Capítulo 3

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17 de diciembre

Era mediodía y aún seguía revolcándome entre las sábanas. Me había despertado temprano para desayunar y luego había vuelto a mi habitación para dormir. No es que no hiciera nada pero eran vacaciones y me gustaba disfrutar de mi cama. Solo ella y yo. O mejor dicho: ella, un libro, mi computadora, algo de comida chatarra y yo.

Me levanté para ir al baño de mi habitación y echarme un poco de agua en la cara para terminar de despertarme. En realidad, aquel baño no era del todo mío, sino que lo compartía con la habitación de Dylan. Como ambos teníamos habitaciones contiguas, a mis padres les pareció buena idea tener un baño en medio de estas. No era mala idea en aquel momento pero luego de años de convivir de esta manera con Dylan, me di cuenta de que mi manía de tener todo absolutamente ordenado contradecía la de mi hermano.

Cuando me acerqué al espejo, este me mostró una versión mía a la que no estaba acostumbrado. Tenía el cabello castaño totalmente despeinado y debajo de mis ojos tenía unos círculos oscuros a causa del insomnio que padecía desde la desaparición de mi hermano. La persona en el reflejo no era nada parecido a mí. Samuel Nisson, el chico que siempre lucía impecable incluso cuando ni siquiera tenía que salir de casa. Aquel que pasaba su tiempo leyendo, aprendiendo algo nuevo en su computadora o hablando de lo que sea con su hermano gemelo. El que se preocupaba por sus notas, su asistencia y su conducta. La persona que era hace una semana, cuando recién habían comenzado mis vacaciones y creía tener todo el tiempo del mundo para cumplir mis listas de lecturas e investigaciones hasta que volviera a la Universidad.

Y aunque ese no parecía ser yo, al menos hasta que todo volviera a la normalidad, lo echaba mucho de menos. A tiempo record me había convertido en alguien que vivía encerrado con el pelo enmarañado y la habitación totalmente deshecha. Salía solo para buscar algo de comer o recibir información que valiera la pena escuchar. No podía leer, intentar concentrarme era todo un desafío, y menos estudiar, que es lo que tendría que estar haciendo en estas vacaciones. No escuchaba música, ya que todas las que tenía eran de bandas que le gustaban a Dylan y que me había pasado con la intención de fanatizarme con alguna de ellas. Mi vida era un desastre sin él.

Mientras echaba agua sobre mi rostro escuché el sonido de una llamada entrante en Skype. Me apresuré en cerrar la canilla del lavabo y prácticamente corrí hasta mi computadora. Contesté antes de siquiera fijarme en quién era.

No fue una buena idea porque definitivamente no estaba preparado para verlo del otro lado de la pantalla. Casi tiré la silla giratoria de la computadora en mi intento de acercarme a esta para confirmar lo que estaba viendo. No tengo idea de lo que hice luego, tal vez grité, balbuceé o me quedé callado por la sorpresa. De lo que sí soy consiente es del momento en el que bajé hasta la mitad de las escaleras para avisarle a mi familia, la cual seguramente se encontraba en la sala.

―Es Dylan ―grité y, sin esperar a que me siguiera, corrí hasta mi habitación con desesperación.

Él estaba del otro lado de la pantalla con una sonrisa que no llegaba a sus ojos. Quien no lo conociera, creería que ésta era auténtica aunque yo podía notar que no era así. De todas maneras, su expresión me desconcertó. ¿Por qué sonreía mientras todos estábamos preocupados por él?

Debo encontrarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora