7

4.7K 341 29
                                    

Quedan pocos días para la cosecha. He pasado casi todo el día en el bosque, sólo allí o en los brazos de Peeta consigo relajarme. Llegando a casa veo a Peeta apoyado en la puerta de su casa hablando con una chica, me fijo bien y la reconozco a pesar de estar de espaldas. Es Delly. Es de las pocas personas del distrito a las que le sobran unos pocos kilos. No escucho lo que dicen pero los oigo reír animadamente. Peeta se hace a un lado y entran en casa. Me quedo allí, sus risas siguen sonando.

Peeta alguna vez me ha hablado de ella, son amigos desde pequeños. ¿Y si Peeta quiere casarse con ella? Seguro que sus familias siempre pensaron que acabarían juntos, igual que Gale y yo.

Decido alejarme pero descubro a Haymitch observándome atentamente, está sentado en la entrada de su casa y me hace un gesto para que me acerque.

- ¿Celosa preciosa? - dice en cuanto llego.

Yo me limito a lanzarle una mirada asesina.

- ¿Y si querían casarse? - le pregunto pasados unos minutos.

- Entra – me pide.

Una vez sentados en la sala continúa hablando. Sigue sorprendiéndome ver su casa tan limpia.

- ¿De verdad piensas eso?

- No sé, puede ser. Quizás tenían planes. Son muy amigos – y ella es muy guapa, añado para mi.

- Mira, dos cosas. Primero, sabes de sobra que Peeta ha estado enamorado de ti desde que tiene uso de razón. No creo que por su cabeza pasara ningún plan que no te incluyera y segundo ¿y tú qué? ¿tenías planes con tu falso primo?

- No – le respondo bruscamente – él es como mi hermano, además nunca he querido casarme.

- ¿Pensabas quedarte sola, como yo?

- No estaría sola, tengo a mi hermana y a mi madre. Nunca pensé en novios, boda, hijos y demás. No estaban dentro de mis planes.

- Bueno pero ahora la realidad es otra, quieras o no te vas a casar. Con un chico que te quiere y daría su vida sin pensarlo por ti. Dentro de lo malo, no te puedes quejar.

- Lo sé. Pero no es justo, para nadie. Él debería ... - y no continúo.

- ¿Qué? ¿Él debería qué?

- Ser feliz, casarse con una chica que le quiera, le haga sonreír, le de hijos, ...

- ¿Y tú no eres esa chica?

- Vamos Haymitch, me conoces de sobra. Él nunca podrá ser feliz a mi lado.

- Creo que no te das cuenta de que ya es feliz a tu lado. Y eso que tú no lo quieres, al menos del modo en que él te quiere. Y no es por nada pero ... a ti también se te ve feliz cuando Peeta está cerca tuyo.

- Ya sabes, él es siempre correcto y agradable, quien podría estar mal a su lado.

- No lo utilices.

- ¡¿Qué?! - le pregunto gritando.

- Ya me has oído. ¡Te crees que él no sabe que sólo lo quieres a tu lado para poder dormir sin pesadillas!

- No es eso ...

- ¿No?

- Haymitch, yo ... lo necesito. No puedo soportar pensar en los juegos. No podré salir adelante sin él.

- ¿Y eso no es utilizarlo?

- Tienes razón – admito en voz baja. Lo he sabido siempre pero me negaba a reconocerlo –. Y ¿qué hago? ¿me alejo de él? Te recuerdo que en menos de un año tendremos que vivir juntos.

- ¿Y tan malo es eso?

- No. Para nada. Pero como tú dices estando cerca él sufre.

- Y si te alejas aún más.

- ¿Entonces? - le pregunto desesperada.

- No lo sé. Te soy sincero. Me gustaría darte una respuesta pero no la tengo. Estar juntos os hace bien a los dos, pero no quiero que él se haga falsas esperanzas contigo.

- Yo nunca se las he dado.

- Pero es inevitable que teniéndote tan cerca no piense en que quizás un día ...

- ¿Le quiera?

- ¿Y no lo haces?

- Si, pero no como debería.

- ¿Qué sientes por él? Os habéis besado infinidad de veces, ¿todos esos besos han sido falsos?

Me quedo callada y él entiende mi silencio. Sonríe.

- Lo sabía – me dice contento – pero ahora no te des mal por eso. Es algo inevitable, dentro de unos meses os casareis. Que sea todo falso o no es cosa vuestra. Sólo te pido que intentes hacerle el menor daño posible.

- Sabes que lo último que quiero es hacerle más daño.

- Lo sé. Ve a descansar, tienes unas ojeras enormes.

- No puedo.

- Ah, claro. Tu espanta pesadillas está ocupado con otra chica ...

Después de esta charla Haymitch no podía simplemente dejarme marchar en paz. Tenía que fastidiarme como siempre. Salgo de su casa dando un portazo.


Aliados, amigos, mentores, prometidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora