Capítulo 15. ENOJO PERDIDO

459 68 71
                                    

En el instituto me la pasé evitando al peliblanco que me ponía nerviosa. Era un maldito suplicio. 

Tal vez solo debía usar un poco de esa valentía para actuar por los demás y enfrentarme a él. Pero solo verlo de lejos me dejaba helada, acercarme a él y hablarle era misión imposible.

Mientras eran clases todo iba normal y podía respirar un poco, pero cuando había recesos sentía volverme completamente loca. No estaba segura de a qué le tenía miedo, pero estaba realmente asustada.

Analizando la situación, y valorando las posibilidades, me di cuenta que solo había tres opciones a pasar:

1) Él se había declarado antes que yo y ahora sabía que era correspondido, así que podríamos ser novios con facilidad... 

«Ey, ajá, con facilidad, yo no quería tener un novio, no quería tener a mi lado a alguien que podía perder. Tener algo lleva consigo la posibilidad de perderlo y yo no creía ser tan fuerte como para soportar una nueva pérdida».

2) Como yo le rechacé cuando se declaró, él va a rechazarme ahora... 

«Diablos, eso sí que no me gustaría, porque aunque no lo quería de novio tampoco quería que me dijera que no me quería».

3) Fingiré que no dije lo que dije o diré que era una mentira para dejar más tranquilo a Castiel... 

«¿Más enredos?... No, ya no»

Después de ese análisis minucioso decidí seguir escapando con la esperanza de que se cansara de buscarme en lo que se le olvidaba lo que dije. Pero «¿Será qué se le va a olvidar?» porque, si mal no recordaba, aunque no sabía ni qué día vivía parecía recordar todo lo que yo hacía.

Volví a respirar profundo mientras salía al receso del desayuno. El receso más largo y que más me asustaba de todos, pues entre más tiempo libre hubiera más oportunidad habría de que pasara lo que no quería que pasara. Encarar a Lysandro.

—Demonios —balbuceé al verlo venir a mí con toda la intención de no dejarme escapar. 

Busqué pronta una salida y me encontré algo que tampoco quería hacer, pero que era, por mucho, menos incómodo.

—Ey tú, baboso —vociferé dirigiéndome al delegado idiota que intentaba salir de la sala de delegados, pero al que empujé adentro para poder escapar de Lysandro. 

Nathaniel me miró con sorpresa y bastante apenado.

—Oye Mere lamento... —comenzó a hablar pero le interrumpí poniendo mi dedo en su boca.

—Shhh, shhh, shhh yo no voy a hablar contigo —dije y su entrecejo se frunció.

—¿Entonces por qué me empujaste adentro después de decirme baboso? —preguntó apartando mi mano. 

—Porque eres un baboso y te estaba utilizando.

—¿Para huir de Lysandro?... Mere, ¿por qué no aprendes en cabeza ajena y te das cuenta que ocultar cosas no es bueno?

—Yo no estoy ocultando nada, por si no te has dado cuenta, eso de ocultar cosas no se me da.

—Creo que si lo he notado, pero te estás ocultando de Lysandro.

—No puedo encararlo... Oye, ya investigué un poco y no soy para él.

—¿Por qué lo dices?

—Pues porque él odia a las personas que se meten en donde no les llaman y yo solo no puedo evitar ser tan metiche.

—Mere habla con él, seguro que pueden arreglarse. Estoy seguro que él, como todos, se dio cuenta de esta peculiaridad tuya y aun así se muestra interesado

—¿Interesado en qué?, ¿en cobrarme todas las babosadas que le he hecho? No Nathaniel, yo no voy a hablar con él, ni siquiera debería estar hablando contigo, estoy enojada contigo y con Castiel.

—¿A Castiel también le haces esta ley del hielo? —preguntó y negué con la cabeza—. ¿Por qué?

—Pues porque vivo con él y es incómodo estar en silencio. Además, no se me da eso de estarme callada.

—En eso tienes razón

—Bueno ya, igual ya rompí el hielo contigo. Te dejaré explicarme porque diablos tú y el idiota de mi hermano jugaron así conmigo. Yo intentando hacerla de cupido y ustedes ya estaban bien flechados.

—Pues porque no queríamos que nadie se diera cuenta, es un poco incómodo —dijo—. ¿Sabes? Él y yo si nos odiábamos, teníamos un montón de problemas, pero un día nos quedamos encerrados en los vestidores y Castiel comenzó a molestarme como siempre, le di un puñetazo y me lo devolvió, así terminamos bien trenzados, en el piso y muy ensangrentados. Quise quitar a Castiel que estaba sobre de mí y como tenía una muñeca lastimada se fue de nuevo al piso, pero como yo estaba debajo de él pues... este... te imaginas, ¿no?

—¡Kyyaaaa!... seguro te besó y comenzó a acariciarte todito y entonces...

—¡No Mere! —interrumpió—.No pasó eso.Si nos besamos, pero fue solo eso. Más eso despertó en nosotros algo. Yo quise fingir que no pasó, pero tu hermano, que es un poco como tú, comenzó a acosarme.

—¿Acosarte?

—Sí. Cada vez eran más frecuentes sus venidas a la sala de delegados y se insinuaba, yo estaba cada vez más molesto con él, hasta que, cansado, decidí seguirle el juego y un día fui yo quien lo besó de la nada. Entonces tu hermano asumió que él me gustaba y se me declaró, y pues la verdad es que, por mucho que no lo quisiera ver, si me gustaba

—¡Kyyaaaaa! —hice un gritito ahogado mientras brincaba como idiota en mi lugar. Nathaniel se rió.

—Cada que Castiel viene a detención la pasamos bien, platicando y estando juntos, pero cuando llegaste te lo robaste y te odié y lo odié, porque ahora los dos estaban en detención y él se olvidó un poco de mí... Intenté darle celos contigo, pero me descubriste y quisiste ayudar. Yo no necesitaba ayuda, pero no podía decirte la verdad, parecías de las que no saben guardar secretos.

—Oye —reclamé estampando mi puño en su brazo. 

—Pero ya no importa —dijo—, sabes la verdad y espero nos apoyes a tu hermano y a mí guardando nuestro secreto.

—Cuenta con eso —dije y sonreí. 

La verdad es que no era de las que puedan estar enojadas con las personas, sobre todo porque solía olvidar que me molesté con ellas hasta que es demasiado tarde y les perdoné. 

Ahora que me veía un poco a mí misma, yo era un poco como ese albino de ojos bicolor que me estaba persiguiendo.

—Tienes que ir a comer algo antes de que termine el receso —dijo Nathaniel sacándome de la sala de delegados casi a empujones. 

Me despedí de Nathaniel con una sonrisa para ir a buscar algo para comer. Suspiré aliviada, mi hermano tenía la felicidad que yo intentaba darle y que nunca podría. Supuse que había partes de la vida de otros en que no podía hacer nada. 

«Debería dejarme de meter donde no me llaman»

Tan complacida estaba de estar en paz con mi hermano y su amado que me olvidé del albino. Justo por ello me sorprendí bastante al encontrarlo al salir al patio, allí me esperaba él con rostro molesto.

—Demonios —volví a susurrar.

Lysandro no me dio tiempo de escapar. Atrapó mi brazo y me jaló con él hasta los vestidores donde no había nadie más.


Continúa...



SERENDIPIAWhere stories live. Discover now