4. Michael

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Los siguientes días fueron normales para la vida de Clifford, excepto por una persona.

Aquel rubio lo había salvado unas tres veces de que lo golpearan, y estaba realmente agradecido por eso.

Aunque de todas formas había recibido unos cuantos golpes cuando Hemmings no estaba.

Y hoy... hoy iba a ser un día algo distinto.

—Vamos, Mikey —dijo el moreno a la salida—, ¡quédate a dormir! ¡Es viernes!

El de cabello violeta sonrió. Viernes. Bendito sean todos los viernes del año.

—Claro. Hablaré con mi madre, ¿sí?

Calum asintió.

Lo que no se esperaban ver era a un rubio al frente de ellos.

—¿Qué quieres tú? Maldito idiota —dijo violentamente el moreno.

—S-sólo quiero hablar con Mike —respondió el menor con cierto temor.

El de ojos verdes asintió.

—Está bien, Cal. Él no es malo.

—¿No es malo? —rió amargamente—. Oh, ¿te dejó el estómago violeta porque es un ángel caído del cielo?

—Thomas.

Y eso bastó para que se quedase callado, tirando humo por las orejas.

El rubio y el teñido se alejaron un poco más manteniendo la distancia por si alguien los veía, aunque no habían muros en la costa.

—¿Qué querías, Luke? —preguntó cuando ambos ya se encontraban sentados en una banca.

—Te he traído algo.

¿Un regalo? Oh, Mike amaba los regalos. Sonrió.

—Ah, ¿sí?

—Sí.

El ojiazul sacó de su mochila un peluche de un león muy pequeño, que traía en su pata una pequeña bolsa con unos chocolates dentro. Y se lo entregó.

Clifford no pudo no sonrojarse. ¿Cómo no iba a ser bueno?

Aunque la primera actitud del menor fue golpearlo, Michael lo entendía. Él quería estar en un grupo.

—Muchas gracias, Luke. Es muy lindo.

—Es sólo como tú —murmuró mirando hacia otra dirección, tratando de que el de cabello violeta no lo escuchara, pero fue imposible no hacerlo.

Eso hizo explotar las mejillas de él. Nunca nadie, aparte de Cal, había sido tan lindo con él. Nunca.

El mayor se dio cuenta de que el rubio no lo había dicho con la intención de que él escuchara, así que, como si no hubiera escuchado nada, dijo:

—Creo-creo que tengo que irme —dijo parándose de aquella banca.

—Espera, ¿Mike? —Lo detuvo sólo por su llamado. Él se dio vuelta—. Bue-bueno, t-tú... —suspiró, porque se dio cuenta de que parecía un tonto tartamudeando tanto—, ¿quieres salir conmigo a alguna parte este fin de semana?

El estómago de Michael se revolvió. ¿Por qué? Ni él mismo lo sabía.

Sonrió leve y asintió.

—¿En serio? —dijo totalmente emocionado, pero luego volvió a decir más calmado al darse cuenta como lo había dicho—. Digo, ¿e-en serio?

Sonrió más amplio el mayor.

—Sí... —susurró—, ¿te parece el domingo en el centro comercial, el principal, de Sídney?

—¿A las cinco y media de la tarde? Perfecto —sonrió también el rubio—. Entonces, es una cita.

En aquel momento, Hemmings se quiso dar un fuerte golpe en la cabeza.

En cambio Michael se emocionó al escuchar esa palabra, pero al mismo tiempo le extrañó.

¿Luke era gay?

—No es que se-sea una cita, es sólo —El chico de cabello violeta le interrumpió.

—Entiendo —dijo más apagado Clifford—, Luke.

Y con eso se alejó donde su mejor amigo, quien había observado toda la escena, sin poder escuchar siquiera algo.

Después de pedirle permiso a la mamá de Mike y que esta dijera que sí, se fueron caminando a la casa de Hood, hablando de cualquier cosa que se les viniera a la mente.

Ninguno quiso tocar el tema del peluche y los chocolates. Calum no quería incomodar, por el momento, a Clifford. Y por su parte, él no deseaba tocar el tema en un buen rato.

Pero cuando ya habían pasado unas cuantas horas en la casa del moreno, este quiso sacar el tema.

—No es nada, Calum. Sólo un simple regalo —dijo por milésima vez el de cabello violeta—, y una simple salida.

—Sí, bien, lo es... —asintió, pero volvió a cuestionar—, pero ¿estás seguro?

Pero esta vez Michael respondió otra cosa en susurro.

—No...

Calum asintió dándose por vencido... Hasta que reaccionó. ¡Michael le había dicho que no!

—Espera, ¿qué?

—es que... no lo sé, Cal. No cualquier chico le regala a otro chico un peluche con chocolates, ¿o sí?

—Tienes razón, a menos que sea gay —rió torpemente, hasta asimilar nuevamente la situación, abriendo los ojos a tope—. O sea que...

—Creo que sí —asintió con una pequeña sonrisa Clifford.

—¡Luke es gay! —Eso hizo que Michael riera—. Y, y, ¡y tú le gustas! —exclamó el menor.

Michael sintió su estómago dar un brinco, sus mejillas se encendieron y su corazón empezó a latir fuerte.

Se limitó a responder:

—No, ¿cómo crees? —su voz nerviosa se apagó, bajando su autoestima al decir que lo diría—. ¿A quién le gustaría?

—Michael...

Él suspiró.

«Nunca nadie me querría como algo más que un simple amigo...», dijo en su mente.

Pero al parecer, también lo había dicho en voz alta. Con un hilo de voz.

—Michael...

—Deja de decir mi estúpido nombre —masculló frío.

Hood tragó saliva pensando bien lo que quería decir.

—Si te quisieras, más personas querrían estar contigo —suspiró el moreno—, porque estoy seguro de que muchas personas te quieren, pero Chad...

—¡Estoy harto de ese maldito Chad! —contestó al borde de las lagrimas el otro. Sólo el recordarlo lo ponía triste—. ¡Estoy harto de no quererme! ¡Estoy harto de la vida! ¡Estoy harto de todo!

Y se largó a llorar. Provocando que Calum se sintiera muy culpable. Y, en cierto modo, era su culpa.

—Michael... —volvió a suspirar él—, hay personas que te quieren, de verdad... Olvida a Chad. Perdón por mencionarlo.

El de iris verde se quedó callado unos segundos, tratando de calmar su llanto.

—¿Cómo quién?

—¿En serio preguntas? —Sonrió de lado él—. Tu mamá, tu papá, yo... y te aseguro que Luke también.

—Son cuatro personas...

—¿Y qué? —cuestionó el otro—, a mí de seguro me quieren la misma cantidad de personas... Y no me importa, porque son cuatro personas que lo valen.

—Por eso eres mi mejor amigo, Cal.

—Y tú el mío, Mikey.

let's be friends ✻ mukeWhere stories live. Discover now