2: Fragmentación.

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Ocho años tenía cuando la familia de Luhan se mudó a su vecindario. 

Eran mediados de julio y hacía un calor húmedo y agobiante. En el patio, bajo la sombra del viejo y frondoso arce, Sehun sudaba incluso aunque no estaba haciendo más que permanecer sentado, jugando junto a su hermana mayor con todos los juguetes de la caja esparcidos sobre el césped.

―¡Sehun, Bin! ¡Entren! ―gritó su madre desde la puerta, a sus espaldas.

―¡Pero si es temprano! ―discutió la mayor de los hermanos, alzando la cabeza con esa expresión obstinada que a su madre tanto le molestaba.

―¡Entren! ―repitió, sin ahondar en razones, y se volvió al interior.

Sehun frunció el ceño. Mamá nunca los llamaba cuando estaban jugando, siempre se aseguraba de que los dos hubieran terminado sus deberes y, una vez que acababan con éstos, los dejaba jugar hasta que fuera la hora de cenar. Pero el sol aún seguía en lo alto del cielo, probablemente porque no era ni media tarde, así que supuso que no los estaba llamando para la cena. ¿Para qué sería?

Como si hubiera leído sus pensamientos, Bin se encogió de hombros. Empujó su flequillo fuera de su frente de un manotazo y se incorporó para tomar la mano de su hermano y tironear de él hacia la casa. Sehun miró hacia atrás, a sus juguetes en el suelo. Quería jugar, se esforzó un montón en los deberes esa tarde, así que se lo merecía. Además, se había comido toda la asquerosa sopa del almuerzo como se le fue ordenado, sin hacer ninguna pataleta. Había sido bueno, entonces, ¿por qué tenían que volver dentro tan temprano? ¿Su hermana habría hecho algo malo de nuevo? La última vez que los dejaron sin jugar, fue porque ella había dibujado todo el brazo del sofá con plumón naranja y luego intentó arreglarlo con un esmalte de uñas blanco, como el cuero del mueble. Cuando no funcionó, culpó a Sehun, y él se molestó tanto que le tiró del pelo hasta que terminaron rodando sobre el suelo de la sala, peleando otra vez. Su mamá los había castigado por una semana entera.

Al pisar dentro de la sala, su madre no los esperaba con las manos a la cadera, lista para regañarlos. Sus padres estaban cada uno en un sillón individual, frente a un par de desconocidos ubicados en el sofá: una mujer de rostro grácil y sonrisa amable, junto a un hombre de rasgos fuertes y serios.

―Digan hola, niños ―pidió su padre, moviendo una mano hacia ellos.

Bin y Sehun avanzaron con cautela bajo la mirada de los dos pares de ojos desconocidos. La mayor aún sostenía su mano en la suya y Sehun se retorció para soltarse, porque le daba pena que lo llevara como a un niño chiquito, porque ya no lo era. Bin le apretó los dedos tan fuerte que le causó dolor y terminó por soltar un grito ahogado. Hyejun, su madre, les envió una mirada de advertencia desde su lugar.

Sehun volvió la vista hacia los extraños al frente, entonces se percató de que había alguien más allí que no había notado, porque el hombre lo cubría casi por completo de su vista. Un niño de espeso cabello castaño y ojos grandes y curiosos, sentado en medio de la pareja.

Toska «hunhan»Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin