Capítulo 64

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Satoru se despertó en la pequeña posada con un bostezo, parpadeando ante la tenue luz matutina que se filtraba por la única y estrecha ventana. Se quedó quieto un momento, mirando el techo descolorido. Sintió el suave zumbido de Infinity enroscándose a su alrededor como un sutil capullo. La mañana en Shibuya no era diferente de sus noches: todavía rebosaba de hechiceros, ilusiones y peligros potenciales. Con un gruñido, se sentó en el colchón lleno de bultos y se estiró, haciendo girar el cuello hasta que crujió.

Se puso de pie y se acercó a la ventana, apartando la fina cortina. La vista no era gran cosa: el costado de otro edificio, algunos letreros de neón parpadeando en patrones poco entusiastas. Se escuchaban voces distantes, una mezcla de vendedores que pregonaban fideos para el desayuno y hechiceros que charlaban sobre técnicas recién inventadas. Vislumbró las torres más altas de la fortaleza, que se alzaban mucho más allá del paisaje urbano. Incluso a esa distancia y en ese ángulo, era imposible ignorarlas.

Suspiró. Tenía una misión: robar el artefacto necrón de la fortaleza de Sukuna, una estructura monstruosa que se extendía hasta la órbita. Y, hasta el momento, todas las pistas le indicaban que había sido un suicidio. Perfecto.

Recogió sus cosas: se puso las botas, se ajustó la capucha y se aseguró de que el dinero robado seguía escondido en su capa. Luego salió al pasillo. El vestíbulo de la posada olía a incienso y el suelo crujía bajo su peso. Tras saludar brevemente con la cabeza al posadero somnoliento que estaba abajo, salió a la calle.

La luz del día era tenue. La "mañana" de Shibuya tenía una cualidad peculiar: soles artificiales flotando en lo alto entre formaciones de nubes reales, tejiendo algo que se parecía a la luz del día. Muchos hechiceros y civiles normales se apresuraban de un lado a otro, algunos se dirigían a las academias de los clanes, otros abrían tiendas o se apresuraban a llegar a sus lugares de trabajo.

Satoru se metió las manos en los bolsillos y escudriñó a la multitud en busca de algo sospechoso. No es que esperara problemas inmediatos: planeaba pasar desapercibido el mayor tiempo posible. Además, la verdadera pelea ocurriría cerca de la fortaleza de Sukuna si algo salía mal.

Partió, abriéndose paso entre la multitud. Planificó su día: encontrar registros, hablar con archivistas, sobornar o engatusar a cualquiera que conociera el diseño de la fortaleza. Tenía la intención de consultar los canales oficiales en busca de mapas de planificación de la ciudad, textos antiguos o registros de rumores. Si eso fallaba, rondaría por los bajos fondos en busca de información del mercado negro.

Empezó con algo oficial.

Cerca del distrito administrativo se alzaba un modesto edificio: una estructura achaparrada eclipsada por imponentes complejos oficiales que se alzaban sobre ella. Un pequeño cartel decía: Ayuntamiento de Shibuya - Registros y Archivos. No parecía especialmente concurrido. Satoru observó el edificio desde el otro lado de la calle. En la puerta, un par de hechiceros de aspecto aburrido con uniformes de la ciudad merodeaban, controlando de vez en cuando a los transeúntes.

Satoru inhaló y dejó que Infinity se asentara a su alrededor. No demasiado visible, pero lo suficiente como para disuadir una confrontación casual. Cruzó la calle y se dirigió a la entrada.

Un guardia lo miró, notó su capucha y frunció el ceño. "¿Identificación?"

Satoru fingió encogerse de hombros amistosamente. "Soy nuevo en la ciudad y estoy tratando de investigar los códigos de construcción locales".

La segunda guardia, una mujer alta con un bastón atado a la espalda, enarcó una ceja. "Sólo locales. Los extranjeros necesitan un permiso para ver los registros".

Satoru sonrió de forma cautivadora. "Oh, vamos. Sólo un vistazo rápido. Puedo pagar cualquier tarifa".

Ambos fruncieron el ceño e intercambiaron miradas. La mujer alta golpeó el suelo con su bastón y de ella salieron chispas de energía maldita. —Sigan adelante. No permitiremos que viajeros al azar hurguen en los documentos de la ciudad.

El HonradoTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon