¿Es solo deseo?

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Estar en parís, para los humanos podía significar diversas cosas; orgullo, belleza, avances tecnológicos, lujo, buen gusto, pero la mayoría estaba de acuerdo en que era el lugar mágico propio del romance y la pasión; sobre todo en las noches parisinas cuando las cafeterías junto al cena eran iluminadas por la luz de las velas, en esos momentos cuando las parejas recorrían las calles aventurándose a rozar sus manos, utilizando a la oscuridad como cómplice.

Últimamente aquel panorama aparecía continuamente ante los ojos del sirviente, siempre había estado allí, al igual que en Londres, solo que ahora le producía una extraña sensación; sonreía mientras se dirigía a realizar los encargos de su amo; tampoco podía dejar de pensar en Grell, era de lo más gracioso, no era propio de un demonio aquel comportamiento, seria tal vez que tantos siglos viviendo entre humanos le estaban afectando.

Negó, se supone que en sus pensamientos deberían estar los deseos de su amo y el alma deliciosa que devoraría al cumplirlos y no el pelirrojo completamente desnudo, o las cosas que planeaba hacerle la próxima vez que lo viera, de pronto su semblante se tornó serio, ya había pasado mucho tiempo desde que guiado por sus instintos primarios lo hiciera suyo; de hecho le había sorprendido bastante que dado su carácter aun fuese virgen, nunca antes había disfrutado tanto de yacer con alguien y no era que le faltara experiencia en absoluto, solo que con él era distinto. La sensación al rozar su piel, al besarlo sintiendo sus afilados dientes y estar dentro de su cuerpo, llegar juntos al orgasmo, resultaba en algo indescriptible, no cabía duda de que carnalmente el pelirrojo era una verdadera delicia, ¿pero era solo pasión y deseo lo que sentía por el?. Ya era más tiempo del que pasara con cualquier amante y su cuerpo realmente lo extrañaba.

Se detuvo de pronto regresando un poco sobre sus propios pasos, frente a una fina boutique, lo que se exhibía en aquel escaparate le hizo olvidar sus cavilaciones, sencillamente entro al negocio y solicito verlo; como era costumbre por aquellos días, una asistente se probó aquel hermoso vestido rojo con bordados negros, y mientras giraba sobre sí misma, Sebastián solo podía imaginar al shinigami posando para él, es más, deseaba verlo usándolo, por ello ordeno envolverlo y gasto en el todo su dinero para el viaje.

—Sebastián, ¿es que ahora tienes pensado el travestirte?

La mirada del joven amo era de molestia e incredulidad, porque no decirlo, se sentía algo curioso al respecto, el sirviente jamás había hecho algo así en ninguno de sus viajes.

—Si el amo lo ordena, entonces lo haría.

La sonrisa del demonio siempre provocaba en el otro cierto escalofrío.

—No digas estupideces, no es asunto mío, mientras me sirvas como es debido. Retírate, mañana tenemos que terminar ese encargo.

El sirviente le hizo una reverencia y salió hacia su habitación, dejando el paquete sobre la cama, teniendo un gesto soñador en el rostro; se quedó de piedra de pronto al comprender que había comprado aquello solo por el placer de agradarle, sin esperar algo a cambio, fue entonces cuando comprendió que sentía algo más por Grell que simple atracción sexual.

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En verdad comenzaba a ser demasiado el tiempo que había pasado fuera de Londres, al grado de desesperarlo más que de costumbre. Además estaba el hecho de que dados los últimos acontecimientos, el resto de los instructores no le habían quitado la vista de encima, y por si esto fuera poco, cada día que pasaba su estado de salud parecía empeorar, comenzaba a sentirse agotado, pero no iría al médico, en realidad los detestaba bastante, eran unos viejos gruñones y a decir verdad no eran nada que el considerara atractivo, ni remotamente.

Pero finalmente, ese era el día de la clausura, ya se las arreglará para sobrevivirlo porque al final podría volver a aquel rincón apartado de Londres a compartir los placeres prohibidos con su demonio; aunque siendo sincero consigo mismo en aquel momento lo que realmente quería, era que tan solo le envolviera en sus brazos.

Aquella mañana había despertado sintiéndose peor que de costumbre, el discurso y la despedida de los invitados le había parecido que duraba una eternidad; además desde hacía un rato sentía su corazón latir con fuerza, mientras el sudor frio corría por su frente, ni siquiera espero que el aplauso final dejara de escucharse, salió lo más pronto posible de aquel lugar y fue directamente a recoger su guadaña; nunca antes esa sierra le había parecido tan pesada, incluso mientras caminaba por el pasillo tuvo que apoyarse en ella algunas veces, pero sin importar lo que le estuviese pasando, su prioridad era volver a Londres, así que avanzo tan rápido como le era posible, sintiendo su cuerpo cada vez más pesado a medida que avanzaba., solo reacciono un poco al escuchar unos pasos tras de sí.

—Sutcliff tu comportamiento es inaceptable, sencillamente no entiendo porque— pero fue interrumpido por Ronald quien se acercó al pelirrojo.

—Sempai, estas muy pálido, ¿te sientes bien?

Aquello ya había sido demasiado

—Déjenme tranquilo;....solo...hace tanto calor—las voces de aquellos shinigamis comenzaban a hacerse cada vez más distantes, mientras todo se veía borroso para luego terminar sumiéndolo en una completa oscuridad.

—Se...bas...ti...an...

— ¡Sempai!—El sonido de la guadaña al caer, atrajo la atención de varios shinigamis, aunque no más que Grell que estaba inconsciente entre los brazos de William.

Stefan [SebasGrell]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora