Capítulo 32

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Creía estar viviendo una pesadilla. Otra vez ese bicho había despertado y temía que esta vez, si acabase conmigo. Solamente pensaba en Erik y en mi pequeña. No podía irme de este mundo y dejarla sola. Aún tenía que acompañarla al colegio por primera vez, ver como se caía su primer diente...aún tendría que disfrutar mucho más tiempo con ella y con el hombre que me había enamorado hasta las trancas.

- Erik, quiero que seas sincero y claro conmigo. -mi marido tenía la mirada perdida. Otra vez tenía que pasar por lo mismo.
- ¿Qué se supone que tengo que decirte?
- Que todo va a estar bien...que deje de ser tan negativa...

No dijo nada. Solamente me dio un apretón en mi mano.

El día que tuve que ir a revisión, sabía que algo malo vendría. Erik iba demasiado preocupado, su mirada transmitía intranquilidad y por cómo me miraba, sentía que volveríamos a pasar por la misma pesadilla otra vez.

****

- ¿Por qué la vida es así de injusta conmigo? -no lloraba. En estos momentos no tenía ganas de llorar. Solo quería gritar y golpear a alguien. Quería golpear a la vida. Estaba siendo tan injusta conmigo... No me quería dejar disfrutar de mi familia; esa familia que con tanto miedo formé. Porque sí, a pesar de todo, tenía siempre ese miedo, ese miedo al bicho que tenía en mi interior y que como tantas veces temí, acabaría despertando.
- Andrea, tienes que luchar. Por nuestro pequeño milagro, por mí... ¿Sabes qué? Esta vez soy yo el que tengo miedo. Estoy asustado y no sé cómo hacer frente a esto. ¿Te has dado cuenta lo que son las cosas de la vida? Yo, oncólogo desde hace años, he visto millones de casos y siempre he sabido qué hacer. En cambio ahora, estoy atado de pies y manos. -lágrimas se amontonaban en esos preciosos ojos que tenía mi marido.

Estaba asustado, tenía miedo; mi Superman, ese hombre que siempre me salvaba de mis peores pesadillas, estaba muerto de miedo, y ni su capa mágica ni nada, podría protegerlo.

- Erik, dicen que Dios le da sus peores batalla a sus mejores guerreros. Quizás yo sea uno de esos grandes guerreros.
- ¿Dios? -soltó una fría carcajada. No creo en él, ni en nadie. Ni siquiera sé si creo en mí. Estoy hundido, Andrea.
- Mi amor, sé que harás lo posible por curarme, lo posible por hacer que pueda permanecer el mayor tiempo posible a tú lado...
- Andrea, no. No se te ocurra decir algo así. Verás a tu hija ir al colegio, veras su primer diente caer, te contará por primera vez que está enamorada y nos dará nietos...Nuestra vida se acabará cuando seamos dos viejecitos. Mi deseo es morir en la cama, abrazado a ti...
- Voy a luchar. Yo soy más fuerte que este bicho. -mi marido se acercó y besó delicadamente mis labios. En ese momento sentí, que era un beso triste, un beso que me daba temiendo que fuese el último.

*****

Los días pasaban y recordaba todo lo que había pasado años atrás.
Otra vez tenía cancer, no en el pecho, sino que esta vez lo tenía en la garganta.

La gente dirá, seguro que fumaba mucho... ¿Sabéis lo que os digo? Que no he probado un maldito cigarro en mi vida. Y aquí está el bicho otra vez, pegado a mi garganta con sus grandes garras, iniciando una lucha interna conmigo, pero sabiendo que ya una vez, se lo puse muy difícil y esta vez no iba a ser menos.

*****

- ¿Te gusta tú habitación, preciosa?
- La imaginaba mucho mejor, pero no puedo quejarme. -sonreí con tristeza.
- Mi amor, todo saldrá bien.
- Lo sé. Sinceramente esto no es lo que me preocupa. Bueno, si me preocupa pero ahora mismo lo único que tengo en mi cabeza es a nuestra niña. Desearía tanto tenerla aquí conmigo. La extraño demasiado, Erik.
- Andrea. -mi marido se acercó a mí y rodeó sus manos en mi cintura. - Sabes que no puede estar aquí. Está con tu padre, y de vez en cuando Alessa le ayudará. Piensa que no estará aquí como la otra vez. Solamente estarás ingresada los días que dure tú quimioterapia.
- ¿Después podré estar con ella? -Erik me miró negando.
- No, Andrea. La podrás ver pero seguirá en casa de tu padre. Tú necesitas descansar. -comencé a llorar como una niña pequeña. - Sé que es muy duro para ti, pero merecerá la pena. Demuéstrale a tu hija lo fuerte que eres, ¿vale? -solamente asentí y abracé al hombre que me volvía a acompañar en esta nueva batalla.

*****

Mis sesiones de quimioterapia eran una auténtica pesadilla. No recordaba lo desagradable que era el veneno este. Me operaron de la garganta y tuvieron que quitar un trozo de mi cuerda vocal. ¿El resultado? Había perdido un poco mi voz. Ahora hablaba como si estuviese afónica, pero lo compensaba a que esta vez, la quimioterapia no había arrancado mi pelo.

Los días pasaban y mi estado de animo decaía por momentos. Erik, que cuando nos dieron la noticia, se hundió, había resurgido como el ave fénix para estar a mi lado y que no decayera, pero desgraciadamente, me iba apagando.

Por las noches pensaba en mi hija, en lo poco que he podido disfrutar de ella y en lo duro que será para Erik, criar a nuestra pequeña él solo.
Lo destrozará. Mi recuerdo será ella, y sé que cada vez que la vea, me verá a mí. Pero quiero que se desviva por ella, que la haga feliz, que la tenga consentida y que le dé todo lo que le pida. Porque yo querré eso, y sé que por mí, haría cualquier cosa.
Me dejaron pasar tiempo con ella. No os imagináis la de besos que le di. Quería que en el otro mundo, a pesar de que pasasen 40 años, siguiese notando el tacto de su mejilla. Le escribí una carta que supongo que Erik se la leerá el día que pueda entenderla.

*****

Las cosas no iban bien. Según Erik, la quimioterapia no conseguía que mi tumor se redujese. Ese bicho seguía ahí, con sus grandes garras enganchado a mí y sonriendo esta vez; porque ahora si había ganado la batalla.

- Erik. Prométeme que cuando la niña tenga tres años, la llevarás a París.
- Iremos los tres. Le enseñaremos nuestros recuerdos. -le sonreí con tristeza. Sabía que nunca podríamos ir los tres a París; él también lo sabía, pero quería esquivar la realidad.
- Prométemelo. -acaricié su mejilla, húmeda por las lágrimas que descendían por ella.
- Lo prometo.
- ¿Crees que Mario estará esperándome?
- Andrea, por favor... -mi amor se tumbó a mi lado, y comenzó a acariciar mi pelo. Sus labios estaban cerca de mi oído y de éstos salía nuestra canción. "I'm only one call away
I'll be there to save the day
Superman got nothing on me"

Tenía ganas de cerrar los ojos y perderme en la tranquilidad que me transmitía la voz de Erik. Algo dentro de mí me decía que luchase por quedarme más rato escuchándolo, sintiéndolo, guardándome su recuerdo para siempre. Mi mano fue hacia la cara de mi marido y cómo pude, saqué fuerzas desde lo más profundo de mi alma. Abrí mis ojos y éstos se encontraron con los suyos. Sonreí, y sin dejar de mirarlo comencé a hablar.

- Solo por conocerte, solo por besarte y solo por haberme dado el mayor regalo del mundo, ha merecido la pena todo esto.

Y ahora sí, por fin había dejado de sufrir. Ahora por fin podría llegar a ese lugar donde no se sufría y donde querría a Erik sin miedo. Porque en ese lugar, no hay enfermedades, no hay obstáculos que te impidan ser feliz. Y yo estaba aquí, esperando que el amor de mi vida, tardase lo máximo posible en llegar; porque aunque lo extrañara, allí abajo, le quedaba lo mejor.

Todas las batallas de la vida sirven para enseñarnos algo, inclusive aquellas que perdemos...

Fin...

Sólo tú puedes ayudarmeWhere stories live. Discover now