Capítulo 2

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Basil Lithium

El paso del tiempo fue destrozando mis miedos hasta desaparecerlos, pero eso no me volvió alguien valiente, solo me hizo indiferente. La muerte dejó de aterrarme, convirtiéndose en un anhelo. El miedo se transformó en deseo, y ese deseo quedaría atrapado en mí para siempre. Ni siquiera temía perder a mi familia algún día, dejé de amarlos hace mucho tiempo. 

A veces me pregunto si alguna vez los amé, o solo fingí  hacerlo. 

Ahora hay un nuevo miedo esparciéndose por cada una de mis venas, mientras corro entre las oscuras y desoladas calles. Algo me persigue: no puedo verlo, no puedo escucharlo, pero sé que está allí. Siento el corazón latiéndome con fuerza, las gotas de sudor se deslizan por mi rostro. Los dedos de mis manos hormiguean, la respiración se me acelera. Me asusta tener esta reacción tan reconfortante, tan humana. Estoy sintiéndome vivo cuando sé que algo me quiere muerto. Aquellas historias de terror que siempre he menospreciado, se están volviendo realidad en este preciso momento. Y es esta adrenalina adictiva quien reclama mi mente. 

No le tengo miedo a la criatura que me acecha, le temo a mis propios deseos. 

Una parte de mí ansía conocerlo, enfrentarlo. Hay algo magnético que me atrae hacia él, nublando cualquier pensamiento racional que pueda aparecer. Quizás sea lo que algunos llaman autodestrucción: mi anhelo por sentir una emoción, incluso si es solo dolor. El placer que Nathan me hace sentir es incomparable a la sensación obsesiva que provoca el sufrimiento. Te hunde en ella, atrapándote, condenándote. No quieres irte, permaneces ahogándote en tu propia sangre hasta que tu cuerpo deja de soportarlo y la oscuridad te rodea.  

Quizás mi verdadero deseo es romperme. 

• ────── ✾ ────── •

Es el tercer vaso de agua que bebo, pero la sed continúa allí como un cosquilleo molesto en mi garganta. La fastidiosa niña me mira atentamente, sentada en el sofá contra la ventana. Sus pies se mueven de un lado a otro, golpeándose entre sí. No sé qué hacer con ella, me pregunto por qué las personas tienen hijos si luego los descuidarán. Hannah nunca debió ser madre. Mi tía ni siquiera sabe cuidar de sí misma, ¿cómo educará bien a Emma? La niña ya está arruinada. 

—Tengo hambre —Esa voz chillona inunda la sala de estar, haciendo que mis oídos sangren de solo escucharla. ¿Tanto le costaba mantenerse en silencio?

—No es mi problema —le respondo encogiéndome de hombros mientras tomo el último trago de agua que queda.

Apenas han pasado diez minutos desde que llegué a casa, todavía siento mi respiración irregular y las manos temblorosas. Por lo menos logré estabilizarme un poco, aquellos pensamientos destructivos volvieron a ocultarse entre los océanos de mi inconsciencia. Aunque el corazón sigue palpitándome a gran velocidad; mi cuerpo no puede entender que estoy a salvo. 

—La tía Eleanor dijo que debías darme comida —demanda cruzando sus brazos, enfadada—. Y va a castigarte por dejarme sola, Velle Tenebris pudo haberme secuestrado. 

Otra vez con esa ridícula historia.

Sé que acabo de experimentar algo bastante extraño, pero eso no quiere decir que creeré cualquier leyenda estúpida. Es más, estaré atento a las noticias locales para ver qué dirán sobre la mujer muerta en el callejón, quizás la policía haya encontrado al culpable. Creí estar presenciando algún suceso paranormal solo por la emoción del momento, la realidad es que estuve frente a un asesino. 

Los verdaderos monstruos no poseen colmillos puntiagudos o garras filosas, poseen una sonrisa amable en sus rostros.

—Te he dicho mil veces que no existe —espeto recostándome contra el sillón más cercano, cansado—. Es solo un absurdo cuento de terror, los primeros habitantes decidieron inventarlo para asustar a sus hijos.

Mentes Frías |BL| ©Where stories live. Discover now