Capítulo 1: Una apuesta con consecuencias

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ALYSSA

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ALYSSA

Mierda, llego tarde, mierda. Y encima con esta pinta. Y el primer día de clase. ¿Algo podría ir peor? Malditas Britany y Joyce por dejarme sola. Se van a arrepentir, esta se la devuelvo.
Corro por el pasillo, tapándome como puedo para que no se me vea nada, y me detengo frente a la puerta. Gracias a Dios, todo el mundo está ya en clase así que no me han visto en este estado de lunática.

- Vale, échale huevos, Liss. —Me digo a mi misma en voz alta.

Aliso mi pelo con los dedos y lo peino lo mejor que puedo. Cierro los ojos, respirando profundamente, y abro la puerta.
Lo primero que veo, bueno, escucho, son las risas de esas dos zorras que se hacen llamar amigas. Se tapan la boca cuando me ven y a continuación comienzan los murmullos. Busco al profesor Tunner con la mirada, para ponerle ojitos y pedirle disculpas, pero no le encuentro. En su lugar hay un chico alto y con camisa, encima de la plataforma del profesor. Mirándome con una ceja alzada y el ceño fruncido. ¿Y este quien es?

 ¿Y este quien es?

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- Buenos días.—Dice cuando ve que yo no hablo.

- Buenos días.—Digo un poco perdida mientras me dirijo a mi asiento.

- ¿Puede explicarme el motivo por el que ha llegado tarde a la primera clase de su tercer año en la universidad? —Pregunta sentándose sobre la esquina de su mesa.

- ¿Y usted es...? —Digo molesta.

- ¡Liss! —Susurra Brit para que me calle. ¿Qué pasa? Ningún seminarista va a culparme por llegar tarde, joder.

- Soy su nuevo profesor. —No me jodas.

- ¿Perdone?

- Ahora, si no le importa, le agradecería que saciara mi curiosidad y, estoy seguro, la de todos sus compañeros. ¿Por qué ha llegado tarde y ataviada con un... camisón? ¿Pijama? —Cierto tono divertido se aprecia en su voz. Capullo.

- Pues verá, Señor...

- Sinclaire. —Responde levantándose.

- Verá, Señor Sinclaire, esto que llevo — digo señalando mi atuendo —, no es mi pijama, ya que para dormir, uso mucha menos ropa. Y ya que su curiosidad es tan grande, voy así vestida porque perdí una apuesta. Y mis amigas, aquí presentes —digo señalándolas —, me han obligado a ponerme esto para mi primer día. ¿Algo más que necesite usted saber?

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