Capítulo 79. SARAH.

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Levanté la cabeza, sorbiéndome los mocos. Miré a Alex a los ojos.  Me distraí un segundo , observando las gotitas doradas que bailoteaban en sus iris, como polvo flotando a contraluz. Estábamos a un par de centímetros, y mi respiración entrecortada se mezclaba con la suya, que curiosamente también comenzaba a alterarse. 

Mis ojos se deslizaron hasta sus labios sin que pudiera detenerlos. 

Inspiré hondo, y me aparté. Alex también lo hizo, carraspeando.  

Tenía que concentrarme.  Yo ya estaba bien.  Estaba bien, estaba bien, estaba bien. 

Tenía que terminar con todo esto. Intenté asomarme a la ventana, pero el helicóptero se tambaleó bruscamente hacia la izquierda y me apartó. Alex me tendió unos cascos enormes, de color verde militar; él ya llevaba los suyos.  Aplacó considerablemente el sonido de aquel trasto enorme, y además tenía un micrófono incorporado. 

-¿Hola?- probé.

-Te escuchamos- me contestó Travis. 

Otro golpe sacudió el vehículo, esta vez bestial.  Me agarré al asiento con fuerza, mientras el helicóptero comenzaba a girar sin control.  Una alarma sonó intermitente, uniéndose al escándalo.  Grité.

Íbamos a morir, estaba claro. 

-¡La bestia nos ha golpeado!- gritó una voz femenina desde el lugar de piloto-.  ¡No podemos controlar el helicóptero por la tormenta! ¡Poneos el cinturón!

Pero yo me levanté,  dirigiéndome hacia la puerta. 

-¡Sarah!- me chilló Alex.  Saltó detrás de mí agarrándome del hombro.  Caí encima de él por otra sacudida, pero no me giré-. ¿Qué haces?  

Abrí la puerta corredera de un tirón, y el aire me empujó hacia atrás.  Otra alarma atronadora empezó a sonar. 

-¡Cerrad la puerta!  ¡Cerradla ya!

El helicóptero se volvió aún más inestable, algo que hasta el momento consideraba imposible. Les ignoré.  No, yo tampoco tenía idea de lo que estaba haciendo, pero la cuestión era hacer algo. Estaba claro que sino, no íbamos a salir vivos de allí. 

Me asomé, el viento era tan intenso que amenazaba con arrancarme los cascos de la cabeza. A penas habíamos conseguido alejarnos del edificio y elevarnos un par de metros más.  El ciclón nos arrastraba hacia atrás. Por el sonido del motor, estaba claro que Travis y la otra chica estaban dándole a la máxima potencia, pero no era suficiente.  

Miré hacia abajo, hacia las diminutas hormigas en las que se habían convertido los coches, y sentí cómo el bilis me subía a la garganta.  

Observé a Ziz planear por debajo de nosotros, imperturbable al clima que resultaba mortal para nosotros.  Volaba tranquilo, en su burbuja de aire, hasta que de pronto, dio un giro de noventa grados y se dirigió recto hacia nosotros. Noté el helicóptero bambolearse al sufrir la embestida por debajo.  

Me dio una rabia casi irracional.  

-¡La puerta!- volví a escuchar en mis cascos. 

Aún sentía el trazo de las lágrimas en mis mejillas.  La piel enrojecida, la garganta irritada por los sollozos.  Notaba las pestañas húmedas, frías por el viento. 

Y sobretodo sentía la ira hervir en mi pecho como lava ardiendo.  Literalmente.  La sentía.  Cobrando forma dentro de mí, arremolinándose en el vacío que había dejado la muerte de Somewhere. Hirviendo, explotando, girando. Entró en mi corazón con una explosión, y por un instante me falló el equilibrio. La vista se me nubló, casi hasta volverse negra, y parpadeé. 

Ángeles en el infierno Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora