Grell y Sebastián

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El shinigami estiro los brazos por encima de su cabeza, le parecía increíble que estuviera colocando el sello rojo sobre aquel archivo, era el último registro cinemático de aquella lista que había sido particularmente pesada.

Suspiró aliviado, al concluir su trabajo sin ningún contratiempo, dio la vuelta dispuesto a marcharse cuando vio por el rabillo del ojo una sombra y esa voz varonil acarició su oído.

—¿merodeando por aquí de nuevo?; aunque el amo diga lo contrario, se que cuando le vea me ordenará atacarlo—se movió con tal rapidez, acorralándolo contra la pared—creo que es mi deber evitarle molestias, así que me daré a la tarea de entretenerlo justo en este lugar Grell Sutcliff—sus palabras tenían ese toque de sensualidad; su cálido aliento fue haciéndose más cercano hasta que sus labios se posaron sobre los otros, mientras sus manos le rodearon la cintura afianzarlo contra su cuerpo, estrechándolo como para reclamar el tiempo que se alejará, realmente lo había extrañado, ahora que tenía la certeza de que lo amaba, le haría comprender que pasaría la eternidad a su lado aun cuando fuera en contra de las ordenes de su amo e incluso de su propia naturaleza, sin embargo había algo diferente, aquel beso era frío y en absoluto correspondido, todas sus caricias parecían en vano, como si tratara de hacer reaccionar a una estatua de mármol, lo cual le hizo ver que algo estaba pasando porque en la mayoría de sus encuentros Grell prácticamente se le lanzaba encima, prueba de ello eran las múltiples marcas que le dejaba en el cuerpo, pero ahora no parecía estar entusiasmado.

El demonio se separó mientras el otro inclino la cabeza, su cuerpo temblaba por lo que el pelinegro se preocupó sobremanera, acercándose para tratar de averiguar que le ocurría, ayudarlo y confortarlo en lo que fuese posible, pero el otro dio un par de pasos hacia atrás y le golpeo la mano que se le aproximaba; mientras le vio comenzando a reír.

—¿qué ocurre Grell?—el sirviente estaba perplejo, era cierto que el otro solía ser muy poco convencional en su comportamiento, pero esta vez había algo diferente, su instinto se lo decía , hizo por acercarse pero de nuevo fue rechazado.

—No te atrevas a tocarme...bestia—aquel parecía más un comentario de William, aunque conociendo a su pareja quizá...

— ¿a qué estamos jugando shinigami?; te lo dije alguna vez, no puedes escapar de un demonio cuando este se ha fijado en ti, aún más en mi caso porque—se acercó para echar un mechón de cabello carmesí detrás de su oreja descubriendo la para poder susurrar a su oído, pero de forma clara porque deseaba que comprendiera a la perfección esas palabras—yo te amo Grell Sutcliff.

Luego de aquella confesión el demonio se separó, esperando la respuesta del shinigami; aunque lo siguiente que escucho realmente no lo esperaba. La risa del otro se volvió más fuerte, llenando las paredes del callejón donde estaban; al grado tal que tuvo que sujetarse el estómago e incluso limpió una lagrima que rodó por su mejilla.

—Los demonios sí que son idiotas, ¿de verdad pensaste que este juego iba a alguna parte?—su mirada era burlona contrastaba con el frío semblante de Sebastián al verlo caminar de un lado a otro con aquel gesto burlón—todos decían que no podía tenerte y por eso me hice tu amante.

Esta vez quien sonrió fue el demonio.

—Los shinigamis y los humanos son muy parecidos; ambos son pésimos mentirosos, sé que no eres de mente tan débil como para dejarte llevar por las ideas de los tuyos; no me digas que ese congreso en realidad fue un lavado de cerebro.

—te equivocas; yo siempre he tenido las ideas claras, después de todo soy un shinigami creo en todo lo que los míos—el demonio se acercó de nuevo encarándolo.

— ¿a dónde quieres llegar Grell? dímelo porque no pareces el mismo que se escapaba para estar conmigo, ¿qué te ha pasado mi hermoso pelirrojo?—le beso pero Grell apretó los labios y le empujo de nuevo, la paciencia del sirviente comenzaba a terminarse.

—Te estoy diciendo que te dejo Sebastián, necesito un hombre de verdad conmigo, uno que sea shinigami igual que yo.

El sirviente no podía creerlo, sentía como si un puñal le atravesara el pecho, lo tomo por los hombros sacudiéndolo.

— ¡Mientes!, dime ¿qué es lo que está ocurriendo?

—Es la verdad, ya no deseo verte así que te suplico que me sueltes, si empiezas una pelea conmigo no pienso contenerme.

—No, no hasta que me digas de frente que ya no me amas; mírame y dilo, solo son palabras, si es verdad que fue un juego, no te debería ser difícil pronunciarlas—el pelirrojo se le quedo viendo con un gesto despectivo.

—No tengo porque dar explicaciones de mis actos a un demonio—movió la mano derecha con rapidez e invoco su guadaña, empujando al otro y atacándole con el filo de esta, aunque sus golpes eran eludidos con facilidad; finalmente el choque de metales provoco algunas chispas cuando el otro uso los cuchillos para contenerlo, iluminando ambos rostros; el uno entre divertido y molesto, el otro incrédulo; era la primera vez que el demonio no podía demostrar frialdad; aunque luego un sentimiento de ira fue apoderándose de él, empujo con algo de fuerza al otro, le busco luego por entre las callejuelas aunque había desaparecido.

El shinigami ensortijaba un mechón de su largo cabello azul, mientras permanecía sentado detrás de su escritorio leyendo unos reportes, cuando fue interrumpido con el ruido seco que hizo aquella sierra al chocar contra la superficie de madera; encima de esta había un libro de la muerte ya completo.

El plazo que me diste ha terminado y ya tome mi decisión—el otro le sonrió de manera encantadora.

Supongo que esto significa que acataras las disposiciones del consejo, por lo cual no podrás ir a la tierra, además de recibir las sanciones que ya se han designado.

—Se lo que debo hacer aunque sea tan contrario a lo que siento y pienso, obedeceré, pero exijo que cumplas con tu palabra y dejen tranquilo a Sebastián.

El peli azul se hizo hacia atrás recargándose en su silla.

—A diferencia de muchos otros seres, los shinigamis tenemos palabra, aunque no entiendo porque querrías proteger a una alimaña y a su—dirigió su mirada a la altura de su vientre, sin ocultar el tono despectivo en su voz—crío.

—Eso es problema mío..."Sensei"—mencionó esto último con un dejo de desprecio.

—Grell, Grell; haces que me sienta fracasado al fallarte como instructor, debí enseñarte que lo más importante que un shinigami debe hacer es honrar nuestros valores.

—Tienes razón fallaste al tratar de convertirme en uno de esos seres autómatas sin alma, dispuestos a servirte fielmente.

El mayor se quedó serio, viendo ese fulgor en la mirada del pelirrojo.

—Siempre lo dije Grell, que había en ti algo tan diferente, que siempre ocasionaría problemas...recuerda mis palabras, te arrepentirás de la decisión que tomaste.

— ¡Eso nunca!, si los dos seres que amo están a salvo, estoy dispuesto a todo.

Stefan [SebasGrell]Where stories live. Discover now