Capítulo 5

1.5K 127 96
                                    

Ding-dong

Llamé al timbre de la casa del rubio porque habíamos quedado esta tarde para que nos explicara a mí y a Miku el tema de Inglés. Aunque... yo no sé por qué he venido.

Ni siquiera me había cambiado de ropa, seguía llevando el uniforme escolar. A los pocos segundos apareció el adolescente tras la puerta y me invitó a pasar. Dejé los zapatos en la entrada e ingresé a su salón. Tenía una casa muy bonita, la verdad. Mucho más japonesa que la mía. Me acomodé sobre mis muslos cerca del kotatsu.

     —Eres la primera, Miku aún no ha llegado —me dijo mientras venía con una bandeja de zumos.

     —Es puntual para lo que quiere... Luego bien que madruga y llega la primera cuando se trata de algún manga o anime que le interesa. Por cierto, ¿y tus padres?

     —Tenían que salir. Llegarán por la noche.

     —Entiendo.

Entonces mi móvil sonó en medio del silencio. Lo saqué y respondí la llamada.

     —Rin, ¿ya estás en casa de Len? —Era la peliagua.

     —Sí. ¿Qué estás haciendo? Te estamos esperando.

     —Pues verás... es que no puedo ir, me ha surgido algo urgente, pero estudiad vosotros. ¡Chao! —colgó, sin más.

¿Cómo no me di cuenta antes? Todo era un plan para dejarnos a solas. Esa Miku...

     —¿Quién era?

     —Miku. Ha dicho que no puede venir.

     —¿En serio? Bueno, así mejor. Es menos trabajo para mí si solo te tengo que explicar a ti.

     —En realidad no hace falta que me expliques nada. Se me da bien el Inglés. No sé ni por qué vine en primer lugar —digo, poniéndome en pie.

     —¿Te vas a ir?

     —Sí —aclaro, agarrando mi maletín del colegio—. No hay razón para que me quede, y tendrás cosas que hacer.

     —No tengo nada más importante que hacer que estar contigo —responde él, mirándome con una sonrisa.

Sin entender por qué, me sonrojo.

     —Ya que has venido hasta aquí, quédate un rato.

     —...Bueno, está bien.

Vuelvo a soltar mi maletín y acomodarme en el mismo sitio de antes.

     —Háblame de ti, Rin.

     —No hay nada interesante que tengas que saber sobre mí. ¿Por qué no hablas de ti mejor?

     —Yo ya te lo dije todo. Soy solo un chico que se mudó aquí hace poco más de una semana.

     —¿Y por qué te mudaste?

     —Por el trabajo de mi padre.

     —Entiendo.

     —Espera un momento, voy al baño. —Se levantó y se dirigió a este.

Me quedé yo sola en aquella amplia habitación. Se creó un silencio sepulcral. Me puse a curiosear con la mirada lo que había alrededor. La decoración era simple; casi todo de color marrón oscuro. Las cortinas (también de color oscuro) tapaban en su totalidad todas las ventanas.

Algo me llamó la atención, era un pequeño bote vacío, aunque todavía se podía ver un poco de lo que contenía anteriormente. Había dos o tres gotas de un líquido rojo. Me acerqué para ojearlo mejor. Lo agarré con una de mis manos y lo miré por todos lados. Era un rojo muy intenso, casi negruzco...

     —Deja eso donde estaba.

Asustada, caí sin querer el botecito que sostenía en mis manos hace unos segundos, provocando que se rompiera en mil pedazos.

El chico se acercó a mí con su ceño fruncido.

     —¡Me has asustado! —le grité.

Él se agachó para recoger los trozos de cristal del suelo.

     —Te ayudaré —hablé tras suspirar. Me agaché junto a él.

Él me apartó la mano con la intención de que no me hiciera daño, sin embargo, fue justo lo que pasó. Solté un pequeño quejido mientras me llevaba la mano arañada por los cristales al pecho.

     —Lo siento. No quería que pasara esto.

Tras decir aquello en un susurro, agarró mi mano con suavidad para luego acercarla a él. Un poco de sangre comenzó a brotar. Sus ojos se clavaron en ella. Ni siquiera pestañeaba, y aún sostenía mi mano. Daba un poco de mal rollo... se había quedado completamente inmóvil de repente. ¿Qué se suponía que intentaba hacer? ¿Curarme el corte con rayos láser?

Su pecho se inflaba rápidamente y sus labios comenzaron a dejar cada vez más espacio entre ellos, dejando asomar sus caninos que, por alguna extraña razón, me parecían mucho más largos que de costumbre.

Entonces miro sus ojos y me alarmo de verdad. Eran rojos, no azules. Vuelvo a mirar su boca; sus colmillos eran aún más grandes que hace dos segundos.

Jadeé de miedo y me solté bruscamente de él. Alcancé a ponerme mis zapatos lo más rápida que pude y salí corriendo de esa casa.

     —¡Rin! ¡Espera! —escuché gritar por detrás de mí, mas seguí corriendo.

De repente sentí como alguien conseguía pararme en seco agarrando mi muñeca. Giré mi cabeza por encima de mis hombros y vi a Len, pero ya no tenía esos ojos rojos ni esos colmillos. Aún así no me tranquilicé, estaba muy segura de que lo que había visto era real.

     —Por favor, deja que te lo explique.

     —¡Suéltame! —grité, intentando zafarme de su agarre.

     —¡Por favor, Rin! ¡Tienes que escucharme! —Me apegó fuertemente contra su pecho, formando un abrazo—. No voy a hacerte daño, y si lo hago, entonces puedes matarme.

     —¿¡Es una broma!? ¡No tiene ninguna gracia! ¡Me voy a mi casa! —grité de nuevo, separándome de él.

     —Rin... Te lo suplico. Déjame contártelo todo —me reitera, agarrando mi muñeca de nuevo.

Giro mi cabeza preparada para lanzarle una mirada asesina, pero mi rostro cambia bruscamente al ver que toda su piel está, literalmente, echando humo.

Volvimos a su casa. Len recogió los trozos de cristal que aún estaban en el suelo y luego se sentó conmigo en el sofá. Tomó aire y lo exhaló muy lentamente. Parecía como si fuera a contarme la noticia más importante de su vida.

     —Soy un vampiro.

     —Los vampiros no existen —proclamé cruzando mis brazos.

     —Sí existimos, Rin, pero quedamos muy pocos, y cada vez menos.

Lo miré con desconfianza, arqueando una ceja. Sus manos no paraban de buscar las mías, mas yo me mantenía firme en no realizar ningún tipo de contacto físico.

     —Te lo explicaré todo. Por favor, confía en mí.

【Paraguas】☂ RiLenWhere stories live. Discover now