Capítulo 6: Electricidad

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El sonido de mi móvil termina por impedir que acomode mi uniforme, una estrepitosa palabra salió de mis labios, es el colmo que además de luchar contra el cierre del vestido, luche con distracciones.

—Diga — Contestó el teléfono acomodandolo en mi hombro para poder seguir mi batalla.

—¿Es usted la señorita Elizabeth? — Una voz que no reconozco habla.

— Si, disculpa ¿Quién es?

—Hablamos de la unidad de emergencias, hospital Sur. Su compañera Dalia tuvo un accidente en trabajo, necesitamos que venga por ella — Lágrimas caen por mis mejillas, puede que sea la peor noticia que a llegado en años.

— Señorita, ¿Está bien? — La voz me hace reaccionar

—Si, ya... ya voy — Cuelgo aún en shock, rápidamente tomo mi bolso y me dirijo al hospital.

El taxi tardó 22m, el tiempo más eterno que he tenido que pasar, sin embargo terminó valiendo la pena cuando pude ver a Dalia con un yeso en el brazo.

—Estas mal de la cabeza Dalia, ¿cómo se te ocure crgagr el muebles sola? — Hablo rapidamente y furiosa.

—Calmate, estas alterada, si asi le hablas a una lesionada, pobre del taxista —Ré a lo que no digo nada, cuiriosamente esta en lo cierto, en dichos 22 minutos habia dicho mas palabotas que en toda mi vida. 

—Eso es lo de menos, por tu necedad llegaré tarde al trabajo — Suspiro, no podia darme ese lujo, mucho menos ahora. 

—Entiendo, ya le firmaste al doctor mi salida, puedes pedirme un taxi e iré a casa, por suerte ya habia comido en el trabajo, ¡Con un suero estaré como nueva! — Sonrie y le doy la razón para evitar mas demoras. 

Al cabo de unos minutos pude ayudarla a ir a casa, le pedí que me aisara por cualquier cosa al movíl, di gracias en ese momento ante la usencia de su terquedad. Aún así la suerte no estaba de mi lado, llegará tarde al trabajo, fur asi que cometi el gran error de disponerme a correr. 

— ¡Señora María por favor, dejeme explicarle! — Grito desde un metro del bar, con las trenzas hechas nudos y el vestido regional sucio, lastimosamente era blanco y tenía marcada las pruebas de mis demoras. 

Al correr habiá chocado con todo, primero con un bote de basura en la avenida Péon, luego ruidosamente caí sobre un charco de lodo en el parque central y por si fuera poco, estuve a punto de morir al casi se atropellada a solo una esquina del trabajo, eso no me hizo sentir tan mal como a la niña de 10 años que le tiré su helado, clramente toleré un llanto de 2m, hasta que le dí dinero para otro.  Por fin veia la gloria de llegar a mi meta cuando, otra vez choque. 

—¡Carajo! — Me erizo ante el contacto de mi trasero con el padimento, bueno de todos modos no tenía mucho porque llorar allí atrás. 

— ¡Lo lamento!, perdón, estaba distraido con una llamada, la ayudo — Una mano interfiere en mi panorama, blanca, tersa y varonil. Me sujeto de ella para poder incorporarme, a pesar de su aspecto tan hostil, resultó ser una mano suave, incluso cálida. Al dejar la mano de lado prosedo a intentar sobarme, algo inútil, los daños estaban mas que hechos, 

—¿Estás bien? — Pregunta el dueño de la mano, caigo en cuenta que ni siquiera le había dedicado una mirada y por curiosidad levanto la mirada, quizás demasiado rapido. Para mi sorpresa, unos ojos marrones, extrañamente oscuros, es lo primero que mi vista aprecia, seguido de una piel blanca, y un cabello ligeramente largo y castaño, él era atractivo, no el hombre atractivo de la televisión, sino de esa belleza convencional y arrebatadora.  

—Si — Contesto su pregunta aunque no era esa clase de hombre perfecto, sus peculiaridades me resultabas encantadoras, como lo era su nariz ligeramente torcida en el arco — Perdona, vengo tarde al trabajo, así que he estado de torpe corriendo — Sonrio y el imita mi acto. 

—No te preocupes — Le escucho barbucir con un refrescante acento, seguramente no era de aquí —  Digo si, peocupate por el trabajo pero no por mi, osea si te puedes preocupar por mi, digo, por mi estado fisico, aunque  en realidad no me pasó nada, así que no te preocupes... por mi pero si por el trabajo — Hace unos movimientos con las manos, se notaba nervioso, cosa que me proboca ternura, le miro rascarse la nuca y temblar ligeramente, por alguna razón mis piernas comenzaron a hacer lo mismo, era un extraño refelejo. 

—Bueno, entonces con permiso — Le hago un ligero saludo con la cabeza y él, una vez mas, imita mi acto. 

—Adíos — Balbucea y una brisa con sabor a electricidad golpea mis mejillas. 




Cartas A Ella Where stories live. Discover now