Doy vueltas en la cama ante el intenso malestar que siente mi cuerpo. Mi estómago me está destruyendo y junto con el dolor punzante de mi cabeza me impiden conciliar el sueño. Intento ver qué hora es, pero el simple hecho de moverme me marea. Sé que es de madrugada porque no hay ningún indicio de luz solar.
Puedo escuchar movimiento en la habitación de mi hermana y pienso que estoy delirando hasta que oigo la voz de mi madre:
—Tienes unas líneas de fiebre, espérame que buscaré un antibiótico.
La luz del baño que compartimos se encendió con su entrada, gruñí ante lo sensible que me sentí con la poca luz que me llegaba. Mi madre tuvo que haberme escuchado, porque se asomó por la puerta:
—¿Bis? ¿Estás bien?
—No. Me siento mal.
Caminó hacia mí y colocó su mano helada en mi frente.
—Isis tiene fiebre y está con nauseas. ¿A ti que te molesta?
—Siento punzadas en la cabeza y tengo el estómago revuelto.
—Tal vez comieron algo en la escuela que no les cayó bien—suspiró—¿Quieres tomarte un antibiótico, tambien?
Negué con la cabeza.
—Temo vomitar.
—Vale, pero te traeré un vaso de agua—murmuró y me cubrió mejor con la frazada—Mañana no irán a la escuela, avisaré a primera hora del día.
Gruñí y cerré mis ojos, esperando que el sueño me hiciera perder la conciencia de este sentimiento. Sin idea de la causa de mi malestar pasé muy mala noche. No estuve segura si logré dormir, hubo momentos y momentos. Cuando se hizo de día y me sentía con las fuerzas suficientes para levantarme de la cama, fui al baño. Me sentía asqueada y aún me dolía la cabeza, me acerqué al lavabo para mojarme la cara y nuca con agua fría.
Miré a través de la puerta de la habitación de Isis y estaba dormida, aunque con el ceño fruncido. Lentamente regresé a mi cama justo cuando mi madre abrió mi puerta:
—¿Cómo estás?
Negué con la cabeza, sentándome contra el cabecero—Un poco mejor, pero no entiendo que pudo haber pasado.
—Son los signos de una clara intoxicación—me explicó—No estaría mal que pudieras expulsar todo lo que tienes dentro, Isis lo consiguió y concilió el sueño.
—Pensar en vomitar me da más asco—cerré los ojos—No pasará.
Mi madre suspiró y miró el reloj en su muñeca: —Lo sé...al menos continúa tomando agua ¿vale? Ya llamé a la escuela y parece que hay un par de alumnos que están igual.
—Muy prestigiosa y todo, pero enferma a sus estudiantes. Muy bonito.
Tomé mi teléfono y no me sorprendió encontrarme con mensajes de Andrew, a pesar de recién ser las siete en punto de la mañana, sabía que su rutina empezaba bastante temprano.
Andrew: Buen día, malhumorada. Espero que estés despierta, aunque lo dudo.
Andrew: ¿Qué dices si paso a buscarte y vamos a desayunar antes de ir a la escuela?
Anubis: Hoy no, rubio. No iré a clases.
Andrew: ¿Por qué? ¿Pasó algo?
Anubis: Según mi mamá tengo una intoxicación estomacal. No pude dormir en toda la noche del dolor de cabeza y estómago. Mi hermana está igual.
Andrew: Oh no, lamento escucharlo ¿necesitan algo?
Anubis: No, gracias. Solo me apetece dormir.

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La apuesta perdida (MD 1) ©
Teen FictionElla es todo lo que él quiere. Él es todo lo que ella detesta. Anubis tiene que pasar su último año de instituto rodeada de chicos malcriados con un futuro garantizado e irrumpe en su mundo perfecto con la rebeldía que la caracteriza, consiguiendo a...