Capítulo 71. ALEX.

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Mi daga traspasó limpiamente el cuello del Iluminado, y su cabeza resbaló como si se tratara de mantequilla en una sartén. Observé jadeante cómo caía al suelo y rodaba hasta ser detenido por el puente de su nariz. Sus ojos quedaron en mi dirección, entreabiertos, mirándome con rencor. 

Mirándome como me había mirado Marcus. 

Parpadeé y sacudí la cabeza.  No podía creer que todo hubiera terminado.  

Busqué a Sarah y fui corriendo hacia ella, agarrándola de los hombros. Estudié su rostro detenidamente, buscando alguna herida peligrosa. Suspiré aliviado cuando observé que los rasguños superficiales ya comenzaban a cerrarse.

-¿Pero qué...?- exclamó ella, rozándolos con la punta de los dedos-.  Antes no sanaba tan rápido, no...

La callé cuando la atraje para mí y la abracé. Tardó un instante, tensa, antes de responderme rodeando mi cintura con sus brazos.

-Hey- susurró contra mi hombro-. Estamos bien. Seguimos vivos. 

Quise acariciar su rostro, pero tenía las manos pegajosas por la sangre. En vez de eso inspiré hondo y le besé la frente. No sabía si la próxima vez que ella muriera volvería de nuevo a la vida, como la última vez. Nunca me había pasado eso: respirar aliviado después de una pelea. Siempre había continuado, había pensado en lo siguiente que debía superar. Pero haberme reencontrado con Kayla y el mirar ahora a Sarah, me había dado cuenta de que ya no estaba sólo. De que si moría, alguien se daría cuenta. De que yo no era el único que podía morir. 

Y que ahora, mi vida no sólo estaba en mis manos. 

Marcus se había aprovechado de ello. 

Un escalofrío recorrió mi nuca.  La temperatura estaba descendiendo, y un viento helado silbó contra mis orejas. Me separé de Sarah, tenso. Ella también parecía haber percibido ese cambio en el ambiente; ese silencio demasiado presente, esa sensación en el aire. Justo la de la calma anterior a la tormenta. 

Sarah caminó silenciosamente hasta donde se encontraba su ballesta, y la cargó sobre su hombro. Yo recogí mi espada del suelo. Somewhere estaba junto a ella, con el pelo del lomo erizado y las orejas erguidas. 

Sin embargo, no sabíamos de dónde provenía el peligro. Estábamos solos, en una gran avenida, rodeados de dos cadáveres y cientos de coches detenidos en el tiempo, recopilando polvo. Mis ojos se deslizaron por ellos, entre las ventanillas, en busca de alguna silueta que se deslizara en silencio. Encontré una familia de cadáveres en descomposición que se había quedado encerrada, allá a lo lejos, pero nada más. 

Estábamos solos. Y a la vez no. 

Y de pronto, una sombra pasó por encima de nosotros. Sarah se sobresaltó, y dirigió su ballesta al cielo, pero estaba vacío. 

-¿Qué está pasando?- masculló Sarah. 

Di una vuelta de 360º, sobre mí mismo, revisando los edificios que nos rodeaban.  Entrecerré los ojos, vislumbrando las altas cornisas y azoteas, intentando detectar a un ángel apostado en alguna de ellas. De pronto fui consciente de lo indefenso que me encontraba sin mis alas. 

Tal vez estábamos rodeados y yo ni siquiera podía volar para comprobarlo. 

La sombra volvió a pasar, más grande y extensa. Cubriéndonos a ambos. 

Demasiado grande par tratarse de un simple Iluminado. 

No entendía que podía estar ocurriendo. ¿Se trataba de un artefacto humano? ¿Un avión? ¿Un don, un helicóptero? Su gobierno había sido derrocado hacía tiempo. Sarah y yo nos miramos.

Un enorme estruendo a nuestras espaldas hizo que nos giráramos a la vez. Sarah trastabilló hacia atrás. Yo palidecí. 

Una enorme bestia había aterrizado sobre varios coches. 

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SARAH.

No sabía qué era eso. Era... era un águila enorme.Debía medir como dos autobuses escolares, uno encima del otro. Y eso sin contar sus alas castañas, que parecían extenderse hasta lo imposible, centelleando al sol.  Sus garras delanteras habían aplastado sin problema dos coches, y nos observaba desde lo alto con sus ojos negros, brillantes, desconcertantemente inteligentes. Ladeó la cabeza, blanca como la nieve. 

-Ziz- susurró Alex, atónito-.  No es... No es posible. 

La bestia caminó hacia nosotros, elegante, su pico dorado reluciendo, afilado como el filo de una daga.  Resultaba terrorífica. Dio un ágil salto, rebotando sobre el capó, y fue cuando me di cuenta de que su cuerpo se extendía mucho más allá, prolongado en lo que parecían ser las patas traseras de un león. 

Alex y yo caminamos hacia atrás, con la ballesta en alto; Somewhere gruñendo fuerte. 

6 Iluminados aterrizaron de golpe y nos rodearon. 

Estábamos atrapados. Oh, Dios. Les apunté uno a uno con la ballesta, mi flecha de Akasha lista para saborear la sangre. Alex y yo nos colocamos espalda contra espalda, con las rodillas flexionadas. Estaba claro que si salíamos con vida de allí, sería gracias a la compasión del enemigo. Y por experiencia, sabía que tenía poca. 

Fue entonces cuando la bestia  dio un grito, sacudiéndose. Pronto miles de pájaros respondieron a su llamada. Acudieron bandadas que cubrieron el cielo y oscurecieron las nubes.  Cientos de miles de todas las especies, que aterrizaron en balcones, azoteas, coches y nos miraron atentos. El escándalo tan sólo duró un minuto o dos; de nuevo retornó aquel silencio antinatural. Ningún ave se movía. 

La bestia plegó sus alas pardas y doradas con parsimonia y fue entonces cuando reveló que llevaba un jinete encima suya. El sol comenzaba a salir , pero podía ver sus ojos incluso en la distancia. Azul. De un azul puro y frío. De hielo. 

Unos ojos que relataban batallas centenarias. De muertes silenciosas, sangre goteando en la nieve blanca. Una mirada que hablaba de traiciones, castigos, latigazos; que sabía de estrategias navales y de barcos hundidos. Una mirada que hablaba de muerte y justicia... porque la impartía. 

Su voz retumbó contra los edificios, e hizo que algunos pájaros aletearan; pero no la alzó. Era grave, profunda, estudiada para liderar ejércitos. 

Y cuando habló, supe que me encontraba ante un Arcángel.

-Me envía tu padre, Serafina. 

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Capítulo dedicado a @guadapavoni47 . Un placer:) Perdonad la espera, pero el próximo capítulo vendrá pronto. 

[Océano.]

Ángeles en el infierno Where stories live. Discover now