Capítulo 58. ALEX.

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-Aaaaagh- Sarah gruñó escondiendo la cara entre sus manos-.  Tengo ganas de que sea Navidad.

-¿Perdona? ¿Y eso que se supone que tiene que ver con todo esto?

Hacía tan sólo unas horas que habíamos descubierto que la madre de Sarah, era, tal y como habíamos sospechado, una Oscura Desterrada.  Sarah nos había relatado que a los seis años había presenciado como un ángel Iluminado asesinaba a su madre en el salón de su apartamento.  Había quedado tan traumatizada que era incapaz de recordar su rostro. Aquel era el verdadero motivo por el que cazaba ángeles: para averiguar quién había asesinado a su madre.  Dado que yo ya sabía que Gabriel era el padre de Sarah -según ella nunca lo llegó a ver-, y que quién la asesinó fue un Iluminado, estábamos casi convencidos por completo de que era él quién había ordenado acabar con Eve Schwartz, la madre de Sarah.

Era lógico. Gabriel era el máximo Arcángel, el único que tenía contacto directo con Dios, y había cometido uno de los peores pecados: tener relaciones con alguien de la otra raza. Si se daba a conocer su secreto, las consecuencias podían ser desastrosas, y estaba claro que Gabriel era capaz de hacer todo lo posible para evitarlo. Yo mismo había sufrido las consecuencias: descubrí que había tenido relaciones con una Desterrada, y quise que la gente lo supiera. Era uno de sus vasallos más fieles, pero lo era más a las leyes, y sabía que en su momento, Gabriel no había tenido misericordia a la hora de desterrar al Arcángel Uriel por tener relaciones con Alana.  En un altercado, maté sin querer al cómplice de Gabriel, Kaifas, y éste aprovechó este hecho para eclipsar lo que yo estaba a punto de revelar.  Acabó con cualquier rastro de credibilidad a mi testimonio.  Me Desterraron de inmediato.

Así que sí: debía ser Gabriel quién había enviado el asesino para acabar con la madre de Sarah. Pero, ¿por qué no habían hecho lo mismo con ella? Era el único cabo suelto que Gabriel había dejado. Sarah era aprueba directa de su pecado. También era cierto que Sarah iba a ser -o ya era- la Séptima Serafina, un ángel que alcanzaría muchísimo poder. Sarah era capaz de escuchar las Corrientes de todas las razas: Desterrados, Oscuros e Iluminados, por lo que sería un importantísimo activo para cualquiera de los bandos. Gabriel podría haber acabado con su madre y luego haberse llevado a Sarah para utilizarla para la guerra. ¿Por qué no lo había hecho?

Lo único que podíamos hacer, pues, era intentar encontrar al ángel Iluminado que había asesinado a la madre de Sarah: el único que posiblemente conocía las verdaderas intenciones de Gabriel. Y la única forma de saber su identidad era que Sarah recordara su rostro.

Y Damian, el Arcángel Uriel desterrado, era el único que podría hacer resurgir los recuerdos de Sarah. Era el único que podía ayudarnos. Así que debíamos dirigirnos hacia la Guarida, donde Damian vivía.

Dios, me ponía a temblar cada vez que pensaba volver allí. Recordaba el último encuentro entre Damian y yo: él me devolvería mis alas a cambio de que yo le encontrara -y entregara- a Sarah. Me pareció bien. Las alas tenían un valor incalculable en el mercado negro, mercado que era controlado por Oscuros y Desterrados.  Y Damian, como Desterrado más poderoso, conocía dónde, cuándo y con quién encontrar todo lo que se podía necesitar: Akasha, ambrosía, información de los otros bandos. Cada pluma de ángel era realmente valiosa, pues contenía residuos del éter y poder de su propietario. Además, yo por aquel entonces creía que Sarah era tan sólo una humana que causaba demasiados estragos y problemas. Ya había pasado demasiado tiempo desde mi Destierro como para relacionarla con Gabriel y la Oscura con la que había mantenido relaciones -que ni siquiera sabía con certeza si se había quedado embarazada o no-.

Pero en el momento en el que conocí a con Sarah... me di cuenta de su enorme valor. No podía entregarla así como así a los Desterrados, entregarles un arma tan valiosa que sin duda inclinaría mucho la balanza a su favor. No podía entregarla sin conocer el verdadero papel que tenía ella en aquella guerra.

Ángeles en el infierno Where stories live. Discover now