Parte 1

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–¡Mamá! ¡Voy a casa de Jisoo a jugar!

Sin esperar la respuesta de su madre, Jeonghan agarró su bandolera y salió de casa corriendo.
Después de tropezar más de cinco veces, llegó al final de la calle, parándose frente a la casa de su mejor amigo.

Al vivir en el mismo vecindario, las casas de los dos amigos eran idénticas: la misma fachada color arena, los mismos ventanales y el mismo tejado rojizo, pero una vez entraba, al pequeño Jeonghan le daba la sensación de estar en una casa totalmente diferente. Quizás fuese por las bombillas, o quizás por el color blanco de las paredes, pero todas las salas parecían estar siempre brillando.
La casa no tenía nada de especial, pero el se sentía más a gusto que en la suya propia, aunque eso no era difícil.

–¡Jisoooo! –gritó desde la verja sin molestarse en intentar picar al timbre, al que sabía que no llegaba– ¡Jisoo!

Tan ilusionado estaba con contarle a su amigo lo que había encontrado, que los diez minutos que estuvo de pie esperando ante la puerta se le convirtieron en segundos.

–Jeonghannie, ¿qué estás haciendo aquí?

Jeonghan se giró para ver quién le hablaba.

–¡Mingyu-hyung!

En menos de un segundo, el alto se encontró tirado en el suelo con un pequeño niño de cinco años pataleando encima suyo.

–Hey, hey –le dijo con cariño– ¿Quieres que tu hyung favorito se rompa o qué?

Después de ser levantado por el mayor, Jeonghan miró hacia arriba mientras negaba con la cabeza.
Su hyung era una buena persona que siempre que iba a jugar con su hermano, le recibía y le hacía sentir como en casa. Este tenía que tener unos catorce o quince años, nunca se lo había preguntado, pero el problema no era ese, el problema era que seguramente su hyung ganaba en altura hasta a la mismísima Estatua de la Libertad, así que para un niño bajito como él, le era imposible mirarle más arriba del ombligo.

–Hyung, ¿está Jisoo en casa? –preguntó mientras miraba todo lo arriba que podía.

–Lo siento Hannie, mi hermano está en clases de piano, tardará más de media hora en llegar– A Jeonghan se le cayó el alma a los pies, tenía unas ganas tremendas de hablar con su mejor amigo, y no quería esperar tanto rato.
Al ver el puchero que el pequeño estaba haciendo sin darse cuenta, el corazón de Mingyu se enterneció– Ven a casa a esperarle de mientras, ¿sí?

Jeonghan asintió rápidamente y se coló por el hueco de la verja que Mingyu había empezado a abrir.
Una vez dentro de casa no se esperó ni a que le ofreciesen la merienda; salió disparado escaleras arriba a esperar a su amigo en su habitación.

Después de casi una hora esperando, el pequeño Jeonghan se estaba muriendo por contener la emoción de manera que, en cuanto Jisoo atravesó la puerta de la habitación, se lanzó sobre él, derribándolo y tirándolo también al suelo.

–Jeonghan-ah, me has hecho daño... –dijo frotándose la cabeza.

Este no le hizo caso y se apresuró a levantarlo, meterlo en la habitación y cerrar la puerta tras él.

–Jisoo. –dijo solemnemente– He encontrado la manera de hacerte amigos.

El contrario lo miro con curiosidad.
No era un secreto que Jisoo tenía problemas para hacer amigos. De hecho, Jeonghan era su único amigo.

Siguió mirándolo mientras este rebuscaba algo en su bandolera.
–¡Aquí está! –dijo feliz. A continuación, le entregó un libro–Vamos, ven. Te lo explicaré.

Los dos de sentaron uno junto a otro en la mesa baja que había en el centro de la habitación y colocaron el libro abierto.
Jeonghan iba explicando mientras pasaba páginas.

Take My Hand [CheolSoo & Jihan]Where stories live. Discover now