Teo adopta una posición tensa, absorto por completo en la carrera. Intento concentrarme en ella pero el susto se resiste a abandonarme del todo.
—¿Qué le has dicho? —me pregunta justo antes de hacer una mueca de rabia lanzando una mano suelta al aire. El número veinte ha adelantado a nuestro escogido, relegándolo a cuarta posición—. ¿Estás bien? —Dándose cuenta de mi silencio, gira la cabeza un par de veces para echarme cortas miradas y volver rápido a la carrera; pero acaricia mi muslo con su mano bien extendida para hacerme saber que le importa mi respuesta.
—¿A quién? —Me muevo hacia delante, recomponiéndome. Imito su posición para ver si se me contagia su entrega.
—A la chica del mostrador —comenta sin apartar la mirada del número quince.
—Me acabas de hacer callar porque empezaba la carrera, ¿y ahora quieres que yo responda a tu pregunta?
—Puedo hacer dos cosas a la vez. Lo sé, es inaudito.
—Lo inaudito es tu doble rasero.
—Puedo hacer dos cosas a la vez, pero discutir contigo no es ninguna de ellas.
—Eres insufrible.
—¿Qué le has dicho? —vuelve a preguntar, ignorando mi aportación.
—Ninguna mentira. —Sonrío sin mirarlo, concentrada en el caballo por el que le he hecho apostar—. Le he dicho que tendría más problemas si te enfadas y llamas a su encargado, que si accedía a registrar tu apuesta.
—Estoy impresionado. —Se vuelve hacia mí y mi sonrisa se hace tan enorme que duele. Le guiño el ojo, coqueta, pero me muero de la vergüenza acto seguido y devuelvo mi atención a la carrera.
—Si coqueteas conmigo me pones muy difícil lo de hacer dos cosas a la vez, nena. —¿Nena? Me río en alto—. Me haces querer arrastrarte al coche y hacer solamente una cosa durante mucho, mucho, rato.
Mis carcajadas cesan de golpe. Me acaba de dejar K.O.
Incapaz de contestar y esforzándome por ignorar el calor que sube por mi cuello, clavo mis ojos en la pista. Nuestras miradas se cruzan brevemente cada vez que ambos intentamos averiguar al otro de reojo.
Me cuesta toda la primera vuelta concentrarme en la carrera, pero para el comienzo de la segunda estoy completamente metida en la causa y sintiendo como danza en mi estómago la adrenalina de la competición.
—Vamos, vamos —murmuro entusiasmada cuando el quince se posiciona tercero adelantando al número veinte por el interior de la curva. Miro hacia Teo que lo celebra con discreción, apretando con fuerza los puños.
—Espero que hayas escogido bien —apunta.
—Tampoco es para tanto. Cien libras no es poca cosa para la mayoría de los mortales, pero apuesto a que no serían una gran pérdida para ti.
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Deber Amor Traición
RomanceRea Moore lo tiene todo planeado: continuar siendo animadora en la universidad y prepararse para su inevitable futuro en Redwood, la prestigiosa empresa de whisky de su padre, Frank Moore. Como la hija perfecta, la presión la lleva a desear mudarse...