45. Capítulo

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Lucas.

Estaba pasando unos días de mierda, mi cara era un asco, mis pómulos y mis mejillas pálidos y el grisáceo que se había alojado bajo mis ojos no ayudaba mucho. No me importaba demasiado, mi aspecto siempre había estado a bajo en la lista de cosas que me importaban, la mayoría de mis camisetas estaban rotas, viejas y dañadas con blanqueador.

Y cuando pensé que mi día no podía ir peor, fui llamado a la dirección porque un gordo de primer año fue a acusarme. La directora, una vieja repleta de canas hablaba acerca la limpieza de mis pulmones, la única limpieza que le importaba era la de su nombre y en un acto de desesperación por sentir autoridad, intentaba reprenderme enumerando las múltiples fallas que llevaba, mientras yo sólo podía pensar en lo horrible que era aquel amarillo de las paredes.

—He escuchado decir— fruncí el ceño y le preste atención, por primera vez desde que había pisado aquel lugar— Sobre su relación con la señorita Carter.

Asentí, incitándola a proseguir, intentando que su mención no me afectara demasiado.

—Y debo pedirle un favor— se deshizo de los cristales que separaban nuestro contacto visual— ¿Cómo decirle? Es usted un alumno mal — elevé mi ceja izquierda— Bueno, muy malo...el peor— terminó diciendo.

—Gracias por el ánimo.

—Y yo prefiero— prosiguió, ignorando mi sarcasmo— Que usted y ella no...

—No estamos juntos— solté de repente.

Sus ojos se abrieron y asintió con cierta curiosidad.

—Está bien, no siendo más...entonces hemos acabado.

Asentí y pude largarme por fin de allí.

—No, no, no, no— Balbuceó aquel idiota.

— ¿Qué ganabas con acusarme, eh?— Apreté el cuello de su camisa.

—Yo solo, yo solo

—Yo solo, yo solo, ¿tú solo qué, imbécil?

—Lucas, basta— escuché tras de mí.

Solté al tipo, no valía la pena.

— ¿Ahora te dedicas a matonear?— se burló Drake.

—Por su culpa tuve que escuchar a la directora por casi una hora— puse cara de asco.

—Aunque él no te acusara igual terminarías allá, ¿no crees?

El pasillo comenzó a llenarse de gente y con ello comenzó mi ansiedad.

—Sí— miré la avalancha de personas— Tengo que irme.

No aguantaba ver a los grupos de personas salir, sentía mi corazón estremecerme, ¿y si la veía, y si salía de repente y nuestras miradas se encontraban? Yo no sabría qué hacer, perdería el control y terminaría abrazándola. Salí rápido allí, caminando a un paso feroz. Sentí una sensación de seguridad al llegar al estacionamiento, sensación que desapareció al verla de espaldas, apoyada en el capó.

— ¿Acaso no me dejarás en paz?— dije cuando estuve frente al auto.

—Estoy tratando de solucionar las cosas.

Fruncí el ceño.

—No tengo nada que solucionar, debes entender que ya superé esa mierda y no necesito ni quiero volver a verte, gracias— Acomodé mi mochila en mi hombro y me dirigí a abrir la puerta del auto.

—No intento molestarte, no quiero arruinar tu felicidad.

Apoyé mi cabeza en el techo del automóvil.

Tóxico©Where stories live. Discover now