Capítulo 3: Decisiones

21 6 1
                                    

El dolor de mi cabeza era insoportable, nunca me había hecho bien los licores fuertes, aunque, realmente ningún licor es bueno.

El olor casi putrefacto de la habitación me llena los pulmones, recuerdo vagamente lo que hacia en el despacho de mi padre y lo que había platicado con mi madre. Por un segundo el miedo recorrió mi cuerpo por entero, debo ir al instituto o si no, será una explotación sin remedio. Supiro, no debía ser demasiado inteligente para suponer que ya eran más de las 9, había perdido ya 2 clases si ese era el caso.

Intente recordar de que materias trataban esas dos horas, una vez más el dolor de cabeza me impidió pensar, no tenía remedio, tendría que faltar y rogarle mañana a la directora algo de compasión.

Me levante del suelo, miré por alguna razón mis pantalones, me había hecho en ellos. Mi rostro se torna asqueado, no había notado el olor hasta ahora, o mas bien, no había logrado distinguir el olor putrefacto como mío.

—Maldición — susurré para mi, y era muy cierto, esto me traía como un animal.

Salí rápidamente, pasé por las escaleras, mis padres estaban en la planta baja, dormidos en el sofá, por suerte, mis pisadas no los despertaron. Entré a mi cuarto, se escuchaba por lo bajo una canción de Enrique Bunbury. Se quedó prendido toda la noche mi reproductor.

Un ligero mareo me impidió pensar con claridad, atiné a coger algo de ropa de mi ropero y entrar al baño.

Tras una hora salí más relajado, había sido un lío limpiarme y bañarme sin sentir asco, estuve a punto de vomitar pero al menos logré evitar tal desastre.

Me debatí entre acostarme o salir, Iris estaría contenta de verme por su casa si lo decidía, pero no estaba seguro de tener la fuerza para complacerla, aun así tras varios minutos pensando, apoyado en el marco de la puerta de el baño decidí ir. Tomé mis llaves, me perfume y miré al espejo un poco.

En el camino, mientras manejaba mi modesto auto negro, recordé la ultima vez que fui a ver a la pelirosa, fue hace dos semanas, sin embargo aquella vez ella me había dicho "Te amo" en medio de el acto.

La chica era linda, nada extraordinario, una drogadicta. Su padre biológico la violó cuando tenía 11 años, desde entonces no le encuentra al sexo importancia, intenta borrar esa huella con otros encuentros pasajeros, pero en el fondo sabe que eso no funcionará. Cuando nos conocimos solo teníamos 12 y 13 años (ella era un año mayor), a pesar de todo eso la chica era una buena consejera, tomando en cuenta que su vida es un caos, se le va mejor dar opiniones, pero jamás hace algo para ayudarse a si misma.

Decidió ser prostituta, estúpidamente buscando una salida, se encontró con la red de trata de blancas.

Tras 15m llegué a su departamento, cansado bajé de mi auto, caminé los 12 pasos que me llevan a su puerta y toqué. Tardó unos segundos antes de abrirme, esta me mira soñolienta y sorprendida.

— Que milagro — sonríe — ¿No tienes donde dormir? — pregunta y me deja el paso libre — Puedes quedarte, estoy por salir al trabajo, hay comida en la cocina, si vas a dormir recuerda hacerlo en el sofá — comenta y yo asiento.

Suspiro mientras entro a su casa y me alegro de que aún seamos amigos, se que no es lo que ella quiere, pero es lo único que le puedo ofrecer a cualquier mujer.

— Tomé una decisión — Hablo nervioso — Me iré

— ¿A dónde? — pregunta sorprendida

— Lejos, lo más lejos que pueda de casa.

*******

Ya era hora.

Miré mi cabello por el espejo, estaba a mis hombros, se había ondulado por lo ligero que estaba, me gusta, me siento bien.

—¿Tan mal quedó? — pregunta mi amigo dejando las tijeras de lado.

—No, me encanta — susurro apenada y mirando hacia él para darle un abrazo.

—Menos mal, ya estaba asustado — sonríe y corresponde a mi abrazo.

—Ya está amaneciendo, en un rato tendré que irme — Susurro.

—Voy contigo entonces — Me dice en medio del abrazo, me separo incómoda, entendiendo sus sentimientos más no son correspondiendolos.

—No — niego apartándole — Toda mi vida esperé a que este día llegara, es lo que he anhelado por años.

—Aveces lo que anhelas, deseas o quieres en tu vida no es realmente lo que necesitas Eli — Susurra.

—Así como creer quererme — Dije al fin, sabiendo que le causaría dolor, el dolor necesario para que me dejara ir.

—Si — Contesta apartándose.

—Ayer lo dejé muy claro, solo esperé estos días para estar con las niñas, ya no hay nada que me una aquí

—Muchos menos yo — Comenta y aparto la mirada.

—Hagamos un trato — Hablo después de unos minutos en silencio — Si en 4 años no sabes nada de mí, búscame y si me encuentras, nunca más me iré.

—¿Lo prometes? —  pregunta con esperanza.

— Lo prometo — Digo con una sonrisa. Quizás estaba cometiendo un error por darle esperanzas, pero no considero un pecado darle aliento a su alma. Después de todo, es el único que realmente se ha preocupado por mi.

Cartas A Ella Where stories live. Discover now