Seis días después

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—Y es así como podemos ver que claramente el resultado de la operación es -4— el profesor de Matemáticas anotó unos números en la pizarra—. ¿Alguna duda?

Luke ocultó su rostro detrás de su cuaderno sin levantar la mano a pesar de que no había entendido nada porque no quería admitir en voz alta su falta de atención.

— ¿Tiene un problema con la ecuación, Clifford? —escuchó el chico que decía el profesor y sin poder evitarlo alzó a la cabeza.
Luke notó que Michel lo vio, pero no alejó la vista. Aunque se sentía un poco nervioso, quería mantener el contacto visual.

—Este sí, es que mi problema es que… no entiendo nada —unas risas se escucharon en el salón y sin embargo Luke permaneció serio.

El profesor suspiró frustrado y miró de mala manera al chico.

—Lo voy a explicar una vez, solo una última vez. ¿Me entiende?

Michael asintió y el profesor volvió a empezar su muy aburrida explicación. Luke volvió a hundirse debajo de su cuaderno.

Las clases terminaron y Luke fue de los últimos en salir. Tenía en los hombros su mochila y en las manos las hojas de unos apuntes porque le había dado flojera guardarlas en su mochila.

Empezó a caminar hacia su casa mordiéndose un labio y hundido en sus pensamientos. Miró a su lado y suspiró cuando no vio a Michael enseguida de él, como en los últimos años.

Lo extrañaba tanto. Extrañaba hablar hasta altas horas de la tarde. Extrañaba sus peleas o sus abrazos ocasionales, extrañaba discutir los posibles nuevos colores para Michael. Extrañaba que Michael le dijera “Lu”. Extrañaba mirar sus verdes ojos y perderse en ellos. Extrañaba ver sus labios y soñar como sería besarlos.

Pero sobre todo, extrañaba su amistad.

De pronto hubo una ráfaga de aire y las hojas salieron volando de la mano hacia dirección a la escuela. Luke dio media vuelta y salió corriendo por ellas. Las hojas acabaron aterrizando a los pies de alguien y esta persona le ayudó a recogerlas.

—Oh muchas gracias —agradeció el rubio al recibir los papeles—. De verdad…

Alzó la vista del suelo para ver a la persona a los ojos pero las palabras se le atoraron en la garganta cuando vio quien era esta, que a su vez lo veía con una sonrisa que no auguraba nada bueno.

Snow.

Su corazón se detuvo por unos segundos mientras veía al gran chico extendiéndole sus hojas. Las tomó rápidamente y trató de alejarse, pero Snow lo tomó del brazo y lo hizo voltearse.

— ¿A dónde vas? —preguntó burlonamente.

—A donde no te incumbe.
Luke sintió algo de miedo al ver la mueca del otro joven, pero se mantuvo firme, pensando que mientras más decidido luciera, menos probabilidades de ser golpeado tenía.

— ¿Dónde está el maricon de tu novio, Michael? —cuestionó Snow mientras miraba a los lados.

— ¿Qué te importa?

— ¿Dónde está? —volvió a decir, esta vez tomando a Luke por el cuello de su camisa.

—No lo sé, no soy un maldito GPS, suéltame.

—Oh, entonces creo que es el momento correcto para la paliza que te debía —Snow hizo una mueca feroz.

Al rubio le temblaron las piernas y un escalofrío subió por toda su espalda. ¿Qué haría ahora? No podía correr, no sabía defenderse y posiblemente  nadie vendría a ayudarlo.

Birthday // MukeWhere stories live. Discover now