.

-Lo siento, Noah. Solo... necesito salir un momento -digo con voz temblorosa-. No te preocupes, solo fue un... mal sueño.

Noah asiente lentamente, aún un poco adormecido pero claramente preocupado por mi estado. Me visto rápidamente y salgo de la habitación, el aire frío de la noche golpea mi rostro mientras atravieso el campus. El silencio de la madrugada es reconfortante, aunque mi mente sigue agitada por la pesadilla.

Camino sin rumbo fijo, con las manos metidas en los bolsillos de mi chaqueta. El campus está tranquilo y vacío, la mayoría de los estudiantes aún duermen. El frío me ayuda a calmar mi mente un poco, pero la inquietud persiste.

Al doblar una esquina, veo una figura a lo lejos. Mi corazón se acelera al darme cuenta de que es Alex, sentado en una banca, mirando hacia el horizonte. No puedo evitar acercarme, sintiendo una extraña mezcla de deseo de compañía y de confusión.

Alex me nota mientras me acerco y se pone de pie. Su expresión es una mezcla de sorpresa y curiosidad, pero su actitud sigue siendo reservada.

-¿Jake? -pregunta con un tono de voz bajo, casi como si intentara no interrumpir el silencio de la noche-. ¿Qué haces aquí a esta hora?

-No pude dormir -respondo, mi voz temblando un poco-. Tuve una pesadilla y necesitaba aire fresco.

-Lo siento por eso. Las pesadillas pueden ser bastante difíciles de manejar -dice, su tono es más suave de lo que esperaba. Parece genuinamente interesado en cómo me siento.

-Sí, son... difíciles -admito-. No sé por qué estoy aquí, solo necesitaba salir.

Alex mira a su alrededor y luego me señala la banca.

-Si quieres sentarte, adelante. A veces, hablar con alguien puede ayudar a aclarar las cosas.

Me siento, y Alex se sienta a mi lado. La presencia de alguien, incluso de Alex, es reconfortante en medio de la soledad de la noche.

-¿Y tú qué haces aquí? -pregunto, intentando desviar la conversación hacia él.

Alex se encoge de hombros, su mirada fija en el horizonte.

-No puedo dormir bien, así que salgo a caminar de vez en cuando. A veces es más fácil pensar cuando estás solo en la noche.

El tiempo pasa lentamente mientras conversamos. Alex me cuenta brevemente sobre sus rutinas nocturnas y sus pensamientos, mientras yo hablo sobre lo que puedo. La conversación fluye con una naturalidad inesperada, y me doy cuenta de que la compañía de Alex, aunque inesperada, es un consuelo en medio de la angustia que siento.

Finalmente, decido abrirme un poco más, sintiendo que Alex podría entender mi dolor de una manera que otros no podrían.

-Mi pesadilla estaba relacionada con mi madre -comienzo, mi voz temblando mientras hablo-. La encontré muerta cuando tenía diez años. Fue... devastador. Todavía me afecta mucho, especialmente cuando se acerca el aniversario de su muerte. A veces, voy al cementerio a hablar con ella, a contarle sobre mi vida, mis estudios. Me ayuda a sentirme un poco más cerca de ella.

Alex me mira con atención, su expresión imperturbable, pero sus ojos reflejan una comprensión silenciosa.

-Lo siento mucho, Jake -dice suavemente-. No puedo imaginar lo que debe ser pasar por eso a una edad tan temprana.

Me ruborizo ligeramente por la vulnerabilidad, pero continúo, sintiendo que hablar sobre ello es en realidad un alivio.

-Sí, es difícil. Y a veces siento que no puedo escapar de ese dolor. Pero trato de seguir adelante, de no dejar que eso me detenga. Mi madre solía tocar la guitarra y componer canciones. Aprendí a tocar para mantener esa conexión con ella, para sentirme más cerca de quien era.

lex asiente lentamente, escuchando atentamente.

-Eso suena hermoso. La música puede ser una forma poderosa de conectar con lo que hemos perdido. Yo... también he tenido mis propios desafíos con mi familia. Mi madre me echó de casa cuando se volvió a casar. Me quedé solo y tuve que aprender a sobrevivir por mi cuenta. A veces, también salgo a caminar solo en la noche, para aclarar mis pensamientos.

-¿Qué pasó? -pregunto, intrigado-. ¿Por qué te echó de casa?

Alex se queda en silencio por un momento, como si estuviera considerando cuánto compartir. Finalmente, habla, su tono es más frío que antes, pero también hay una chispa de vulnerabilidad en sus palabras.

-Mi madre se volvió a casar con un hombre que no me aceptó. Me decía que no tenía futuro, que no encajaba en la nueva familia que estaba formando. Así que me echó de casa y me fui a buscar mi propio camino. No fue fácil, pero aprendí a valérmelas solo. La vida me ha enseñado a protegerme a mí mismo.

Siento una profunda empatía por Alex. Sus palabras resuenan con la tristeza de una vida llena de desafíos y desilusión.

-Eso debe haber sido muy duro -digo, mi voz llena de compasión-. A veces, siento que el dolor nunca se va, pero al menos encontramos formas de sobrellevarlo.

Alex me mira, y por un breve momento, su expresión se suaviza.

-Sí, al final, solo tratamos de seguir adelante, ¿verdad? A veces, encontrar a alguien con quien compartir ese dolor puede hacer que sea un poco más llevadero.

Asiento, sintiendo que la conversación ha sido un pequeño consuelo en medio de la tormenta de mis pensamientos. El frío de la noche sigue envolviéndonos, pero hay un sentido de conexión en el aire, una comprensión compartida de las luchas personales que ambos enfrentamos.

Finalmente, Alex se pone de pie, listo para regresar al interior.

-Bueno, supongo que es hora de que vuelva -dice, su tono vuelve a ser el mismo de antes, pero hay un toque de calidez en sus palabras-. Si alguna vez necesitas hablar más, estaré por aquí.

-Gracias, Alex -digo, sintiéndome un poco más en paz-. Aprecio mucho tu compañía esta noche.

Alex asiente y comienza a alejarse. Me quedo sentado en la banca, sintiendo que, aunque el dolor de la noche todavía está presente, he encontrado un pequeño rayo de luz en medio de la oscuridad. La conexión con Alex, aunque inesperada, ha sido un recordatorio de que incluso en los momentos más difíciles, no estamos realmente solos.

Chico Malo, Corazón BuenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora