Capítulo #48: "Pesadillas."

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*Maratón 02/04*

Arthur decidió acompañarme hasta casa luego de aterrizar en el aeropuerto, ya que mi corazón se encontraba destruido. Mientras subíamos en el elevador, Arthur me contaba sobre lo fantástico que había quedado la nota de Santorini y que los comentarios eran realmente buenos. Yo intentaba seguir el hilo de las palabras pero todo me daba vueltas, pensaba en Juan y si su avión ya habría arribado en Londres. Lo amaba tanto y ahora nos habíamos vueltos a separar, que dolorosa y estúpida es la vida, pensé.

Puse la llave en la cerradura y gire el pomo, enseguida me encuentro con la silencia y aterradora oscuridad.

-¿Puedes quedarte a dormir conmigo esta noche?- Pregunte a Arthur, cuando ya estábamos en mi habitación.

-¿No crees que Juan se enojara?- Contesta, dejando sus maletas.

-No creo que tenga problema- Le afirmo riendo- Después de todo, eres gay.

-Comprendo- Sonríe y se acuesta junto a mí en la cama.

Yo apoyo mi cabeza sobre su pecho desnudo y lo abrazo como si fuera mi hermano mayor, el me toca el cabello hasta que me quedo dormida. Esa noche no dormí para nadie bien, las pesadillas sobre perder a Juan me despertaron una y otra vez.

Estaba muy cansada cuando me acosté como para pensar si Juan me había mandando un mensaje o si le importo mi llegada a New York. Ahora tendida en la cama, abrazada por el cuerpo semi desnudo de Arthur lo recuerdo y quiero saber. Quiero oír su ronca voz otra vez y quiero que susurre que todo estará bien.

Pero algo me dice que ni Juan ni yo sabremos si todo estará igual en tres semanas. Sé que yo lo amo y es lo único que me importa y sé que el también lo hace, o si no lo hace, es el mejor mentiroso del planeta. Y prefiero vivir en una mentira que pensar que el me abandone, porque mi vida es él, si me abandonara seria como si se llevara mi cuerpo y mi alma y solo dejara mi corazón latiendo.

Comienzo a sentir fuertes punzadas en la cabeza, el abandono es mi peor pesadilla.

Deben ser como las cuatro de la mañana porque el sol aun no ha salido y sé que no ha sucedido mucho tiempo desde que me acosté. Intento pensar en cosas que valgan la pena pero todo vuelve a la mente, mis pesadillas me invaden y me dicen que Juan me abandonara, que por eso no ha llamado.

-Shh...- Dice Arthur abrazándome con fuerza- Deja de pensar en eso, todo estará bien.

-¿Cómo sabes que yo...- Dejo la frase inconclusa.

-Balbuceas mientras duermes- Contesta con una leve risita.

-Oh.

Entonces comienzo a pensar todas las cosas que Juan debe de haber oído mientras dormíamos juntos, todas las pesadillas que he tenido sobre perderlo y todas esas veces que he confesado cosas pervertidas- las cuales, en mi defensa, debo decir que estaba inconsciente y no sabía lo que decía- Y el, aun así, sigue junto a mí, amándome cada día más.

¿Qué he hecho para merecer la perfección en persona?, pregunto a Dios, ¿Verdaderamente todo esto que me está sucediendo es real? ¿O solo me estas engañando para luego hacerme sufrir y hacerme pagar por todas esas personas que humille antes de conocer a Juan? Porque si lo estás haciendo, déjame decirte que...

"Vuelve a dormir, _______"- Me susurra una voz en mi cabeza.

Al principio creo que es irreal, que Dios no me ha hablado pero luego, mediante los minutos pasan, me doy cuenta que si ha pasado. El siempre estuvo ahí, hasta hoy que se mostro más presente que nunca. Me ha hablado y sé que lo hizo, y no tengo miedo, estoy más que feliz porque ha sucedido.

Entonces hago lo que me ordena, vuelvo a dormir.

Cuando me despierto a la mañana siguiente el otro extremo de la cama esta frio. Arthur se ha marchado temprano, ya era hora que regrese a casa. Me levanto perezosamente e intento que la soledad no me tire hasta el pozo oscuro otra vez. Sé que ya no podre seguir ocultando los cortes de Juan, que la excitación no siempre lo mantendrá ocupado y se olvidara de fijarse en mis piernas.

Y temo que conozca ese horrible lado de mí.

El día que pregunte sobre el pasado de Juan, yo estaba segura de que quería saber sobre él y su pasado. Estaba dispuesta a enfrentar y compartir sus dolores, su pasado y sus traiciones. Yo lo había aceptado como una parte de mí, con sus imperfecciones y perfecciones. Cuando me entregue a él, en mi primera vez, acepte que él se introduzca en mi, que me haga conocer el placer y me de todo el amor que merezco. Porque yo se lo daría, le daría todo mi amor.

¿Qué pensaría Juan sobre que su novia se corta cada vez que se siente mal? Seguramente me creería de loca, me dejaría y me enviaría por correo una nota diciendo que vaya a un psiquiatra. ¿Y qué haría yo? ¿Me cortaría otra vez?

Irónicamente, en ese momento, mientras lloraba al pensar en mi novio, tenía más ganas de cortarme. Y Juan no estaba junto a mí, solo mi soledad y el dolor y ambas me alentaban para que lo hagan. Para que sufra por haberme alejado de Juan.

Entonces suspire hondo y tome el cuchillo, lastimando mis muñecas.

Pero cuando vi que la herida era demasiado grande supe que había cometido un error. Comencé a gritar, con todas mis fuerzas, intentando solucionar el error pero supe que debía ir a un hospital.

Había cortado mi vena.

La sangre corría desde mis venas rotas hasta mi codo, bañándome en sangre. Con solo una remera larga y un bóxer de hombre salí de mi apartamento y comencé a correr hasta el hospital de una cuadra de distancia. Las personas me miraban extraño, algunas aterradas por mí heridas y otras por mi vulgar pijama. Pero sin embargo yo seguía corriendo, intentando que el dolor agudo que me cegaba los ojos cesara.

Abrí la puerta con mi mano sana de un golpe.

-¡Ayúdenme por favor! ¡Me he cortado una vena!- Grite a los médicos de urgencias.

El médico vi la herida con preocupación y me hizo pasar a urgencias, yo aterrada por lo que sucedería. Aun con mi vena cortada, me acostaron en una cama y me inyectaron una droga. Una droga que me adormeció todo el cuerpo pero que no me cerró los ojos, yo veía perfectamente la luz blanca que colgaba frente a mí.

Pasaron varias horas hasta que por fin me sacaron de urgencias. Aun seguía drogada y no oía con claridad pero podía ver todo mí ante brazo enyesado. Desde mi muñeca hasta mi codo. Porque no solo me había cortado una vena, si no también me había fracturado el hueso.

Y todo eso por enterrarme un cuchillo en la muñeca con todas mis fuerzas.

-¿Está segura que fue sin querer?- Entendí al médico preguntar.

-Si- Conteste, con la voz algo somnolienta.

-Entonces tenga más cuidado la próxima- Contesto con una leve sonrisa- Ya se puede ir.

Y así, tres horas después, volví aun en pijama en mi casa. Con una muñeca enyesada, el peor de las angustia posibles y un abrazador dolor de cabeza. Y todo esto gracias a mi estúpida idea de separarnos otra vez. Porque si Juan estaría junto a mí, nada de esto pasaría


Cambios (Maluma & Tu) *Terminada*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora