18. Capítulo

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Los cuerpos se quedaron estáticos, claro, hablando del suyo y el mío. El mío por verlo así, tan impresionado, tan rígido, tan perdido y tan aturdido. El suyo seguramente era por quien ya hacia allá fuera pero no tenía idea de quién.

Tenía muchas ganas de levantarme y saber cómo lucia quien había interrumpido la tranquilidad que habían sido los ojos de Lucas. Cuando entró, mi cuerpo se estatizo mucho más, era una mujer, su estatura estaba cerca de la mía y su cuerpo se notaba relleno.

En el momento en que sus ojos se encontraron con los míos frunció el ceño. Sus ojos eran claros y su cara reflejaba cada golpe de la vida, sus arrugas mostraban la cantidad de decepciones y el peso que era muy profundo para llevar sobre su espalda, por lo que se alojó en la claridad de sus pupilas. Seguramente mi ceño también estaba fruncido, pero aquello estaba en el último lugar de la lista de cosas que importaban en este momento, no podía ignorar la expresión de confusión y ternura que corría por la cara de la mujer, que si bien no estaba joven, aún no podría ser catalogada como vieja.

Miré a Lucas, estaba apoyado sobre la puerta que había cerrado en cualquier momento en el que los ojos claros y los oscuros míos se encontraron. Nunca antes vi su mandíbula tan tensa, nunca antes vi su mirada tan perdida, tan lejana, tan triste. Opté por callarme y no preguntar, opté por que él dijera la primera palabra, que podría aclararme a mí las dudas sobre aquella situación, perdí instantáneamente las esperanzas de que aquello pasara, cuando me di cuenta que él estaba mucho más confundido que yo.

— ¿Qué haces aquí? –Volvió a preguntar él, con la mirada clavada en el suelo.

La mujer arreglo su ropa, que por cierto no se veía muy actual o si quiera muy presentable.

— ¿No es obvio? He venido a visitarte.

Su tono se escucho tan miedoso y lleno de nervio que sentí la historia que se alojaba entre ellos dos.

— ¿Por qué?— respondió él— ¿Acaso él ha vuelto a cagarla? En hora buena, has encontrado a la persona menos indicada para arreglar eso.

Yo solo miraba atenta la situación, parecía que ni se percataban de mi presencia, se miraban tan intensa y fijamente que parecía que nada existía alrededor. La mujer suspiró y tocó su cabeza, como si no hubiera pensado mucho en qué diría.

—No se trata de él.

Una risa irónica y llena de rabia se escuchó.

—Que raro, pensé que de eso se trataba toda tu vida— ataco.

La mujer tomó algunos de sus cabellos y los arregló con sus arrugadas e inquietas manos. Caminó hacía el sillón principal bajo la atenta mirada de Lucas y por ende, la mía.

— ¿Es tu casa?—preguntó, evadiendo la anterior conversación— Es...—miró alrededor— Bonita.

— ¿Qué ha hecho él?— insistió.

La mujer estornudó y luego sonrió tristemente.

—Él está bie...

—No te lo pregunté— atacó él – Respóndeme qué ha hecho.

—Debes dejar de atacarlo, él es tu padre.

Un estruendo me sacó de trance a mí y a la mujer, Lucas había pateado la mesa de centro, dejándola fuera del alcance, quedando frente a la mujer, por sus ojos sólo pasaba rabia, rencor y pude casi jurar que estaban rojos. Pero sus ojos no tenían que cambiar de color para que expresar lo que Lucas sentía, aquel negro podía ser felicidad, tristeza, alegría o melancolía al mismo tiempo. En sus momentos de enojo, que también podían ser de tristeza, sus ojos se convertían en un mar oscuro que se levantaba y arrasaba con todo a su alrededor. Sentí un ligero nerviosismo, por mí y por lo que él podría hacer.

Tóxico©Onde histórias criam vida. Descubra agora