Capítulo 5

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Por fin Adrián se había ido. Deseaba estar a solas con Erik. Desde que lo vi, no dejaba de pensar en él.

¿Pero qué tenía en la cabeza? Jamás un chico así se fijaría en mí y mucho menos se fijaría en una chica que probablemente le quedasen meses de vida.

Me encontraba con un poco de malestar, pero estaba hambrienta. Sorprendentemente no tenía nauseas. Tenía que tener una pinta horrible y en ese momento no quería que mi doctor entrase a la habitación.

- Hola, Andrea. ¿Cómo va tu primera sesión? -ahí estaba otra vez. Ya no traía la bata blanca. Tenía pinta de irse ya, supongo que acababa su turno y se iría con su preciosa novia sana.
- No puedo quejarme. -le dediqué una sonrisa.
- ¿Necesitas algo más?
- Lo que necesito, creo que no puedes dármelo. -soltó una pequeña carcajada y ese momento me quedé eclipsada.
- Quizás puedo concederte un deseo.
- Quiero...quiero una hamburguesa de McDonalds. -hice un mohín.
- ¿No has perdido el apetito? -no dejaba de sonreír y sentía que en cualquier momento me tendrían que poner oxígeno.
- Por ahora no. Pero sé que dentro de poco sí y quiero aprovechar. -dejó de mirarme y miró la hora de su reloj.
- Bueno, Andrea. Tengo que irme. Mañana me paso para ver que tal has pasado la noche. Dentro de un par de horas te traerán la cena.
- Gracias.
- ¿Gracias por qué?
- Por hacerme una visita. Me gusta ver gente nueva.
- Pues te cansarás de verme.

Jamás me cansaría de verlo. Adoraba verlo. Habían pasado diez segundo desde que se había ido y ya lo echaba de menos.
¿Por qué solo quería verlo a él? Ni Adrián, ni mi padre ni mi mejor amiga. Me sentía una miserable por preferir a ese hombre a mi padre o mi mejor amiga. Ellos siempre, siempre habían estado a mi lado y yo se lo pagaba de esta manera.

Llamé a mi chico para pedirle que se quedara en casa a dormir. No quería que estuviese aquí porque me sentía mal.
Desde que hicimos las paces estábamos bien. Cambió conmigo y de verdad me demostró que estaba arrepentido. ¿Por qué ahora esto?

*****

- ¿No se quedaba contigo Adrián?
- No me apetecía que estuviera aquí.
- ¿Qué pasa, Andrea?
- Soy mala, Alessa. He preferido que Erik estuviese aquí antes que tú, mi padre o Adrián. -mi amiga se echó a reír.
- Créeme que yo también lo desearía. No te sientas mal.

Tener a mi mejor amiga conmigo era una de las mejores cosas que podía tener. Si, era verdad que quería que estuviese mi doctor conmigo pero también necesitaba a mi mejor amiga. Sabía que con ella, la estancia aquí, se me haría más amena.

Estaba pintándole las uñas a mi mejor amiga mientras me contaba como le iba con su chico.
Mis tripas sonaban, esperaba con ansias la cena. A pesar de estar en el hospital, la comida de aquí, no era del todo mala. Un poco sosa si, pero se podía comer y más cuando tenias hambre como yo en este momento.
Tocaron a la puerta, serían las enfermeras con mi cena. Me acomodé en la cama para recibir la cena.

- Buenas noches, preciosa.
- Hola, Bárbara. ¿Te toca turno de noche?
- Si, cariño. Que disfrutes de la cena. El doctor Miller ha ordenado que cenes esto. -la enfermera me guiñó el ojo.
- Gracias, Bárbara. Que pases una buena noche.

La enfermera se marchó y me preparé para destapar la cena.
Mi amiga me colocó la mesa y puso la bandeja frente a mi. Cuando destapó la cena me quede sin habla. Había un menú de McDonalds. Hamburguesa con patatas y refresco.

- ¿No dicen que las comidas de los hospitales eran un asco?
- Madre mía Alessa. No me vas a creer cuando te cuente el por qué de esta cena.
- Soy toda oídos.
- Antes vino Erik para saber cómo me encontraba. Antes de irse me dijo que si necesitaba algo más y yo le dije que lo que quería no podría dármelo. -mi amiga me miró alzando las cejas de arriba abajo. - Alessa, me refería al comerme una hamburguesa. Y bueno, el me dijo que quizás podría concederme un deseo y yo le dije que quería una hamburguesa de McDonalds.
- ¿No me jodas que te la ha traído el?
- Pues parece que si.
- ¿Y esto lo hará con todas sus pacientes?
- Claro que no. Le gustas...
- Eres tonta, Alessa.
- Y tú una perra con suerte.

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