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Pasaron ocho días hasta que Mikey abrió sus ojos. Gerard contó la historia tantas veces y a tantas personas que terminó pareciendo totalmente real para él, y también para los otros. En el transcurso fue inventándole un nombre en clave al igual que el que todos poseían. Kobra Kid. Era un buen nombre o eso había dicho Red. Sólo a ella le había contado la verdad, o parte de ella. Lo extraño que había sido ver a su hermano ahí, lo increíble que era que siguiera con vida... y lo preocupado que estaba por su cabeza cuando despertara.

Había comenzado a pasar sus noches junto a Mikey, en la misma cama o en la de al lado. A veces Ghoul se quedaba con él y charlaban toda la noche, otras veces se quedaba solo y tenía largos monólogos que sólo su hermano inconsciente escuchaba. Casi todos ellos desembocaban en lo que había descubierto en esos días, en todas las dudas que rondaban su cabeza. Una de ellas, la más intensa y poderosa era qué demonios hacía Razor, o Bob, ahí. Más de una vez le había hablado y a propósito había errado en el nombre al decirle Bob, pero en las facciones de su amigo estaba claro que no sabía por qué demonios le llamaba así. Y eso junto a cortas conversaciones que había mantenido con sus compañeros le había arrojado luz sobre una certeza que conocía de antemano: Esa era la única vida que todos conocían.

— ¿Cómo está? —la voz de Red le sacó de sus cavilaciones. Parpadeó un par de veces y alzó la mirada, sus labios sonreían cuando volvió la vista a su hermano. Tenía los ojos abiertos, su respiración era superficial, pero estaba bien.

— Me preguntó dónde estaba... parece que no recuerda mucho, o nada —suspiró Gerard. Su hermano giró la cabeza y le dedicó una mirada escéptica antes de soltar un bufido.

— Yo estaba en el desierto, ¿Okay? Y estos tipos, estas cosas de blanco vinieron y trataron de, no sé, llevarme con ellos... pero luego hubo una luz brillante y me desmayé. Y cuando desperté... cuando desperté, bueno, pasaron cinco minutos de eso —se encogió de hombros, alzando ambas manos para cubrir su rostro—. Él dijo que no era uno de esos tipos de blanco, pero no sé si creerle.

— Esos son draculoids —explicó Red—, trabajan para los malos. Nosotros somos los buenos, o rebeldes —le dedicó una sonrisa, acercándose parcialmente a la cama. Posó una de sus manos sobre el hombro de Gerard y luego agregó—. Él es...

— No —interrumpió Gerard, dedicándole una mirada significativa—. Soy Party Poison, llámame Poison. Ella es Red. Luego conocerás a los otros. Tú eres Kobra Kid.

Mikey le miró como si fuese un bicho rarísimo.

— Es un buen nombre, Kobra —sonrió Red.

Gerard le dedicó una última mirada a su hermano menor y luego lo dejó en manos de Red. Con prisa abandonó la enfermería y cruzó de memoria los largos pasillos de piedra hasta la habitación personal de Ghoul. Tocó la puerta de metal dos veces y luego de una eternidad esta se abrió, aunque se arrepintió de inmediato. Ghoul tenía su largo cabello húmedo pegado a las mejillas, todavía estilando... al igual que el resto de su cuerpo. Los ojos de Gerard viajaron por el torso cubierto de tatuajes y cicatrices hasta sus caderas, en donde una toalla estaba suspendida precariamente.

— Mis ojos están acá arriba —bromeó Ghoul, y la carcajada más estúpida y vergonzosa abandonó los labios de Gerard.

— Lamento molestarte, pero despertó y creí que era lo correcto venir a decírtelo de inmediato.

Ghoul se hizo a un lado y cuando Gerard estuvo dentro cerró la puerta a sus espaldas. Nunca había estado ahí antes y era totalmente asombrosa. Su tamaño era más reducido que el de la habitación que él mismo compartía con los chicos. Tenía una pequeña cama arrimada contra una pared y mil cosas pegadas a las paredes, los muebles eran rústicos pero fuertes, y había una pequeña puerta que desembocaba a un baño personal.

tales from (i)reality • frerardWhere stories live. Discover now