Este fanfic toma inspiración del universo de Hollow Knight, pero no sigue el lore oficial del juego.
Aquí, la Vasija Pura será llamada Caelum, y Elyra será el nombre de la protagonista. Los eventos y detalles de los personajes han sido reimaginados...
La oscuridad había regresado a Hallownest, una sombra lenta y persistente que devoraba lo poco que quedaba de vida en el reino. El sacrificio de Caelum, quien había sellado la infección en su interior como el Hollow Knight, parecía haber sido en vano. Radiance, la diosa de la luz, había encontrado una grieta en el alma del receptáculo, aprovechando un sentimiento que jamás debió existir: el amor que Caelum sentía por Elyra. Era una falla pequeña, casi imperceptible, pero suficiente para que la infección se desbordara, lenta y venenosa, desde su interior.
Los días pasaban, y Hallownest caía más profundamente en la ruina. Las murallas que una vez protegieron al reino ahora estaban cubiertas de musgo y grietas. Los habitantes que habían sobrevivido a la primera plaga veían con impotencia cómo la infección regresaba, más sigilosa pero igual de mortal. El aire mismo parecía pesado, cargado de un susurro oscuro que erizaba la piel de cualquiera que osara caminar por los caminos vacíos.
En el silencio de las ruinas del Palacio Blanco, un leve destello brillaba entre la penumbra. Elyra, la luminaria del alba, dormía profundamente, ajena al caos que se desataba a su alrededor. Pero su letargo no era natural; había sido consumida por la tristeza y la soledad. Aunque su cuerpo no mostraba signos de envejecimiento, la luz que una vez irradiaba con fuerza se había apagado. Ahora, apenas era una sombra de lo que alguna vez fue.
Mientras Hallownest se sumía en la desesperación, en una región lejana, un ser vagaba sin rumbo. Sus pasos eran silenciosos, y su figura, encorvada bajo el peso de la pérdida, era apenas reconocible. Nox, el receptáculo olvidado, avanzaba sin saber hacia dónde iba. Cada paso lo alejaba más de sus recuerdos, de su misión, de sí mismo.
Nox atravesaba un sendero cubierto de niebla, sus pensamientos se esfumaban como el aire frío que exhalaba. Había olvidado quién era, por qué caminaba, y, sobre todo, por qué sentía un vacío tan profundo en su corazón. Pero a medida que sus pies lo llevaban más cerca de Hallownest, una sensación incómoda se apoderaba de él, como si algo, en algún lugar, lo estuviera llamando.
—¿Quién... soy? —murmuró, su voz apenas audible mientras las imágenes de su pasado se disolvían en su mente.
A lo lejos, una estructura titánica se erguía entre las brumas: los límites de Hallownest. Aunque no lo recordaba, algo en él reaccionó. Sus pasos, que antes eran erráticos y sin dirección, ahora se volvieron más firmes, como si algún instinto latente lo guiara hacia aquel lugar. Cada metro que avanzaba, un eco distante resonaba en su mente, un susurro que le decía que debía regresar.
—Hallownest... —pronunció el nombre sin saber por qué.
Conforme se acercaba, el paisaje a su alrededor se volvía más desolado. La tierra estaba teñida de un color enfermizo, y el aire, denso con la infección, hacía que respirar fuera una tarea pesada. Nox continuó, empujado por un impulso más allá de su comprensión. El reino que una vez había sido próspero, ahora era un campo de sombras y corrupción. Los edificios abandonados, las carreteras vacías, todo era testigo de una tragedia que no lograba recordar.
—¿Por qué... siento esto? —susurró Nox, con las manos temblorosas mientras miraba el horizonte de un reino en ruinas.
Mientras avanzaba, su mente, tan rota y vacía como el mismo reino, empezó a llenarse de imágenes que no comprendía. Vio a un guerrero enmascarado, de pie frente a una luz cegadora. Vio un destello, una explosión de sombras, y el rostro de alguien... familiar.
—Hermano... —la palabra escapó de sus labios antes de que pudiera detenerla.
Algo en él comenzaba a recordar, pero cada intento de aferrarse a esos recuerdos lo dejaba aún más confundido y desesperado. Era como tratar de sostener arena entre los dedos. Por mucho que apretara, los detalles se le escapaban. Nox apretó el puño, sintiendo un dolor agudo en su pecho. Su cuerpo, agotado por la larga caminata, se tambaleó, pero se obligó a seguir.
Al otro lado del reino, en las ruinas del Palacio Blanco, el silencio era tan denso que parecía tangible. En una cámara olvidada, Elyra yacía dormida. Su rostro era sereno, pero su apariencia había cambiado profundamente desde su caída en el letargo. Su piel, antaño brillante y resplandeciente, ahora tenía el color de la noche más oscura. Su cabello negro flotaba ligeramente, moviéndose como si una energía invisible lo envolviera. Y su vestido, una vez blanco y puro, ahora parecía etéreo, como un reflejo de una estrella apagada.
—Elyra... —una voz, suave y distante, susurró en su mente.
Pero Elyra no escuchaba. Su sueño era profundo, pero no pacífico. Aunque su cuerpo permanecía inmóvil, su espíritu estaba atrapado en un ciclo de tristeza y vacío. Todo lo que había sido, todo lo que había representado, se desvanecía poco a poco.
En lo más profundo de ese sueño, una figura conocida se le aparecía una y otra vez: Caelum. Lo veía tal como lo recordaba, fuerte, sereno, pero siempre distante. Sin embargo, con cada aparición, su imagen se deformaba. La máscara de Caelum se agrietaba, y a través de esa fisura, la infección se filtraba, envolviendo todo a su alrededor.
—Caelum... —murmuró Elyra en su sueño, su voz ahogada por la tristeza— ¿Por qué no pude salvarte?
El brillo del collar que ambos compartían, aunque tenue, permanecía vivo, como un faro débil en medio de una tormenta. Ese era el último vestigio de su conexión, una promesa silenciosa de que, a pesar de todo, aún existía un vínculo entre ellos.
De vuelta en las afueras de Hallownest, Nox había llegado a las puertas del reino. Al ver las murallas ennegrecidas por la corrupción, su mente se mantuvo en blanco. No sentía miedo ni ansiedad, solo un vacío abrumador.
—Debo... entrar —dijo Nox, con una voz carente de emoción.
Cruzó el umbral de Hallownest, y al hacerlo, una sensación distante de reconocimiento cruzó su mente, como un eco lejano. No había recuerdos claros, solo la certeza de que debía avanzar.
—Mi propósito... —susurró, aunque sin comprender del todo lo que significaba.
Cada paso dentro del reino lo hacía sentir más vinculado con el entorno, aunque no por conexión emocional, sino por la sensación de ser parte de ese lugar. La infección, que había corrompido a tantos, no lo afectaba del mismo modo. Sabía, de manera inexplicable, que su existencia estaba ligada a esa corrupción.
Nox se detuvo un momento en medio de una plaza vacía. Los edificios a su alrededor estaban en ruinas, y las criaturas que alguna vez habitaron esas calles ahora eran sombras deformadas de lo que fueron. Su mirada se mantuvo fija y vacía, observando sin interpretar.
Sin un motivo consciente, Nox continuó avanzando, cada paso guiado por un impulso mecánico, un deber inscrito en su ser sin necesidad de comprensión.
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