Boo
Una semana, y los cabellos rizados empezaron a quedar tendidos por todos lados.
Una semana, y ya las piernas le fallaban al caminar.
Una semana, y ya no era la única que pasaba las noches con fiebre.
Una semana maldita fue suficiente para que el brillo de sus ojos disminuyera y esa sonrisa que llenaba la habitación entera perdiera fuerza.
—¿Qué sentiste cuando te cortaste el cabello?—preguntó, sentada en la tapa del inodoro mientras jugueteaba con una bola de pelos rubios.
—Tenía miedo.
Hale un banquito y me senté frente suyo, con cuidado arregle los rizos que le rozaban la frente, peinandolos con mis dedos detrás de sus orejas.
Levanto su rostro, sus ojos estaban iluminados por una capa de lagrimas.
—¿De qué?
—De mi realidad. Pensé que sí me mostraba fuerte todos creerían que estaba bien y que no me pasaría nada malo, pero al final no pude seguir engañandolos ni engañandome a mi. Me rompí, fue doloroso, me sentí al borde del infierno...y aún sigo aquí.
—¿Y ahora como te sientes?—su voz fue un hilito ahogado.
Curve mis labios, construyendo con todos mis ánimos una sonrisa que la hiciera sentir segura.
—Me siento viva, a pesar de estar tan cerca de la muerte tantas veces.
—¿Crees que yo también puedo sentirme viva?
Unas pequeñas gotas escurrieron de sus ojos y las limpie con mis pulgares. Dolía tanto ver como su alma se llenaba de grietas que la marcaban.
—Si, pronto. Cuando menos lo esperes estaremos una mañana de verano correteando en un parque de la ciudad con mi perro, comeremos pizza y pollo frito en una manta sobre el césped recién regado, y nos haremos tiaras con flores. Escucharemos nuestras canciones favoritas. Y sabrás que nunca estuviste muerta, solo un poco apagada.
Sus comisuras se elevaron un poco.
—Gracias.
No me dio tiempo a responder, sus brazos rodearon mis hombros y me presionaron con fuerza, abrazándome.
Luego de eso me soltó y al ponerse de pie fue al lavado, donde reposaba la maquina de afeitar lista para ser usada.
Fui tras suyo y tome la maquina entre mi mano.
Willow se miro por varios minutos en el espejo, quizás tratando de guardar en su memoria aquella imagen que estaba apunto de perder.—¿Preparada?
Asintió echando la cabeza hacia delante, y pude notar como temblaba cuando encendí la máquina.
—Hazlo.
Aspire aire y la pase por inicio de su cabello, los mechones rubios comenzaron a caer uno tras otro junto a sus pies, y la escena de una Boo deshecha se revivió en mi mente.
Seguí adelante cuando la escuche gimotear desconsolada. Y seguí cuando la escuche preguntarse porque le pasaban estas cosas a ella.
Me detuve cuando ya no hubo nada y deje la maquina sobre el banquito. Ella alzo su rostro para descubrirse, sus manos trémulas se deslizaron sobre su cabeza con anhelo, y agarro un mechón que quedó sobre sus hombros para abrazarla contra su pecho.
Rompió a llorar una vez más, aferrándose con fuerza a los rizos, maldiciendo con dolor y odio a todo Dios existente. Y corrí a acurrucarla entre mis brazos cuando se desplomó sobre el piso. Allí me quedé con ella, abrazadas sobre una montaña de pelos y los pedacitos de su corazón roto.

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Entre hojas secas y copos de nieve | Libro I
Short StoryElla era la más caótica de las tormentas. Y él, el único con la suficiente calma para soportar tales tempestades.