11. No puedes huir del cliché, ¿o sí?

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(Lydia)

Entró en Góngora mientras abrazaba su bloc con fuerza, ¡maldito Diego! Desde que se enteró de que lo había dibujado en numerosas ocasiones no había parado de insistir en que quería ver los dibujos. Y cuando ese chico quería algo, no paraba hasta conseguirlo. Eso junto a que ella era muy débil ante su sonrisa... en menos de cinco minutos la había convencido.

Resopló y abrazó el bloc con más fuerza, le daba muchísima vergüenza enseñarle los dibujos, pero cuando accedió a traerlos él se veía tan feliz que no pudo retractarse. En serio, Diego era tan lindo, podría pasar horas y horas mirando sus ojos.

―¿Es esa, verdad?

Escuchó voces y curiosa volteó hacia un grupo de alumnos un año menor que ella que la miraban para luego ponerse a murmurar entre ellos. ¿Debería preocuparse?

―Buenos días ―la saludó Nayra con una sonrisa que ella le devolvió―. ¿Son imaginaciones mías o están jugando al tenis?

Miró hacia los tenistas y los contempló jugando al tenis como personas normales por lo que frunció el ceño. Eso era raro. Vieron como el profesor salía con un extintor pero se detuvo sorprendido al encontrarlos jugando a algo tan normal, no obstante su sorpresa fue aprovechada por otros alumnos que estaban escondidos con una manguera de agua.

―¡Sé quiénes habéis sido! ¡Os doy clase, no lo olvidéis! ―gritó el profesor de Educación Física antes de entrar al instituto completamente empapado por lo que los tenistas dejaron de jugar y robaron el extintor mientras reían.

―Tengo que reconocer que ha sido un buen plan ―comentó entre risas, Nayra asintió con fuerza y ambas comenzaron a caminar hacia la entrada pero los alumnos que antes la miraba se acercaron a ellas y les cortaron el paso.

―¿Eres la novia de Diego? ―preguntó uno de los chicos de cabello negro, ella asintió cohibida.

Novia. Era la novia de Diego. Todavía no podía asimilarlo. Sonrió feliz hasta que se dio cuenta de que los chicos intercambiaban miradas entre ellos.

―Genial, ¡apresadla! ―indicó el chico por lo que tanto ella como Nayra abrieron la boca con sorpresa.

―¿Qué? ¡No! ―gritó golpeando con su bloc en la cabeza a uno de los que trató cogerla del brazo, Nayra a su lado golpeó a otro de ellos con su mochila.

―¡Soy química! ¡Envenenaré vuestras comidas por esto! ―exclamó Nayra cuando un chico le quitó la mochila y otro la agarró como si fuera un saco de patatas por lo que ella se acercó a ese chico y comenzó a golpearlo con el bloc para que soltase a su amiga.

―¡Suéltala! ―gritó furiosa pero lo único que consiguió fue que le quitaran el bloc y comenzaran a atarle las manos a la espalda.

¿Por qué tenía que ser tan negada para cualquier actividad física?

―¿Qué les hacéis a mis amigas? ―gritó Eli apareciendo de la nada y saltando sobre la espalda del chico que estaba atándola por lo que la cuerda cayó al suelo y ella fue libre para ayudar a Eli.

―Esa es la esposa de Aaron, ¡atrápenla también! ―gritó el que parecía el jefe.

―¡Estamos en proceso de divorcio! ―aclaró Eli como si eso fuera un dato fundamental, la rubia se bajó de la espalda del chico y le dio un fuerte pisotón pero el mismo chico la agarró y la hizo caer al suelo de culo.

Trató de caminar hacia Eli para ayudarla pero un pelirrojo la tomó del brazo con fuerza y le impidió ir hasta su amiga.

―¡Suéltame! ―reclamó furiosa.

Besos sabor magenta (TQST Libro #2.5)©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora