Capítulo 3: BUENA CONDUCTA PERDIDA

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—Oye, lo lamento —dije poniéndome de pie frente al peliblanco. Él me miró fijo, parecía algo confundido pero no me importó—. Lamento si fui grosera ayer, pero no la había pasado nada bien y sentí que era tu culpa, así que... 

—Si fue mi culpa —dijo tras interrumpir—, si yo no fuera tan olvidadizo...

—Pero eso no es tu culpa —aclaré cuando lo interrumpí yo—, hay cosas que no se pueden evitar. Tú no puedes evitar ser olvidadizo, como el pelirrojo no puede evitar se idiota, es parte de su naturaleza.

—Síguele fosforita —dijo el pelirrojo llegando hasta donde estábamos. 

Le saqué la lengua y él se sonrió. 

No entendía lo que ese chico me hacía sentir, ni siquiera conocía su nombre y me daba mucha confianza, además parecía disfrutar que yo lo molestara y, sobre todo, molestarme.

—Castiel, no deberías ser grosero con una dama —reprendió el albino al pelos de menstruación. 

Lysandro parecía algo enfadado, de hecho parecía ser que los que lo conocían no le habían visto de esa forma antes, pues tanto el pelirrojo como la peliblanca, incluso mi pelinaranja prima, lo miraban sorprendidos.

»Una dama no debería utilizar palabras altisonantes —dijo luego para mí. 

Los tres que nos acompañaban bufaron una risa que intentaban inútilmente esconder.

—¿Disculpa?, ¿qué? —pregunté. 

—Una dama no debería utilizar palabras altisonantes —repitió.

—Sí, eso escuché —dije más avergonzada que molesta, y negando con la cabeza miré hacia donde él no estaba.

—Rosalya, ¿puedo hablar contigo? —preguntó Lysandro y ella asintió aún con una sonrisa en la cara. 

Castiel dijo que tenía que irse y antes de irse volvió a molestarme. 

—Hasta pronto "dama" —dijo tras besar los nudillos de mi mano que tomó segundos antes.

Lo miré con reproche y, levantando mi mano de nuevo, estampé mis nudillos en sus dientes. Eso le dolió, lo noté en su enojo que se disipó cuando se dio cuenta que me había dolido más a mí. 

Castiel se rió de nuevo y se fue.

—Es un idiota —dije haciendo berrinche mientras sacudía mi mano. 

Ese golpe me había dolido en serio. Podía ver que mi piel estuvo a punto de romperse al contacto con sus dientes. 

Sobé delicadamente mis nudillos y los llevé a mis labios.

—¿No es eso un beso indirecto? —preguntó Iris burlona, provocando que mi cara se pusiera de mil colores. 

Lo que hice era algo así como instintivo. Siempre que me hacía daño mamá lo besaba, así que siempre yo hacía lo mismo; además no quería creer en eso. Eran bobadas. No había nada como besos indirectos, en realidad, y aún así me molestó que Iris mencionara eso.

—Mensa —farfullé y me fui al salón de clases, el receso estaba por terminar. 

En la clase de francés me tocó compartir asiento con Castiel. Era lo peor. 

Toda la clase pretendí ignorarlo. Castiel era un fastidioso, de todo hacía comentarios y yo solo lo ignoraba y me molestaba cada vez más.

»Cállate de una buena vez —susurré furiosa—, no puedo entender lo que el profesor dice.

—Uy y yo que empezaba a creer en el milagro de que te quedaste muda —susurró divertido y lo miré fastidiada.

—Pues desearía que ocurriera el milagro de quedarme sorda, así no tendría que escuchar tus idioteces —dije.

SERENDIPIAWhere stories live. Discover now