Capítulo Cuatro [2/2]

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El corazón me dio un vuelco ante la posibilidad remota:

- ¿Cuánto hace de eso?

- No recuerdo exactamente, pero iba al centro como tú.

- ¿Cómo era?

- No lo vi muy bien, porque tenía una bufanda que le tapaba casi todo el rostro –maldije ante lo dicho.

- ¿Le dijo algo? –cuestioné impaciente.

- No. De hecho, iba totalmente en silencio salvo por su tos. También tenía unas enormes ojeras.

Fruncí el ceño. No me ayudaba en nada, tenía que saber dónde vivía o no podría encontrarlo nunca:

- ¿Lo conoce? –me preguntó.

- No lo sé –miré hacia la ventana observando el lugar, melancólico.

El silencio se apoderó del ambiente durante unos minutos, pero fue interrumpido de nuevo:

- ¿Puedo preguntar el motivo de su llegada?

- Estoy buscando a alguien.

- Siento no poder ayudarle –dijo realmente apenado.

- No se preocupe –le dije amable.

- Estoy seguro de que lo encontrará. En los barrios se conoce todo el mundo, así que si pregunta, apuesto a que lo encuentra –me dijo animándome, pero eso era más fácil decirlo que el resultado en realidad.

En menos de diez minutos ya había llegado a mi destino. Me bajé del coche después de pagarle y el conductor se despidió de mí, deseándome suerte.

Eché un vistazo alrededor y divisé un pequeño parque con bancos libres. No tardé en encaminarme hacía allí y sentarme. No sabía por dónde empezar. Daegu tenía siete distritos y yo no tenía ningún ejército. No quería darme por vencido, pero mi locura era cada vez más surrealista.

Cerré los ojos, relajándome y dejando que los pocos rayos del sol mañanero me bañaran. Sentía mi cuerpo pesado y el dolor de cabeza no ayudaba mucho.





- Jiminie, no seas malo –me dijo con un puchero.

Llevaba un buen rato persiguiéndome por toda la casa:

- Hace mucho frío para salir –me quejé.

- No importa, para eso existen los abrigos.

- Sé que te gusta el frío, pero a mí no. No quiero morir congelado.

Me miró derrotado y suspiró:

- Pues iré yo solo.

- No te dejarán, está nevando.

- No hay nadie ahora –me sacó la lengua.

Vi como salió con multitud de capas encima para protegerse del tiempo y desapareció de mi vista dejándome un sentimiento de culpa en el pecho. Me negaba rotundamente, pero tampoco quería dejarlo solo. Me pasé la mano por el rostro derrotado y fui a coger el abrigo.

Caminé durante más de veinte minutos por aquel dichoso parque en busca de algún rastro de él. Me dijo que iba a venir aquí, pero no lo veía. ¿Y si le había pasado algo? No había podido ir muy lejos, pero mi mente no estaba de acuerdo y empezó a imaginarse terribles escenas.

Última llamada [VMin] {10/10}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora