Capítulo 4; Prisionera.

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CANCIÓN: Breathe Me- Sia.



















CHARLOTTE

Cierro la puerta detrás de mí intentando no hacer ruido, luego me saco los zapatos que me había prestado Elizabeth y tomo uno con ambas manos. Luego, con sigilo y a tientas en la oscuridad, me dirigo hacia las escaleras.

Había sido una mala idea aceptar la invitación de aquél cabrón, lo supe desde un principio. Aunque el haber recuperado mí móvil era un enorme alivio, aunque solo era para fastidiarlo, ya que mucho uso no le daba y ese era el motivo por el cual no me había fijado ni siquiera que no llevaba mí teléfono conmigo sino otro.

La luz de la sala se enciende justo cuando estaba por subir las escaleras, me quedo inmóvil en el lugar. Rogaba para que fuese mamá.

— ¿A donde estabas, dulce?— pregunta su voz ronca, como un asqueroso ronroneo.

Trago saliva, no estaba dispuesta a voltearme.

— ¿Acaso no responderás? Sabes lo mucho qué odio eso, dulce.

Sus pasos podía escucharlos muy cerca de mi, la ropa que usaba en aquel momento me hacían sentir desnuda. Mis ojos se cristalizan, parpadeo prohibiéndome derraramar alguna mísera lágrima delante de alguien como él. No merecía eso siquiera.

— Salí con Elizabeth— me vuelvo hacia él.

Entrecierra sus ojos, me siento más que nerviosa. Comienzo a temblar y eso solo empeora la situación, temía. Temía de él.

— Mientes—dice.

Siento que me falta el aire. Me arrepentía de no haber dejado que Aiden me llevara nuevamente a casa de Elizabeth. Lo hacía.

Niego mí cabeza con frenesí y retrocedo, subiendo las escaleras; sin perderlo de vista.

— No, creeme. Estaba en casa de Elizabeth. Por favor— ruego.

Retrocedo, pisando mal uno de los escalones y caigo sentada en el filo de uno de los escalones. El dolor que sentí en aquel momento no era nada comparado a lo que noches anteriores había sufrido.

Con una de sus manos me toma bruscamente de la nuca y hace presión en ésta acercando su rostro al mío. Puedo percibir su aliento nauseabundo a alcohol y con una mezcla de cigarro, espantoso.

Mis ojos comienzan a cristalizarse, no le demostraría lo débil que podía ser en su presencia, no lo haría.

— Sabes perfectamente que aborrezco las mentiras — escupe con odio.

Trago saliva ruidosamente y me quedo inmóvil en el lugar, cualquier palabra o movimiento, jugaría en mi contra.

— ¿¡Me oyes!?—pregunta con sus ojos inyectados en sangre.

Asiento temerosa y luego, tira de mi cabello hasta arrojarme al suelo.

Aquí vamos una vez más.

Me toma de la cintura y me acorrala contra la pared más cercana, su mano sujeta mí cuello impidiéndome así tomar oxígeno.

Sin poder controlarlo, siento mis mejillas humedecidas en cuestión de segundos. Golpea mi mejilla con bestialidad y con la presión de la bofetada caigo al suelo frío de mármol.

— Eres una cualquiera, te acuestas por ahí con quien se te cruce— brama.

Comienza a esparcir nuevos golpes en mí abdomen sin piedad, nadie podía detenerlo, era el mismo diablo personificado. Intento cubrirme con mis manos pero es inútil, la última vez que lo hice terminé con la muñeca fracturada.

No temas, aquí estoy yo © (Disponible en Dreame)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora