Capítulo 10: Arrepentimiento y consecuencias

46.8K 4.1K 313
                                    

ALYSSA

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

ALYSSA

Stephen me mira con nerviosismo y se sube en su moto. Perdón, Vyrus, en su Vyrus. Arranca para marcharse, pero el coche de Thomas se detiene tan cerca que le impide el paso. Brit y Joy se bajan y me miran, extrañadas.

-          Liss, hemos estado buscándote. Estábamos preocupadas. – Dice Joy.

-          Aunque vemos que no estabas sola. – Añade Brit con una pequeña sonrisa.

-          Sí... eh... bueno...

-          La Señorita Mills y yo nos encontramos por casualidad a unas manzanas de esa fiesta. – Dice él, al ver mi tartamudeo sin sentido.

-          Claro. – Dice Joy sin creerse una mierda. Stephen me mira para que continúe yo.

-          Sí. Me estaba aburriendo y no quería joderos la noche, así que estaba buscando una parada de taxis cuando le he visto. Y, bueno... se ha ofrecido a traerme así que... aquí estamos.

-          Muy amable, Señor. – Le dice Brit.

-          Tengo que cuidar de mis alumnos. – Responde él con una sonrisa cautivadora e inocente. – Bueno, nos vemos el lunes, señoritas. Mills. – Añade lo último mirándome a mí directamente.

-          Señor. – Digo despidiéndole.

Se despide de Thomas con un movimiento de cabeza, y se marcha acelerando por la calle principal del campus.

-          ¿Vas a contarnos la verdad ahora? – Pregunta Joy mirándome.

-          Esa es la verdad.

-          Lo que tú digas. – Zanja después de elevar una ceja con incredulidad. – Vengo en un rato. – Se mete en el coche de Thomas y ambos se marchan.

-          ¿Y estos? – Digo mirando a Brit. – Menos mal que no le gustaba.

-          Ya ves. – Dice elevando los hombros.

-          ¿Y tú, qué? – Le pregunto mientras entramos en la residencia. – Veo que mi ropa te ha traído suerte. – Le doy un toque cariñoso en el hombro.

-          Sí. – Sonríe como una quinceañera. – Madre mía, Liss, cómo besa. Le doy un 8.9.

-          Pobre, no llega al nueve por una décima. – Río.

-          Llegará. – Dice cuando estamos entrando en mi cuarto. – Oye, no me trago esa historia con Sinclair. ¿No ha sido casualidad, verdad?

-          En serio, que sí. – Veo que mira y sonríe.

-          Si no quiere contárnoslo, tus motivos tendrás. Pero, que sepas, que no nos lo tragamos ninguna de las dos. Liss, ten cuidado. Tiene veintiocho años, no es un niñato como estos de aquí...

Eres mi dosisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora