17 Kaspar

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«Las reuniones del consejo son la mejor diversión que puede disfrutar aquí», pensé con amargura mientras contemplaba la libertad que se extendía al otro lado de la ventana. Estaba sentado en el extremo opuesto de la mesa sin apenas escuchar a mi padre mientras debatía con Ilta Crimson. Todos los miembros de su familia eran unos embaucadores y creían que el sol giraba a su alrededor. Pero Ilta era el peor. Silencioso, tranquilo y contenido, siempre se mostraba encantador. No me costó darme cuenta de que Nena se había dejado engañar por él. Era una víbora. Reptaba y siseaba hasta que te adormecías, y entonces se enderezaba y te mordía. Sobre todo si eras mucho más joven que él y mujer.

Acallé mis pensamientos cuando la reunión avanzó. Mi único consuelo era la mano que me sujetaba la rodilla con firmeza. Era de Charity, que estaba sentada a mi lado. Me miraba con ojos llenos de adoración, agitando las pestañas, y, de vez en cuando, me dedicaba un guiño seductor.

Comenzó a acariciarme la parte interna del muslo y me estremecí. Los primeros síntomas de la lujuria empezaron a circular en oleadas por mi cuerpo y me concentré en disfrutar de ellos. Volví a estremecerme cuando su mano llegó a la altura de la bragueta de mi pantalón.

-¿Has visto un fantasma, Kaspar? -preguntó Ilta desde el otro extremo de la sala con un tono de falsa preocupación en la voz. En sus ojos azules oscuros bailaba la diversión.

Salí de mi trance de golpe.

-No, estoy bien, Ilta -contesté.

Mi padre se volvió y me dedicó una mirada furibunda. Hizo un leve gesto de negación con la cabeza, y supe que era perfectamente consciente del paradero de la mano de Charity. Con discreción, metí una mano por debajo de la mesa y llevé la suya de vuelta a mi rodilla. Charity levantó entonces la mirada hacia mí durante un segundo y simuló estar dolida. Pero yo sabía que lo estaba fingiendo. Siempre lo fingía.

-¿Y cómo podemos saber que el ministro Lee tomará represalias con la ayuda de los asesinos? Hasta entonces, me niego incluso a considerar un plan de acción -declaró Lamair, y después puso las manos sobre la mesa como si allí acabase todo.

Suspiré. Ya habíamos tratado de aquello dos veces.

-Mi querido Lamair, como ya he dicho antes, disponemos de fuentes fiables -dijo mi padre.

Los susurros estallaron por toda la habitación, y yo decidí ponerme a mirar las estanterías del estudio de mi padre, desesperado por entretenerme de algún modo. «¿Cuánto se tardaría en leer todos estos libros?»

«Una buena temporada», contestó mi voz.

Apreté los dientes.

«Nadie te ha preguntado.»

«Pero aun así sigues hablándome», dijo con una risilla tonta. Aquello siempre me dejaba fuera de juego. Se supone que las voces no deben soltar esas risitas.

«Bueno, uno se acostumbra a todo después de dieciocho años», concluí. Se quedó callada, nunca tenía respuesta para aquello.

-Vale, pues entonces propongo que la matemos. Así se terminarán todos nuestros problemas.

-No, Lamair. Eso nos traería problemas con el gobierno humano. Tenemos que ser diplomáticos.

-Por supuesto...

Un vampiro, cuyo nombre probablemente yo debería conocer, lo interrumpió:

-Perdone, su majestad, pero no comprendo por qué estamos poniendo el reino en peligro por culpa de una humana. No merece que nos enfrentemos a una batalla con los asesinos y a una posible pérdida de las buenas relaciones con el gobierno humano, ¿no es así?

Que nunca amanezca -  ABIGAIL GIBBSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora