11 de Septiembre

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Hola de nuevo, fiel "amigo".
Te escribo para contarte otro día más de mi horrible vida.
Hoy estuve en ese lugar, como lo hago siempre.
Ese lugar en el que Blackness me habla.

-¿¡Blackness!?¿¡Eres tú!?-pregunté atemorizada.

Me encontraba en ese lugar otra vez, donde volvía cada noche, al irme a dormir.

—Blackness, no es divertido, sal ya-le rogué, odiaba que hiciera estas cosas.

—¡Rachel, cuidado!

Fue lo último que oí antes de abrir los ojos con la respiracion agitada, casi hiperventilando.
Me incorporé pesadamente e intenté relajarme.
Los rayos del sol atacaban mis ojos sin compasión, una manera horrible de despertar, pero es normal.

—Blackness...-susurré con la mano en el pecho.

—Me encanta confundir a tu pequeña cabecita-dijo soltando una carcajada y golpeándome con el dedo índice en la cabeza.

Me percaté de que mi madre subía las escaleras hasta mi cuarto.

—Al fin despiertas-dijo con desdén.

—Relájate, mujer-dijo Blackness

—Buenos días a ti también, Michelle-dije con un notorio sarcasmo.

Michelle por que así se llama mi madre.
¿Qué si no la llamo mamá? Claro que no, hace tiempo que dejé de llamarla así.

—Deja tus tonterías y vístete, tienes que ir a la presentación del instituto-dijo y se alejó de mi sin más.

Pesadamente, me acerqué al armario y saqué unos leggins negros, rasgados en la zona de las rodillas y una sudadera negra también, pero con una frase, a la que no le doy importancia, escrita en ella.

—¿Qué te parece?-le pregunté a Blackness, pero al darme la vuelta, ya no estaba.

Su maldita costumbre de desaparecer sin más.

Se habrá adelantado y habrá ido al instituto.

Bajé desganada las escaleras hasta llegar a la cocina, donde me encontré de frente con Michelle.

—¿A qué estas esperando?¿A qué te invite?-dijo cogiendo las llaves del coche y saliendo de la cocina.

Mi instituto estaba lejos de casa, por lo que Michelle tenía que llevarme en coche.

El trayecto fue lo normal, silencioso.
No intercambiaba absolutamente ninguna palabra con mi supuesta madre.

Paramos en un semáforo que se me hizo eterno.
Miraba por la ventana el "paisaje" de la ciudad.
Una madre caminaba de la mano con su hija, la cual tropezó y se calló al suelo.
La niña gritó de dolor y comenzó a llorar aun en el suelo, inmediatamente la madre ayudó a su hija a levantarse y le dió un cálido abrazo.
El semáforo cambió y comenzamos a abanzar, alejándonos de la madre y su hija.

Yo nunca pude decirle a mi madre que algo me dolía.

Aunque supongo que tampoco le hubiera importado.

—Es para hoy-dijo mi madre en un claro tono de molestia sacándome de mis pensamientos.

—Ya voy-dije saliendo del coche.

—Nos vemos aquí luego, llámame si algo sucede-avisó Michelle.

—Hace mucho que puedo cuidarme sola, Michelle-dije cerrando de un portazo el coche.

Siempre he estado sola.

—Otra mierda de curso-suspiré y caminé hacia delante.

Según entraba uniéndome a todos los demás alumnos, pero a la vez aislada, pude apreciar a alguien que permanecía apoyado sobre la puerta, con un pie en el suelo, y un pie sobre el marco.

Mi lado oscuroWhere stories live. Discover now