52: MI ALFA

95 13 8
                                    

El periodo menstrual nos afectó a todos los omegas por igual; incluso a aquellos —como supuse que habrían hecho los terroristas—, que se tomaban los bloqueadores. Con ellos, no sufrías el descontrol hormonal del celo, pero tú cuerpo seguía necesitando renovarse y seguías pasándote un par de días tirado en la cama.

Eso significaba que ninguno de nosotros había podido hacer gran cosa mientras los alfas solteros y solitarios continuaban su trabajo en Mina Negra. Para mi sorpresa, cuando regresé una semana después, casi todos los escombros estaba retirados y había comenzado las nuevas construcciones.

—No está tan mal —murmuró Jungkook, echando un rápido vistazo a los pies de la montaña y la colina que descendía hasta el fondo del valle.

Habían despejado la mina, pero las nuevas construcciones se habían enfocado en la entrada, al aire libre, donde habían empezado a cavar un poblado escalonado que descendía por el valle aprovechando la pendiente. El tiempo en el que Mina Negra estaba escondido en las profundidades, había terminado.

—No ahora que han quemado a los muertos y han empezado a construir —respondí—. Hace una semana, era aterrador.

El salvaje había insistido en acompañarme aquella vez. Según me había asegurado, con la mano en el pecho y una expresión solemne, para «ayudar» —porque él era el más fuerte y grande y blah, blah, blah…—; pero se había cargado una amplia mochila a los hombros y un fardo en cada mano. Y yo sabía que Jungkook era muy consciente de la tal cantidad de víveres y mercancías que habían llevado a Mina Negra, y que muchos de ellos no los iban a necesitar, y que sería una gran ocasión para hacer intercambios y reabastecerse de, por ejemplo, nuevas gallinas.

—¿Por dónde quieres empezar a… «ayudar»? —le pregunté, volviéndome hacia él con los brazos cruzados.

El alfa tardó un momento en devolverme la mirada, observando los almacenes a lo lejos mientras frotaba los bigotes contra mi cola alrededor de su cuello.

—Uhm —murmuró, pensativo—. Quizá empiece por ayudar a los alfas del almacén.—¿Ayudarles a deshacerse de los víveres y herramientas que tú necesitas, quieres decir?

Jungkook sonrió un poco.

—Ayudándoles a intercambiar cosas que no necesitan por cosas que sí —me corrigió. —¿Y por qué no se las regalas?, como hacen el resto de alfas. —Porque yo no soy como el resto de alfas, mi querido Jimin —respondió—. Creía que ya te había dejado eso bien claro: ayer tres veces, cuatro si contamos cuando me despertaste en mitad de la noche, y otra esta mañana, cuando bajaste directo a…

—¿Quieres decir que no eres como el resto porque eres un puto egoísta? —le interrumpí.

—Exacto —sonrió, inclinándose para darme un suave beso en los labios antes de comenzar su descenso y añadir de espaldas a mí—: Pero soy tu puto egoísta… no lo olvides.

Puse los ojos en blanco y negué con la cabeza. Aquello era solo culpa mía. No que Jungkook fuera subnormal e insoportable, claro, porque eso ya venía de antes; lo que era culpa mía era seguir alimentando su ego y aquella extraña situación en la que nos encontrábamos. La cuenta no era real, pero todo lo demás parecía real. No sabía muy bien cómo explicarlo exactamente. Jungkook era un manipulador de mierda y un traidor, pero estar con él resultaba… intoxicante.

Una garra de preocupación me atenazó las entrañas y, como siempre que pensaba en ello, empecé a respirar más rápido y a sentir una leve sensación de ansiedad. Me estaba haciendo el tonto, y yo sabía que me estaba haciendo el tonto e ignorando un montón de señales de alerta; pero me seguía dejando distraer y obligándome a olvidarlo una y otra vez. Era como un niño tapándose bajo las mantas cuando tenía miedo, creyendo que los monstruos no podrían alcanzarle si no les prestaba atención.

La Reserva♡Kookmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora