El sol ingresó por una hendija del ventanal que había quedado descubierta por la cortina. Se escuchó el sonido del tránsito de Nueva York y el viento de otoño moviendo las hojas de los árboles altos. Un mundo se movía allí afuera, mientras que el mío se había pausado en la cama de mi ex jefe, alias el diablo, llamado realmente Thomas White. Lo contemplé con detenimiento. Su mandíbula filosa, sus pómulos marcados pero no de una forma exagerada, su boca; labio superior levemente más adelantado que el inferior, su nariz un poco respingada en la punta seguida por un tabique recto, sus ojos azules hundidos para darle protagonismo a una mirada con cejas gruesas. Esos ojos muchas veces amenazantes. Intimidantes como el carajo. Pero, que en ese momento, se posaron en mí con un brillo dulce.
¿Cómo podía ser que él, este hombre perfecto, me amara?
—Estas semanas sin ti fueron horrendas. —Confesó. Me emocioné. Como una cría con su primer novio, me recorrió una sensación cálida que comenzó desde el pecho y terminó en mis neuronas haciendo cortocircuito. Dificultándoles el pensamiento coherente.
—¿Porque necesitabas a alguien que te pasara los informes? —Jugueteé.
—Si, la verdad es que es difícil trabajar sin una secretaria. —Me siguió el juego. Sonreí y negué con la cabeza. Él me apretó con el antebrazo que envolvía mi cintura, haciendo que mi anatomía se acercara más a la suya. Después del sexo, había dejado caer su espalda sobre el colchón y yo me acomodé a su lado. Su brazo pasó por debajo mío y todo el tiempo me hizo caricias siguiendo el recorrido de mi columna.
—¿Contratarás a alguien más?
—O puedes volver. —Di un beso en su pectoral, descartando la idea. Me gustaba trabajar en Tecnolife pero sentía que necesitaba empezar a abrir mi camino y conseguir un puesto que se relacionara realmente con mi carrera universitaria. Quería aprender, quería desenvolverme, quería alcanzar mi potencial. Y era mi oportunidad—. Oye, hablo en serio.
—Ajá... —Otro beso en su costilla.
—Te quiero trabajando para Tecnolife. Eres un talento valioso como para desperdiciarlo.
Alcé la cabeza inmediatamente, un mechón de cabello se coló en mi visión por lo que soplé para quitarlo del camino.
—No recuerdo que hayas dicho eso la última vez. —Rodó sus ojos.
—Estaba enfadado, ¿Está bien? —hice una mueca—. Hablé sin pensar.
—Pues miren al exitoso y terco Thomas White admitiendo su error. —Canturreé, para molestarlo. Aunque en el fondo, estaba aliviada de que esas palabras que me lastimaron en realidad no fueran su idea de mi—. Te tardaste.
Suspiró.
—Había sido una semana dura, tuve mucha presión con todos los eventos y cosas de las que tenía que encargarme, nuestro clima laboral no era el mejor y encima vi mi estúpida cara de embobado en la pantalla grande mientras todos los demás presenciaban mi enamoramiento por una mujer que no me correspondía. No fue un buen momento para que me siguieras pero lo hiciste y descargué toda mi frustración contigo. —Explicó. Una pregunta bailó en su expresión y no dudó en hacerla—. ¿En serio fue un error que pasaran nuestra foto en la reunión?
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El diablo viste de traje
RomanceAl jefe de Sofía lo despidieron. Ser secretaria de un anciano machista nunca había sido de su agrado así que, al volver a la oficina, lo hizo con la expectativa de que se encontraría con una persona más capacitada y menos odiosa. Solo para encontrar...