Capítulo 19

60 14 6
                                    

No podía ser cierto. Debería ser un falso rumor. Ella no podía ser novia de Erik.
¡Joder! ¿Esto era lo que le impedía avanzar conmigo? ¿No podía engañar a su pareja? Pero no lograba entender. Ella me dijo que su novio no le hacía caso. Entonces, no tendría sentido que él se sintiera mal por estar conmigo.

Estaba destrozada, con Erik era un paso adelante y mil para atrás. Siempre giraríamos en torno a sus mentiras y no quería eso para mí. De todas formas, quería escuchar de su boca por qué me estaba haciendo tanto daño.

- ¿Su novia? -intenté no parecer decepcionada, dolida...
- Eso me han contado. Al parecer tuvieron una pelea y ella se fue llorando y acabó contando por abajo que eran pareja.
- Hacen buena pareja. Ambos son guapísimos. -intenté sonreír.
- Si se enterase que Erik te sacó del hospital o que te mando una hamburguesa...
- No se enterará. Además, lo hizo porque le di pena. No hay nada que esconder.
- Bueno, cariño. Tengo que marcharme, si me entero de cosas nuevas, te las haré saber.

Bárbara se marchó y yo me quedé en mi habitación pensando qué decirle a Erik cuando lo viese. Si os soy sincera, nada más verlo, querría besarlo pero después del beso, pegarle un puñetazo en esa preciosa cara que tiene.

No lograba entender qué quería de mí. Había hecho cosas por mí y había dicho cosas que no se las dices a una simple paciente o a una amiga. Que yo sepa, no me follo a Mario, ni lo beso...(sino estuviese enamorada de Erik, os aseguro que me gustaría hacerlo) A la vista está lo guapo que es.

Me tumbé en mi cama a pensar cómo había cambiado mi vida en estos meses. La querida novia de Erik entró en mi habitación. Justamente cuando la vi, comencé a odiarla.

- Andrea, el doctor Miller me ha dicho que no olvides lo que te dijo ayer.
- No lo olvido.
- ¿Se puede saber qué es lo que te dijo ayer? -se puse delante de mí con las manos en jarra.
- Es un tema personal. Algo que no te importa.
- No me gusta la confianza que tienes con Erik.
- ¿Qué problema tienes Joaneth? -la miré confundida, disimulando mi nerviosismo.
- Ninguno, perdona. He tenido un mal día.
- Pues no lo pagues con tus pacientes. Y soluciónalo con tu novio.
- ¿Mi novio? -abrió los ojos.
- Olvida lo que he dicho. Quien dice novio, dice amigo...
- Cuidado conmigo, Andrea. -puso cara de bruja y se marchó de allí.

Esto era ya el colmo. ¿Esa mujer amenazándome? Maldito Erik, a saber qué le había contado. O lo mismo no le había contado nada, pero entre nosotras existía la intuición femenina.

El día pasó lentamente. Mario hoy se encontraba mal, decía que era de la quimio pero yo creo que lo de su chica le tenía la cabeza en otro lado.

- Mario, necesito hablar contigo.
- ¿Qué quieres, Andrea? Te digo que no tengo muchas ganas de hablar. Ya sabes tú, náuseas... -puso mala cara y cerró los ojos.
- No tienes que contestar a nada. Solo escucharme, aunque creo que llegará el momento en el que dirás algo.
- Dispara, guapetona. -me levanté de mi cama y me tumbé a su lado.
- ¿Te importa que me tumbe contigo? -sin abrir los ojos, mi amigo negó con la cabeza.
- ¿Qué pensarías de un hombre que me protege, no quiere que me pase nada, me saca del hospital, me besa, me hace el amor pero que después de hacer todo esto, desaparece?
- ¿Con quién te has acostado?
- ¡Joder, Mario! ¿Sólo te has quedado con ese detalle?
- Perdona, creo que la quimio me ha revolucionado. Ya sabes... -movió ambas cejas de arriba abajo. - ¿Y por qué se va?
- Pues eso es lo que me tienes así. Dice que hay algo que le impide avanzar conmigo.
- Pues que te lo diga. De todas formas, es un capullo, ¿no?
- ¿Crees que el doctor Miller es un capullo? -mi amigo se levantó de golpe en la cama y se puso frente a mí.
- ¡No me jodas, Andrea!
- Pero lo más fuerte viene ahora...
- Voy a llamar a una enfermera para que me de un tranquilizante. -golpeé su brazo.
- Resulta que, la enfermera sexy, es su novia. -Mario se pasó la mano por la cara con frustración.

La puerta de la habitación se abrió y Erik entró con gesto serio.

- Andrea, vengo a recordarte lo de esta noche. ¿Lo habías olvidado?
- No, doctor. Necesito que me expliques unas cuantas dudas que tengo.
- Resolveré tus dudas, Andrea. ¿Todo bien, Mario?
- Sólo tiene que ver la compañía que tengo. No podría estar mejor, doctor. -Erik cerró sus manos en forma de puño y noté como su respiración se entrecortaba.
- Te espero a las 21:00. -Erik dijo aquello en tono seco.
- ¿Puedo acompañarla? -golpeé el costado de mi amigo con mi codo. Estaba cabreando a Erik y no sabia que acabaría pasando.
- ¡No! Esto es algo entre la señorita Durán y yo.

Erik ni siquiera se dio la vuelta para observar a mi amigo. Cerró con un portazo que hizo que la ventana temblara.

- Qué humor tiene el guaperas.
- Eres un idiota, Mario.
- Le gustas, y mucho. Solamente tienes que ver cómo viene a recordarte vuestra cita, cómo se ha molestado al verte conmigo en la cama y como me ha contestado ante mi propuesta de acompañarte. Sinceramente, me gustaría que tú y yo, tuviésemos algo más que...
- ¿No decías que no ibas a hablar? Cállate un poco anda. -me levanté de su lado y me fui al baño para darme una ducha. Esta noche tendría respuestas a todo lo que tantos días me había preguntado.

Por fin sabría cuál era el problema que tenía Erik conmigo. Aun así, dijera lo que me dijera, no cambiaría nada nuestra situación.

Tomé una pequeña ducha y me vestí con unos pantalones vaqueros y una camisa. En el pelo no sabía que hacerme, así que opte por ponerme el pañuelo. Sí, lo sé, no tengo pelo, por eso mismo tengo que reírme de mí misma.

Salí del baño y mi compañero de habitación estaba en compañía de una chica. Ella estaba llorando y él estaba de espalda a ella, con las manos en los bolsillos y la cabeza cabizbaja.

- Buenas noches. -intenté sonreír. Rápidamente dejé las cosas en mi armario y me fui de allí dedicándole a mi amigo una mirada cariñosa. Éste me correspondió guiñándome un ojo.

Salí de allí. Aún me quedaba media hora para encontrarme con Erik, así que subí a mi lugar secreto. Era una noche fría y no se veían estrellas brillar en el cielo.
Vi a alguien apoyado en la baranda de la terraza. Miraba hacia la nada. Al escuchar mis pasos se dio la vuelta.

- Erik, ¿qué haces aquí?
- Pensar. Aunque no lo creas, hace mucho tiempo descubrí también este lugar.
- ¿Qué piensas?
- Pienso en todo lo que tengo que decirte. No sé por dónde empezar.
- Deberías empezar por el principio, ¿no crees?
- Bajemos a mi despacho. No quiero que cojas frío aquí.

Sólo tú puedes ayudarmeWhere stories live. Discover now